Tras algo más de año al frente de CCOO de Sevilla, Carlos Aristu tiene claro el objetivo de su sindicato, ser útil y unir para reivindicar, en especial ante la escalada de precios, augurando un otoño caliente en la negociación colectiva, y lo hace con el respaldo que le da el hecho de que cada mes ganen una media de 200 afiliados más al sindicato.
El día que pegue el petardazo el turismo, esta ciudad se viene abajoSalario o conflicto. Explíquenos qué significa esa campaña
–Estamos en una situación de emergencia, ya no se justifica la inflación exclusivamente en el conflicto de Ucrania y la crisis energética. Según el INE, el 84% del incremento se debe a causas ajenas. Hay cien mil personas en Sevilla con los salarios congelados porque su convenio no se negocia, es un conflicto económico, de redistribución pero también moral. A partir de otoño, cada negociación de convenio, cada movilización, va a ser una justa reivindicación económica y la oportunidad de que la gente diga esta crisis no la vamos a pagar los mismos.
¿Otoño caliente?
–Va a haber un otoño caliente si las patronales no rectifican. Acabamos de cerrar un acuerdo en el convenio de hostelería pero convenios como el del comercio, ayuda a domicilio, campo... se merecen no empobrecerse aún más.
El problema de Sevilla no es sólo es salario, también es el sistema productivo
–La reforma laboral ha cambiado las pautas de contratación, pero si en España uno de cada dos contratos ya es indefinido, aquí estamos 15 puntos por debajo. ¿Por qué? Porque es una estructura productiva de trabajo de servicios precarizados y la gente que tiene la opción de buscar un trabajo cualificado se tiene que ir fuera, y porque hay una cultura empresarial todavía latente del fraude y la explotación de la que no salen.
¿Cómo se cambia ese sistema?
–Con un cambio cultural empresarial, si quieren tener ese compromiso con el territorio, por la vía de la inspección de trabajo, y por la vía del conflicto en la empresa, la gente se tiene que organizar para que en esos sectores más precarizados cambien esas pautas.
¿Y el área metropolitana?
–Es una cuestión que queremos sacar en otoño, llevamos décadas hablando del área metropolitana y nadie le ha puesto el cascabel al gato. Nuestra idea es fraguar un acuerdo político clarito para cuando haya elecciones municipales, gobierne quien gobierne, haya un acuerdo con el mayor número de fuerzas.
¿Cuáles son los principales problemas que presenta Sevilla?
–Sólo seis de cada cien contratos son del sector industrial. Aquí se invierte exclusivamente en el sector servicios, con una visión cortoplacista, de rendimiento inmediato, genera una economía muy vulnerable. El día que pegue el petardazo el turismo, esta ciudad se viene abajo.
Pero el debate ahora está en la tasa turística, no en Airbus, SIAM o el Puerto
–Porque es más complejo. El cortoplacismo hace que los debates de corto alcance sean los que marcan la agenda, generan un resultado a corto plazo, pero necesitamos políticos de mirada larga.
¿Y la tasa turística?
–Somos defensores. Ningún destino deja de recibir visitas porque haya una tasa. El turismo genera externalidades negativas que deben ser compensadas y estaría bien que buena parte de la recaudación se dedicara a sostener los servicios públicos que la ciudad paga.
Sevilla también es desigualdad. ¿Cómo lo afrontan desde CCOO?
–Hemos tenido una primera experiencia, el espacio CCOO en el Polígono Sur, para acercar el sindicato y hacerlo más accesible para la gente más vulnerable, que trabaja en sectores más precarizados, más intermitentes, y a partir de septiembre lo vamos a reproducir en otros barrios desfavorecidos. Ayuda a generar en el barrio inteligencia colectiva, para reclamar políticas que cambien los servicios públicos e iniciativas para atender a la gente que vive allí. Ésta es una ciudad que se explica muy fácil: la gente que vive en los barrios se desplaza al casco histórico, para trabajar en sectores a veces muy precarizados. Sin embargo, buena parte de las políticas públicas están en el caso histórico, no donde vive la gente. Nosotros hemos querido hacer el esfuerzo contrario, salir e ir a los barrios.
Complejo abordar un cambio en una ciudad con los barrios más pobres de España
–Porque eso requiere de políticas integrales. Nos equivocamos si sólo planteamos las políticas exclusivamente como atención sociolaboral. La gente lo que necesita es tener la oportunidad de acceder a empleos cualificados, salir de la precariedad y corregir las desigualdades de inicio, es un problema estructural de clase. Es un tema complejo que requiere de políticas diferentes, no de programas.
Hablando de empleo, ¿Sevilla tiene un problema de cualificación y formación?
–También hay una burbuja. Hay mucha gente muy formada que se ha tenido que ir fuera, en una década se ha eliminado el esfuerzo de formación pública y se ha trasladado al mercado, tenemos un problema de oferta y demanda. La formación tiene que actualizarse continuamente, es un problema de reajuste pero también de empresas valientes que quieran apostar por invertir aquí. Como SIAM-Ryanair, que pidió perfiles profesionales absolutamente cualificados y fruto de las condiciones de trabajo que ofrecía, casi un 40% se fue voluntariamente. No era un problema de formación sino del modelo jungla que algunas empresas quieren instaurar en Sevilla.
También el sindicato debe adaptarse...
–Estamos en permanente adaptación porque el mundo del trabajo ha cambiado y está cambiando. Yo creo que lo estamos haciendo moderadamente bien. Estamos en casi 40.000 personas afiliadas en la provincia de Sevilla, somos el primer sindicato, seguimos siendo una referencia útil, que es nuestra primera labor, organizar a la gente y hacernos más accesibles, más permeables y útiles en los nuevos modelos de empresa.
¿Algún reto concreto?
–El sindicato no es ya sólo el de las grandes industrias, tiene que ser el de las mil y una formas de trabajo, especialmente de las más precarias, las que más dificultades tienen para organizarse, ése es nuestro principal reto, ser el sindicato útil para toda esta gente. Cuando alguien viene al sindicato, su problema es el más importante y el más urgente y así lo tratamos. Pero a la vez tenemos el reto de abordar con justicia muchas de las transiciones que estamos viviendo. Hablamos de generar un nuevo contrato social, ya no vale el modelo del siglo XX y hay que resolver un montón de cosas, entre ellas la economía de los cuidados, que va a ser un debate de los gordos.
¿Socializar la economía frente a la socialización de las pérdidas?
–Nos dijeron “vamos a salir de la crisis mejor”. No es verdad, la gente ha salido cansada, con muchas incertidumbres, con miedo y necesita seguridad y certeza. El sindicato tiene que ser la casa donde la gente encuentre mayor seguridad, unirse con otros que tienen el mismo problema aunque trabajen en una empresa diferente. Aquí pesa lo mismo la opinión de una limpiadora que la de un catedrático, es una expresión de lo diversa que es la sociedad, es lo que he aprendido en el sindicato. Cuando en una empresa la gente supera la concepción de que los problemas son individuales y se reencuentra con los que tiene a su alrededor, eso es imparable. Aquí cada mes hay 200 personas afiliadas más que el anterior, eso refleja no sólo que el sindicato está yendo a más empresas sino que la gente está encontrando utilidad en el sindicato. Estamos probando a hacer cosas de manera diferente pero para seguir haciendo lo mismo. Seguimos haciendo sindicalismo de clase pero en el mundo de hoy. El sindicato son las 3.300 mujeres y hombres que hacen el sindicato de forma cotidiana en su centro de trabajo, la gente se fía de Paco o de Mercedes, que cobra lo mismo que tú, que da la cara y se afilia en 9 de cada 10 veces, porque tu hombre o tu mujer de referencia en CCOO es de fiar y te resuelve los problemas.