El conflicto entre el valor ritual de algunos objetos históricos y el uso que hacen de ellos en los museos es el tema de la exposición "Vistas más allá de la tumba", de la artista colombiana Gala Porras-Kim, afincada en Los Ángeles (EEUU), que podrá verse en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) de Sevilla hasta el 3 de septiembre.
La exposición ocupa cuatro salas del antiguo Monasterio de la Cartuja, incluida la iglesia, e incluye 33 obras, casi todas de gran tamaño y en distintos lenguajes artísticos, dibujo, pintura, instalaciones, vídeo y grabaciones de audio.
La mayor de las obras es un enorme muro de cemento liso y desnudo de diez metros de longitud por dos de altura y cuarenta centímetros de ancho que, instalado en el centro de la antigua iglesia de la Cartuja contiene una gran cantidad de sal en su interior para que este elemento vaya transpirando hasta salir al exterior del cemento y, al menos teóricamente, acabe dañando la estructura del muro.
La sal, introducida en edificios de mampostería a través de grietas y en cantidades adecuadas aceleran el proceso de ruina de esas construcciones, según ha explicado a EFE Gala Porras-Kim, cuyas obras se inspiran en procesos naturales que afectan a los objetos conservados en museos, como la que está integrada por un gran lienzo de tela blanco al que se han incorporado esporas obtenidas de hongos del Museo Británico.
"El moho se posa invisible sobre los objetos llegando a formar parte del propio museo" y "al ser ahora cultivado, la colección sale de alguna manera de la institución a través de sus esporas", según la explicación de la artista.
Ese conflicto entre objetos de carácter religioso o espiritual que pierden su significado al ser conservados en museos llega al extremo, según Porras-Kim, cuando estas instituciones culturales o educativas conservan restos humanos, como sucede con algunas de tema antropológico o arqueológico.
Una de las obras de menor tamaño de la muestra, la silueta de una mano sobre papel, está hecha tras impregnar una mano en las cenizas de un museo brasileño que destruido por un incendio y que almacenaba gran número de momias.
Cada una de las obras de Porras-Kim -de madre coreana y padre colombiano que, como profesor, dedicó un periodo académico a investigar en el Archivo de Indias de Sevilla- conlleva un proceso previo de documentación que incluye, en ocasiones, una relación epistolar de la artista con directores y conservadores de museos, unas misivas que acompañan las obras de la exposición y que explican su significado más profundo.
El director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, ha explicado que si en principio esta exposición había sido concebida para otro espacio, gana en significado a mostrarse en un espacio histórico -un antiguo monasterio cartujo que luego fue fábrica de cerámica- que ya fue despojado de todos los objetos que le fueron propios, tanto religiosos como industriales.
En efecto, el continente y el contenido parecen hallar justas correspondencias como cuando en la capilla aneja a la iglesia del monasterio, donde estuvo enterrado Cristóbal Colón, junto al acceso a esa cripta, Porras-Kim ha situado la réplica de un sarcófago a tamaño real de uno egipcio conservado en el Museo Británico.
En este caso la artista propone mediante una flecha dibujada en el suelo junto al sarcófago, flecha que indica un giro de 50 grados, que el museo tenga en cuenta que el sarcófago debe tener una orientación concreta, una orientación que el Museo Británico no respeta en el lugar en el que conserva el original.