El tiempo en: Conil

Arcos

Pregón preciosista, de doloroso y gozoso verso

Pepa Caro recurrió a su sensibilidad y formación poética para hilvanar un pregón muy refinado,pero también muy cristiano

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  • Pepa Caro ofreció un pregón inolvidable, incontestable y de máxima sutileza. -

La pregonera de la Semana Santa no podrá decir que pronunció sola su exaltación. Familia, amigos, cofrades... quisieron con su sincera asistencia al teatro Olivares Veas dar fe de un gran acontecimiento, del que se suele decir que abre las puertas de la Semana Mayor.
Pudiera ser que Pepa Caro tuviera la llave, pudiera ser una sola velada para resumir siglos de tradición cristiana, pudiera ser que una palabra suya bastara...


Pepa fue presentada más que dignamente por un compañero poeta, por un amigo de siempre, de los que nunca fallan. Pedro Sevilla puso voz a esa vieja amistad, para comenzar retratando a una licenciada en historia de la que recientemente ha leído un relato inédito que rezuma Arcos, al que la pregonera quiere “como a un padre”.  Pedro Sevilla citó Las calles de las lluvias, el último libro de Pepa Caro que, del mismo modo, derrama Arcos por cada página.


En una breve biografía de la pregonera, recordó su faceta política como delegada provincial de Cultura y durante ocho años alcaldesa de Arcos.
“Sin resurrección, la Semana Santa no pasaría de ser un acontecimiento sangriento, angustioso...”, que diría el presentador de su amiga acerca de su sentido de la Semana Mayor. De ella también esbozaría que es una gran conocedora de la Semana Santa, de la historia de Arcos y del dominio del verso.


Pepa Caro inició su pregón con un soneto de Lope de Vega, un clásico que ya le fascinaría cuando era una niña, así como con unas cariñosas palabras a Pedro Sevilla, al que llegó a definir como “un ser generoso”. Sólo recurrió a la prosa en sus palabras de bienvenida, para seguir en verso hasta el final.


Sus primeras palabras situaron su ponencia en vísperas de la Pascua judía, para recitar en tono suave que iría al ritmo de Hosannas, para ir entrando en un Domingo de Ramos de niños, en una noche de imágenes que proyecta El Prendimiento en las casas antiguas, de presentación de Jesús ante Pilato, de bengalas de Lunes Santo, de tiempos niños... “Da luz, Señor, a este pueblo,/dale esperanza en la vida,/porque andabas por mi calle,/y era mi madre la fe,/y era la casa encendida,/y era mi oración oculta,/que ya a solas te decía./Luego te retornabas manso,/Cuesta de Belén arriba,/con la soledad a cuestas,/y la espalda dolorida./Como almas tiemblan los cirios,/volviendo a Santa María./¡Vuélvete y míranos, Jesús!/Que ya entra la cruz de guía/y hay quien estando cerca,/mira y no ve tus heridas,/mas tu siempre perseveras,/y a la hora prevenida/canta el gallo una vez,/hasta tres veces seguidas./Todavía te negamos/bajo esta luz, todavía?”.


Sobre el Lunes Santo, confesó haber nacido ese día de Pasión: “Yo nací un Lunes Santo/en la calle Corredera,/una mañana de Marzo/de la alta primavera./De pequeña me asustaban,/esos negros penitentes,/que con sus cruces pasaban/¿Quienes eran los dolientes?/Tanto frío y sin zapatos/en noche tan inclemente/¿Por que iban de promesa?/Yo les rezaba a ratos,/y otros ratos tan traviesa/lo alejaba de mi mente./Luego el sueño me rendía./Jesús pasaba despacio/hacia Santa María./Yo nací un Lunes Santo,/y ahora que lo pienso/ cuando sangran las heridas/no hay mirada sin quebranto/Jesús de las Tres Caídas. Yo era la niña de calcetines,/en un escalón de la Corredera,/que vagaba absorta en los colorines/de aquella bengala tan certera./Joselito Pío en la calle Alta/con su larga caña y su escalera/iluminaba la Semana Santa/cuando bajaba la Luz verdadera./Que bondadosa visión por mi mente/que tierna y jubilosa la mirada/que rendida devoción en la gente./Yo era niña de calcetín corto/esperando con el rostro absorto/a  Dios con una túnica morada”.


Asimismo, palabras hermosas para nuestro Nazareno: “Te lloramos, Nazareno,/Señor de San Agustín,/se sigue nublando el cielo./Hace siglos que tu bendición,/nos llena de caridad,/y nos colma de silencio./El Cirineo sostiene/en sus manos el madero,/la fe espesa en el aire,/mueve tu melena el viento./La santa mujer Verónica,/muestra tu rostro en un lienzo,/y tu madre, en su dolor,/en constante desconsuelo./Madrugada intensa,/de plegarias y rezos./Amanece en San Francisco,/tu generosa mano/es mirada con respeto./En ventanas y balcones/tu imagen como un espejo,/hacia el Barrio Bajo bajas,/bendiciendo río y huertos/Con tu morada presencia,/ despiertas olas de sueños./Los que tienen sed de ti/los oprimidos y enfermos/te pedimos Nazareno,/te suplicamos, Señor, Nazareno,/da fortaleza a los jóvenes./Singular Alcalde Perpetuo,/un corazón que se eleva/ como una nube de incienso./Todas las madres dolientes/le susurran sus desvelos/al que está en San Agustín/vestido de Nazareno”.


Pepa se detuvo en el Miércoles Santo a la hora de hablar de los crucificados arcenses, para dedicar hermosos versos al poeta fallecido el pasado año en Sevilla, su amigo Antonio Luis Baena, quien fuera en vida hermano del Perdón. Pero también lo hizo para pedir perdón por los pecados: “Cada Miércoles Santo,/a las nueve en punto, el poeta,/cruza la plaza del Cabildo/para ver al Cristo del Perdón./Está la brisa quieta/y mudo tiene el llanto,/se agita su mirada/y pone a prueba su corazón:/¿Cómo pedirte cuentas, Señor?/¡Qué lección que perdones,/lo que aún no puedo yo!/Rauda y fría como saeta, /la región de la muerte rozando,/atribulado su amor:/¡Sólo te tenemos a ti, sálvanos!/Y así, un año y otro año/el poeta de traje oscuro/a la salida del crucificado,/con su hora exacta en el reloj./Este año te mirará mas cerca,/musitará su oración/por fin delante ti,/de ti, Señor del Perdón”.
“Tímidos, temblorosos,/son los pensamientos de los mortales,/pero tú, Jesús,/lejos de los gestos banales,/perdonas los pecados/sin enjuiciar nuestros males./Desde el cielo contemplas/por ver si te buscan los hombres/y parece de noche siempre:/Quien hace daño, la luz aborrece./Vino pues la luz enviada,/escudo de los inocentes/y crucificamos tanta luz:/Perdona a tus hijos, Padre,/porque no saben lo que hacen”.

Su pregón no tuvo el previsible carácter cronólogo según las procesiones de  Arcos, para seguir el orden de la Pasión de Cristo. Así explicaba la pregonera sus sentimientos hacia una tarde de Jueves Santo en Arcos: “.../ Recuerdo emocionada/el momento de abrir las puertas/del Hospital de San Juan de Dios,/la cruz de guía avanzando,/y la luz primaveral/guiñando nuestros ojos,/asomados al capirote,/las manos enguantadas/y la sonrisa oculta./Era nuestra procesión,/era mi barrio./La preciosa Virgen de las Angustias,/miraba al cielo llorosa/delante de la desnuda Cruz,/con el sudario blanco./San Juan abriendo la procesión/con una palma,/y mi Cristo de la Vera-Cruz,/mecido, paseado,/momentos antes de su muerte./ Así quiero hoy recordarte,/con la dulce inocencia/de una infancia ya ida,/cansada y contenta/ante un vía-crucis tan largo,/ sin insomnios ni sombras/que hostiguen mis lágrimas./ De vuelta a casa,/ goterones de cera en la túnica,/y atropelladas las palabras./Así quiero hoy recordarte/Señor de la Vera-Cruz,/porque las ausencias nos duelen,/porque los recuerdos también nos duelen”.


Palabras también para el Santísimo Cristo de los Remedios y Paz: “¿Todavía en esa Cruz,/mi Cristo de los Remedios?/Y ¿Tanta Cruz, dime Señor,/para que nadie te entienda?/Luto y sangre, tus cofrades,/los cirineos de Arcos,/pisando van el frío suelo,/y los pulidos guijarros/de tus venerables calles./No llevas flores de muerto,/porque pregonas la vida/sobre la paz de tu imagen/Este, nuestro Jueves Santo,/el jolgorio de los pájaros/parecen anunciar el nuevo,/nacimiento de la luz,/ante el atrio de San Pedro./Por tu enorme fortaleza,/por tu libertad, Señor,/por ella hemos de amarte/y ungirte con Nicodemo/con el aloe y la mirra/de la cálida esperanza./Nos decían, que hay remedio,/a todo menos la muerte./¿Acaso no te conocen?/Que Tú eres la semilla/de un nuevo tiempo, Señor,/la fe que nos legaron/nuestros mayores,/y la paz de los dolientes”.


Recuerdos también para una tarde de Viernes Santo: “la santa tarde del viernes/nos trae mensaje de amor/entre niños penitentes./Para ti quiero la tarde/pequeño, para que juegues,/corre, ríe, sueña siempre/antes de que seas un hombre,/ilumina la alegría/de los que nacieron pobres,/que tu risa sea un eco/alentando a los mayores./Llega la tarde más pura/y trinan los gorriones,/baja ya por San Francisco,/mi niño del Dulce Nombre”. “ Sangre y agua su costado,/Jesucristo de las Penas,/a su madre va abrazado./La Quinta Angustia sostiene,/al que no tiene pecado/Sereno va mi Señor,/el que tanto nos ha amado,/hacia el sepulcro lo llevan,/para ser amortajado./No tienen vida sus ojos,/que tanta luz nos han dado/pero inquieta las conciencias/de quienes le traspasaron./María lleva a su hijo,/ningún hueso le quebraron/los que buscaban su muerte/en lo alto del Calvario./¡Que divina majestad,/este cuerpo soberano,/que un día en Jerusalén/entre palmas fue aclamado!

Los minutos finales del pregón fueron para pasar de la muerte a la resurrección, como hechos inherentes a la Semana Santa: “... Estos altos pensamientos,/Virgen de la Soledad,/con esta humana emoción/y Dios en el corazón,/con el brillo de tu fe/y ungido con tu oración,/es la verdad y es la vida/clamando frente a la muerte/con tan desolado amor./Un oscuro firmamento/de terciopelo y estrellas/va nublando la visión, resbala desde tu espalda, /blanca azucena del Señor./Los poetas te prefieren,/Señora de la Soledad,/eres el alba de Dios,/honda sima del dolor,/entrelazadas tus manos,/recogida en tu silencio/ofreciéndonos perdón./Aún no sabes el destino,/tampoco la resurrección./Como aire en movimiento,/van sonando y ascendiendo/las campanas de San Pedro/con fervorosa canción. De negro los penitentes,/de luto por el Señor.//Hay un cansancio tan viejo,/un inflamado temor,/que de lejos contemplada/es triste esta procesión./Traiga la muerte, el amor/Tú eres mi sola Verdad/Dios contigo en el corazón/Santa Madre Soledad”.


Y para la resurrección. “Por San Francisco te miro,/cuerpecito tan liviano,/tu corazón niño admiro/ desnudito y tan humano./Las campanas van y vienen/con sus falditas de fiesta,/ los niños cantan y tienen/ una alegría dispuesta./Niño de brazos abiertos,/ que despiertas a tu barrio,/resucitando a los muertos/ que creyeron tu presagio./La Paz sea con vosotros,/ nos dijo el Resucitado,/ y este pequeño no es otro/ que el Cristo ya liberado./ El que nos dio vida eterna,/ el que nos ensanchó el alma,/el de la mirada tierna,/ el que nos trae la calma./ Dulce nombre, criatura,/ la piedra angular de Dios/como mueve tu ternura/ como entristece tu adiós./  Día de Resurrección/ es la mañana bendita/ y tu eres el galardón/ eres Dios que resucita./ Calle abajo va mi niño/ en Arcos de la Frontera/y te mira con cariño/ toda la ciudad entera”. Así finalizó.

Entre las anécdotas y los detalles, la pregonera vistió de negro riguroso, muy elegante, y no paró de beber agua durante la casi hora que duró su lectura poética.
Antes, el Consejo Local de Hermandades y Cofradías (CCHH) hizo entrega del libreto que contiene el pregón oficial del año pasado, que pronunciaría el joven sacerdote Antonio Jesús Jaén Rojas , que le fue entregado por el delegado de Cultura, Domingo González. Igualmente, Fabián Manzano García recibió un diploma acreditativo de manos del presidente de la gestora del Consejo, Juan Manuel Sotelo Maestre, por haber pronunciado el XXII Pregón del Estudiante Cofrade.
Al finalizar el hermosísimo pregón, los detalles tradicionales hacia la pregonera por parte de las autoridades, en el caso del delegado de Cultura, Domingo González, y del alcalde, José Luis Núñez. El último invitó a los arcenses a vivir plenamente la Semana Santa de Arcos. El acto contó también con la intervención del presidente en funciones de la gestora del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, Juan Manuel Sotelo, y fue presentado por Mari Nieves Cañas. En el lado negativo, si es que lo hubo, habría que destacar la ausencia de detalles cofrades en el escenario, lo que dejó entrever cierta precipitación en la organización del acto, así como algunas ausencias protocolarias como en ediciones anteriores, como por ejemplo la presencia del alcalde sobre el escenario.

 

A CONTINUACIÓN, REPRODUCIMOS EL PREGÓN ÍNTEGRO DE PEPA CARO:

 

Introducción

 


   ¿Que tengo yo que mi amistad procuras?
   ¿Que interés se te sigue, Jesús mío,
   que a mi puerta, cubierto de rocío,
   pasas las noches del invierno oscuras?
   ¡Oh, cuanto fueron mis entrañas duras
   pues no te abrí! ¡Que extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuantas veces el ángel me decía:
“Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuanto amor llamar porfía”!
¡Y cuantas, hermosura soberana,
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana.

     Lope de Vega

 

 


SALUTACION

 


Reverendo Asistente Eclesiástico y Presidente de la Gestora del Consejo Local de Hermandades y Cofradías D. Juan Manuel Sotelo Maestre.
Iltmo. Sr. Alcalde – Presidente.
Sres. Hermanos Mayores y representantes de las Hermandades y Cofradías.
Miembros de la Corporación Mpal.
Querido presentador, hermanos, hermanas, señoras y señores.

He querido iniciar este acto con un soneto de Lope de Vega, que desde niña ha sido una mis oraciones más repetidas, por su profundidad y belleza.
Con él, os doy las gracias por este inmenso honor de pregonar nuestra Semana Santa, y por ser presentada por el amigo poeta Pedro Sevilla, al que tantas vivencias me unen.
Hemos mantenido con fidelidad de hermanos, una amistad larga, serena y cómplice, cuya receta es la sinceridad y la lealtad. Ambos amamos desde niños nuestra Semana Santa, tanto como amamos nuestro pueblo en sus alegrías y sus adversidades.
Para mí, Pedro Sevilla, es un claro exponente de la cultura arcense, un “caidista” enamorado de su Cristo y de su barrio, y un ser generoso, que siempre está dispuesto a darse a los demás. Muchas gracias, Pedro.
Quizás hubiera sido más fácil para mí, hablaros de la Semana Santa en prosa, descubrir sus artísticas imágenes, desgranar históricamente su tradición de siglos, bucear en el misterio religioso, que es germen primero y esencial de esta celebración, que el pueblo hace suya, de una manera jubilosa y esperanzada. Un río de prosa fluida que os hablara de la labor encomiable del cofrade , que desde niño vive la Semana Santa y la engrandece con su labor y su fé.
Pero me siento tan próxima a todo lo que representa en Arcos esta celebración, que sólo quería profundizar en mi emoción y para ello, debía hacerlo en verso.
El recurso poemático es mas fragmentario quizás, pero más hondo.
Del silencio y la paz de mi casa, os traigo una sincera confesión de mi fé en Dios, y hoy os la brindo con mi mayor respeto, deseando haber acertado en la manera de hacer llegar mi mensaje a todos ustedes.


PRIMERA PARTE: VIA CRUCIS

  

I

De cuando María, hermana de Lázaro, derrama sobre los pies del Señor, un bálsamo precioso …..


VISPERAS


En Vísperas de la Pascua judía,
Jesucristo como un cirio encendido
se dirige hacia Betania, va abstraído,
mientras la noche avanza y duerme el día.
La tristeza es un pájaro sin nido
hasta llegar a casa de María
donde como maestro es recibido
con incontables gestos de alegría
Un aroma de nardos ha caído
sobre sus pies como una lluvia fría
y la roja melena los ha ungido
con reparo, respeto y valentía.
Un discípulo afea su osadía
y Jesús le responde sorprendido:
Déjenla que me honre en este día
porque no me tendréis siempre acogido.
En vísperas de la Pascua Judía,
inicia con amor su cometido.
Mientras la noche avanza y duerme el día.


         ---------- o -----------

 


II

De la entrada triunfante de Jesús en Jerusalen ….

Todo estaba escrito y lo sabía,
sobre un fiel borriquillo,
seguido de infantil algarabía.
Las mujeres hebreas en corrillo
se acercan, ríen, tocan al asnillo,
y le llaman rey por la judería.
Cantan y trotan los chiquillos
con ramitos de palmas como hatillos,
que son ofrendas al rey que les guía.
¡Hosanna, hosanna al Señor, decían!
¡Bendita sea su soberanía!
Entre la multitud, por un pasillo
se oyen las palabras del Mesías:
¡Honrad al Padre, que es el que me envía,
no vengo a juzgar sino a dar la vida!
El poder terrenal recela
tiembla toda la jerarquía,
porque desconfían del brillo
que emana su sabiduría.
Ya se aleja Jesús de Nazaret,
todo estaba escrito y lo sabía
la tarde viene cuajada de aromas,
las palmas mecen su melancolía.

   ---------- O ----------

 

 

 


Domingo de Ramos en Arcos
(El pueblo acude al Barrio Bajo)


A la llamada de  la primavera,
inundando de palmas la mañana,
acuden las hebreas por la acera,
mientras alerta al aire la campana.
Son niños la cohorte pretoriana,
divina infancia que el tiempo acelera,
bendita ilusión que de ellos mana.
Sale Jesús, la gente se aglomera,
mirando su hermosura soberana
en la dulce mañana dominguera.
Señor, cuando mi pueblo te engalana,
y asoma al horizonte tu palmera,
la espina del dolor te subsana.
¡Bendito el que viene, Hosanna, Hosanna!
El Domingo de Ramos, Arcos era
una Jerusalen, ya más cercana.

---------- O ----------

 

 

 

 

Aunque se acerque la noche,
lucero de la mañana,
no olvides la transparencia,
de este barrio que te aclama.
Consuela a los hombres niños,
que en la Caridad te llaman,
míralos con sus miradas,
de tu paz a las hermanas,
en la Jerusalen nueva
de este pueblo que te ama.
Quédate aquí con los niños
que no tienen miedo a nada
y esperan de Dios el reino
y conocen tu palabra.
Paseate entre la gente
en brazos de costaleros
que esperan para mecerte.
Que no venga ya la noche
al huerto de la tristeza,
¡Señor que no sea de noche
que no quiero que te prendan.!


---------- O ----------

 


III

  De la última cena del Señor....

En la última cena,
tomó Jesús lebrillo y agua,
estaba la estancia serena,
los pies de sus discípulos enjuaga
y con su voz ordena:
 
  “Un mandamiento nuevo os doy,
  amaos los unos a los otros,
  como siempre os he amado”

Un discípulo pregunta, indaga,
Jesús paraliza la escena:

  “uno de los presentes
  levantará su calcañar contra mí”

Su mirada se apaga,
se inquieta el que condena:

  “No se turbe vuestro corazón,
  yo soy el camino, la verdad,
  yo soy la vida,
  quién a mi me vé, también ve al Padre”

Ocurrió en la Última Cena,
partió el pan, bendijo el vino,
y antes que la noche se vuelva fragua,
antes que la luna asome llena:

  “La paz mía os doy, mi hora se acerca”

---------- O ----------

 


IV


De cuando Jesús marcha con sus apóstoles, a la otra parte del torrente de Cedrón, donde había un Huerto....


Reza Jesús a su Padre en el huerto,
era noche en el torrente de Cedrón,
la brisa va ungiendo con su aliento
los cabellos brillantes de Jesús,
mientras tiembla el olivo con un lamento.
Judas va a aparecer, tal un mal sueño,
de armas y de antorchas bien envuelto.
Se adelanta Jesús: ¿A quién buscais?
“Buscamos a Jesús el Nazareno.”
Un beso frío y blanco como el hielo,
soldados y ministros lo vigilan,
y una oreja de Malco cae al suelo.
Habla Jesús al Padre y mira al cielo:
¿Como dejar de beber
el cáliz que me estás ofreciendo?
Amarraron sus manos, le prendieron.
La verdadera vid se ha ofrecido
al labrador de almas en silencio.
No saben la maldad y la calumnia
que es a Dios a quién van persiguiendo.
Con piedad infinita Jesús mira,
se deja conducir como un cordero,
porque lo ha dispuesto así su Padre,
antes de retornar al alto Cielo.

---------- O ----------

 

El Prendimiento en Arcos

 

Mi pueblo a Jesús espera,
prendido y cabizbajo,
en las escalinatas viejas
del patio de la Basílica.
Mi pueblo espera al Jesús
que ya de niña veías,
el noble afán de un cordero
sin lujo ni pedrería,
solo junto a los olivos
en la noche oscura y fría.
He visto como rozan
las cimbreantes ramas
el farol de la esquina
y como va su sombra
por la pared de cal
de las casas antiguas.
Solemne va el Prendido
con sus manos atadas,
sobre un monte de flores
que arropa sus pisadas.
Sobre el vértigo de las tejas,
donde el jaramago se inclina
con un dulce beso amarillo,
asoma con su paso lento
la humildad que camina.
Jesús del Prendimiento:
¿Que esperas que te diga?
Dios de lo hermoso,
sueño de mi infancia ida.
¡Ay con cuanta fé te miran,
con cuanto silencio te olvidan!

 

Da luz, Señor, a este pueblo,
dale esperanza en la vida,
porque andabas por mi calle,
y era mi madre la fé,
y era la casa encendida,
y era mi oración oculta,
que ya a solas te decía.
Luego te retornabas manso,
Cuesta de Belén arriba,
con la soledad a cuestas,
y la espalda dolorida.
Como almas tiemblan los cirios,
volviendo a Santa María.
¡Vuélvete y míranos, Jesús!
Que ya entra la cruz de guía
y hay quien estando cerca,
mira y no ve tus heridas,
mas tu siempre perseveras,
y a la hora prevenida
canta el gallo una vez,
hasta tres veces seguidas.
¿Todavía te negamos
bajo esta luz, todavía?

---------- O ----------

 

 

 

V

De cuando Jesús es presentado ante Pilados y azotado...


Tejen los soldados romanos,
una corona de espinas
y la colocan con sus manos
sobre la cabeza del Señor,
como hacen a los villanos.
Su frente derrama sangre,
turbio se ríe el tirano:
¡Salve, oh rey de los judíos!
gritaron desaforados.
Vistieronle  un manto púrpura,
le azotaron y golpearon,
y una caña le entregaron,
escupíanle inclementes,
y de rodillas hincados,
del mas puro se mofaron.
Pilatos tiene miedo,
la inocencia del Justo
ensuciará sus manos:
¡Allá os la veáis vosotros!
Un Pilatos desconcertado,
en el pórtico del Pretorio,
derrama agua por su manto.
Vuelven a poner sus vestidos
al ungido de Israel,
le llevan para matarlo.

---------- O ----------

 

 

Nuestro Señor Atado a la Columna, Maria Santísima de la Paz, San Antonio de Padua
Cuando por la tarde asoman
capirotes en la sombra
el martes santo se crece
y nos persuade y asombra.
Un azul de marzo en vuelo,
nos pinta celeste la luz
que va acariciando el suelo.
Un resonar de trompetas,
abre camino hacia el Cielo.
En el umbral de la puerta,
aparece San Antonio,
con un niño entre sus manos,
para dar testimonio
como Prioste y hermano.
El es el intermediario
de siglos en este barrio.
Ilumina el pensamiento,
nos acerca su corazón,
y va delante de Cristo,
en su periplo de dolor.
Los armaos, la centuria
pintoresca y andariega,
que se jugara a los dados
la ropa del Salvador,
bajan y suben intrépidos,
con un ritmo acordado
de sandalias y de tambor.
Así, con esta ironía,
la gente del pueblo niega
a los que prendieron a Dios.
El Señor es azotado,
inclina la espalda herida
ante el brazo del romano,
es la imagen más querida
de los frailes franciscanos.
El látigo pende, oscila,
el viento lo trae y lleva
en la mano del tirano,
mientras la luz se derrama,
por un rostro tan humano.
En la calle de Gomeles,
las pandillas de jóvenes
aspiran a sus laureles
buscando el primer amor,
la primavera nos trae
la pasión adolescente,
junto a esta otra pasión.
Todas las madres prefieren
ir tras la Virgen de la Paz,
tan morena y vigilante
como el faro sobre la mar,
navegante entre balcones
de velas tiene un altar,
buscando por los caminos
al hijo que van a azotar.
Los costaleros de la Paz
respiran con gran emoción,
con la fuerza de sus brazos
se encomiendan al redentor.
Cuando regresan al templo,
las estrellas resbalando,
cuelgan como luceritos
del terciopelo del manto.
Que sencilla es tu entrega
de la paz Reina y Señora,
consuelo de los que rezan.
Que belleza peregrina,
por los ciegos callejones
tu tristeza se adivina.
Cuesta tanto despedirse
de este cordero tan manso,
que junto a la reja estoy
orando por su descanso.
Con saeta y devoción,
cierra el martes de pasión.
---------- O ----------
VI


De cuando, llevando a cuestas la cruz, Jesús fué caminado hacia el sitio llamado el Gólgota...


“¡Hijas de Jerusalen,
no lloréis por mí, llorad
por vosotros y los niños!”
dijo Jesús caminando,
llevaba una cruz a cuestas,
y se dirige al Calvario:
“Tratan así al árbol verde,
pues con el seco ¿que harán?”
Con su cruz a cuesta va
Jesucristo el Nazareno:
“¿Como tendríais poder sobre mí
si no os fuera dado desde arriba?”
¡Hijas de Jerusalen
que no lloréis por mí !
En la calle grita el pueblo,
es un rugido feroz,
Jesús los mira y les dice:
“Mi reino no es de aquí”
No lo entiende el Cireneo
yendo camino del Gólgota,
al paso de un hombre herido.
Llevaba una Cruz a cuestas,
y tres veces ha caído
y tres veces se levanta,
tanto amor, tan dolorido.
Se espesa la noche pura.
De los ojos de su madre,
que le sigue en la distancia
se desprende la amargura.

---------- O ----------


Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y María Santísima de la Amargura

 

Yo nací un Lunes Santo
en la calle Corredera,
una mañana de Marzo
de la alta primavera.
De pequeña me asustaban,
esos negros penitentes,
que con sus cruces pasaban:
¿Quienes eran los dolientes?
Tanto frío y sin zapatos
en noche tan inclemente
¿Por que iban de promesa?
Yo les rezaba a ratos,
y otros ratos tan traviesa
lo alejaba de mi mente.
Luego el sueño me rendía.
Jesús pasaba despacio
hacia Santa María.
Yo nací un Lunes Santo,
y ahora que lo pienso
cuando sangran las heridas
no hay mirada sin quebranto
Jesús de las Tres Caídas.

---------- O ----------

 

 

 

Yo era la niña de calcetines,
en un escalón de la Correrdera,
que vagaba absorta en los colorines
de aquella bengala tan certera.

Joselito Pío en la calle Alta
con su larga caña y su escalera
iluminaba la Semana Santa
cuando bajaba la Luz verdadera.

Que bondadosa visión por mi mente
que tierna y jubilosa la mirada
que rendida devoción en la gente.

Yo era niña de calcetín corto
esperando con el rostro absorto
a  Dios con una túnica morada.


---------- O ----------

 

 

 

Un lunes de negro asombro,
y de sombras por las calles,
plenas de cal y silencio.
Desfilan los penitentes,
con rigurosa obediencia,
el paso de Dios Caído,
nos remueve la conciencia.
El océano  de rostros,
en el umbral de la puerta:
ese es el manso cordero,
y le seguimos sus huellas.
En la Plaza de las Aguas,
ya se agitan sus palmeras
y de una garganta triste,
llora sangre una saeta,
es un tributo al dolor
del que alivia nuestras penas.
Tienen en la calle Alta
mil rosarios y suspiros
para la Virgen Eterna,
tras los pasos de Jesús,
va la Amargura velada,
de deslumbrante belleza.
¡ Ay costaleros que vais,
con esfuerzo solidario
bajo las trabajaderas,
vosotros sois el alma,
de una estación sincera,
que nos devuelve al Señor
cada año en primavera.
¡Cuanto camino, mi Dios,
y que larga que es la espera,
cuanta pena Madre mía,
y cuanta amargura llevas
por esas calles de Arcos,
un lunes Santo cualquiera.


La noche ya ha cumplido,
y llega la madrugada
con esta devota pasión,
en la Semana mas larga.
Encogido va el corazón,
y los hermanos regresan,
algunos vienen descalzos
por esas gastadas piedras,
pero El, tres veces caído
se ofrece solo a la  muerte
y de ella nos libera.


---------- O ----------

 

 

 

 

 

 

¿Que tengo yo que mi amistad procuras?
Lope de Vega          


¿Que tienes Tú, Señor de San Francisco
que el Lunes Santo mi amistad procuras?
¿Que tiene esa mirada tan lejana
que a la mía captura?
Dime Señor Caído,
Dios, Amor y  mesura
Dime ¿Porque me eliges,
si mi alma es dura,
y no encuentro camino,
para ver en tu dulzura?
Siempre esperas paciente,
- en mi alma tu voz pura -
mientras azota al mundo
su egoísmo y su locura.
Esperame, Caído,
aleja la negrura
del perdón que olvido.
¿Que tiene tu figura
que acoge a los cansados
y los alivia y los cura?:
“En mi hallaras descanso
almas de mis criaturas”
eso dice el Señor de San Francisco,
que mi amistad procura.
¡Tuya es, Jesús Caído
y de tu madre Amargura!

---------- O ----------

 

 

Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, San Juan Evangelista y la mujer Verónica

 

Te lloramos, Nazareno,
Señor de San Agustín,
se sigue nublando el cielo.
Hace siglos que tu bendición,
nos llena de caridad,
y nos colma de silencio.
El Cirineo sostiene
en sus manos el madero,
la fe espesa en el aire,
mueve tu melena el viento.
La santa mujer Verónica,
muestra tu rostro en un lienzo,
y tu madre, en su dolor,
en constante desconsuelo.
Madrugada intensa,
de plegarias y rezos.
Amanece en San Francisco,
tu generosa mano
es mirada con respeto.
En ventanas y balcones
tu imagen como un espejo,
hacia el Barrio Bajo bajas,
bendiciendo río y huertos
Con tu morada presencia,
despiertas olas de sueños.
Los que tienen sed de ti
los oprimidos y enfermos
te pedimos Nazareno,
te suplicamos, Señor, Nazareno,
da fortaleza a los jóvenes.

 

Singular Alcalde Perpetuo,
un corazón que se eleva
como una nube de incienso.
Todas las madres dolientes
le susurran sus desvelos
al que está en San Agustín
vestido de Nazareno.


---------- O ----------

 

 

 

 

 

 

 


Si el mayor dolor traspasa
por la pérdida de un hijo,
se ahoga el aire en los pulmones,
se lacera el corazón,
y en el vientre tan vacío
ve pasar un día y otro
con un grito dolorido.
Nunca será igual, los días,
se amontonan tan amargos
quedando solo consuelo,
de los momentos vividos.
El gran dolor de María
con el apóstol querido,
cada año recorre Arcos
barruntando muerte y frío,
Jesús aún sin clavar
caminando al abismo.
La saeta que es dolor
cruza con medio grito
de veneración a Dios
de honda y oculta oración
por el dolor del cautivo.
Mayor dolor de una madre
que acompaña al Nazareno
y habita en San Agustín
con el más intenso rezo.
Porque así como la Virgen
por siglos te llora el pueblo.


---------- O ----------

 


VII
…. De cuando los soldados, habiendo crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos y su túnica.

El pueblo miraba agitado,
cobarde e irreverente,
cínico el cartel clavado
le llama rey de Israel,
con dos mas crucificado:
¡Sálvate, si eres Dios!
Gritaban sin compasión
al mejor de los nacidos.
La avaricia de soldados
roba túnica y vestidos.
Tengo sed, dice Jesús,
con vinagre humedecen
sus labios descoloridos.
María Magdalena,
la María de Cleofás
y el discípulo querido,
junto a su madre comparten
la agonía de Jesucristo.
Ante un cielo en tinieblas,
Jesús entregó su espíritu,
una lanzada al costado:
¡Perdónalos, Padre mío!
Y cuando la parasceve ,
cerca del sábado judío,
se rasgó el velo del templo,.
Todo estaba ya cumplido.
También conocerá el ladrón
las puertas del Paraíso.
Ni le quebrarán sus huesos,
ni olvidarán los impíos.
Ha muerto el de Nazaret,
y ya esperamos en Cristo,
palabra de Dios, semilla,
que abonarán sus discípulos.
---------- O ----------
SEGUNDA PARTE

CRUCIFICADOS DE ARCOS

Santísimo Cristo del Perdón, Maria Santísima de la Piedad y San Juan Evangelista
      A Antonio Luis Baena, hermano del Perdón,
      que se nos fue el pasado año.

 

Cada Miércoles Santo,
a las nueve en punto, el poeta,
cruza la plaza del Cabildo
para ver al Cristo del Perdón.
Está la brisa quieta
y mudo tiene el llanto,
se agita su mirada
y pone a prueba su corazón:
¿Cómo pedirte cuentas, Señor?
¡Que lección que perdones,
lo que aún no puedo yo!
Rauda y fría como saeta,
la región de la muerte rozando,
atribulado su amor:
¡Sólo te tenemos a tí, sálvanos!
Y así, un año y otro año
el poeta de traje oscuro
a la salida del crucificado,
con su hora exacta en el reloj.
Este año te mirará mas cerca,
musitará su oración
por fin delante ti,
de ti, Señor del Perdón.


---------- O ----------

 

 

Tímidos, temblorosos,
son los pensamientos de los mortales,
pero tú, Jesús,
lejos de los gestos banales,
perdonas los pecados
sin enjuiciar nuestros males.
Desde el cielo contemplas
por ver si te buscan los hombres
y parece de noche siempre:
Quien hace daño, la luz aborrece.
Vino pues la luz enviada,
escudo de los inocentes
y crucificamos tanta luz:
Perdona a tus hijos, Padre,
porque no saben lo que hacen.


---------- O ----------

 

 

 


La Virgen de la Piedad
tiene el rostro de una madre,
esta sola en el Calvario,
y ve agonizar su sangre.
El que todo lo perdona,
Miércoles Santo, ya tarde,
sale sumiso en la Cruz,
del Templo va hacia la calle.
El pueblo admira en silencio,
y El, desnudo como el aire
va iluminando la noche
seguido por los cofrades.
¿Quien te canta, a ti Señor?
¿Quien admira tu semblante?
La Virgen de la Piedad
tiene las manos de una madre
implorando compasión,
nunca fue la pena tan grande.
Con las entrañas heridas,
no haya, remedio sus males.
Va su hijo moribundo,
hacia la casa del Padre,
morados túnicas y cirios
que sueñan con desclavarte
y con devolverte al mundo
que nunca ha sabido  amarte.
Llevas siglos con nosotros,
Cristo de Santa María,
y nos ofreces tus brazos,
para abrazar nuestra vida.
No hay luz como la tuya,
y es bello tu semblante
gracias, Señor del Perdón,
perdona a tus semejantes.

---------- O ----------

 

Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, Nuestra Señora de las Angustias, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista.


Yo te recuerdo
con el asombro de la niña que fuí,
tu oscura piel, ya mortecina,
demudado rostro sin vida,
Señor de laVera-Cruz.
Pero tú no eras mi cantar,
porque la muerte todavía
estaba lejos de mi pensamiento,
y mi madre planchaba,
las cuatro túnicas tan blancas
que íbamos a lucir
a las seis de la tarde.
No sabía aún,
que el dolor nos acerca a Dios,
y que rezamos pidiendo consuelo,
cuando las ausencias son para siempre.
Nos desbordaba la alegría
cuando llegaban los armaos
con su legión de niños
imitándoles,
los globos de colores,
nuestros zapatos nuevos,
eran el preámbulo
de una tarde dichosa.
Resucitar, era la magia
que ahuyentaba la pena.
Mi madre iba contándonos,
los difíciles momentos del Señor,
escarnecido por los hombres,
pero nuestro corazón ,
todavía ileso, confiaba
en quién todo lo puede,
por amor a sus criaturas.

Recuerdo emocionada
el momento de abrir las puertas
del Hospital de San Juan de Dios,
la cruz de guía avanzando,
y la luz primaveral
guiñando nuestros ojos,
asomados al capirote,
las manos enguantadas
y la sonrisa oculta.
Era nuestra procesión,
era mi barrio.
La preciosa Virgen de las Angustias,
miraba al cielo llorosa
delante de la desnuda Cruz,
con el sudario blanco.
San Juan abriendo la procesión
con una palma,
y mi Cristo de la Vera-Cruz,
mecido, paseado,
momentos antes de su muerte.
Así quiero hoy recordarte,
con la dulce inocencia
de una infancia ya ida,
cansada y contenta
ante un via-crucis tan largo,
sin insomnios ni sombras
que hostiguen mis lágrimas.
De vuelta a casa,
goterones de cera en la túnica,
y atropelladas las palabras.
Así quiero hoy recordarte
Señor de la Vera-Cruz,
porque las ausencias nos duelen,
porque los recuerdos también nos duelen.


---------- O ----------


Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora de los Dolores



¿Todavía en esa Cruz,
mi Cristo de los Remedios?
Y ¿Tanta Cruz, dime Señor,
para que nadie te entienda?
Luto y sangre, tus cofrades,
los cireneos de Arcos,
pisando van el frío suelo,
y los pulidos guijarros
de tus venerables calles.
No llevas flores de muerto,
porque pregonas la vida
sobre la paz de tu imagen.
Este, nuestro Jueves Santo,
el jolgorio de los pájaros
parecen anunciar el nuevo,
nacimiento de la luz,
ante el atrio de San Pedro.
Por tu enorme fortaleza,
por tu libertad, Señor,
por ella hemos de amarte
y ungirte con Nicodemo
con el aloe y la mirra
de la cálida esperanza.
Nos decían, que hay remedio,
a todo menos la muerte.
¿Acaso no te conocen?
Que Tú eres la semilla
de un nuevo tiempo, Señor,
la fé que nos legaron
nuestros mayores,
y la paz de los dolientes.

 

Contigo quiero rezar,
oh Dios que todo lo puedes,
el Señor de los Remedios,
por los que padecen hambre
por los niños, los enfermos,
por lo absurdo de la guerra,
y de los malos gobiernos.
Venid y os aliviaré,
venid a mi nos dijistes,
y he aquí que ya vengo
a contarte mis pesares,
como tu nos enseñaste,
antes de alzar el vuelo,
antes de subir a lo Alto
a la gloria de los Cielos.


---------- O ----------

 

 

 

 

 

Qué acertado tu nombre,
Virgen María,
un corazón tan noble,
¡ cuanto sufría!.
Tu pañolito al viento,
Virgen de amores,
tus puñales de plata
sentada entre las flores.
Que hermosa contradición
este barroco que vive
en un gesto de emoción.
Abanico de luces
parece el manto
que te quita el frío
que no oculta tu llanto.
¡Con cuanta fé te miro,
cuando pronuncio tu nombre!
¿Quien te puso Dolores,
Virgen María?
Que acertada palabra
en tu agonía.


---------- O ----------

 

 

 

VIII
DESCENDIMIENTO EN ARCOS

Dulce Nombre de Jesús, Cristo de la Penas y Señora de la Quinta Angustia

Llega la tarde del viernes,
y un niño de Dulce Nombre,
de San Francisco a las siete,
irrumpe entre los tambores.
Es tan pequeñito y tiene
- vestido de Nazareno -
su pesada cruz a cuestas
caminando entre los fieles.
Así vemos desde Arcos,
el triunfo frente a la muerte,
una límpida inocencia
que a la esperanza nos lleve.
Va rodeado de niños,
el que nació en un pesebre:
“Bienaventurados sean,
los que no me han visto y creen”
El Jesús del Dulce Nombre,
la santa tarde del viernes
nos trae mensaje de amor
entre niños penitentes.
Para ti quiero la tarde
pequeño, para que juegues,
corre, ríe, sueña siempre
antes de que seas un hombre,
ilumina la alegría
de los que nacieron pobres,
que tu risa sea un eco
alentando a los mayores.
Llega la tarde más pura
y trinan los gorriones,
baja ya por San Francisco,
mi niño del Dulce Nombre.
---------- O ----------

 


Sangre y agua su costado,
Jesucristo de las Penas,
a su madre va abrazado.
La Quinta Angustia sostiene,
al que no tiene pecado.
Sereno va mi Señor,
el que tanto nos ha amado,
hacia el sepulcro lo llevan,
para ser amortajado.
No tienen vida sus ojos,
que tanta luz nos han dado,
pero inquieta las conciencias
de quienes le traspasaron.
María lleva a su hijo,
ningún hueso le quebraron
los que buscaban su muerte
en lo alto del Calvario.
¡Que divina majestad,
este cuerpo soberano,
que un día en Jerusalen
entre palmas fué aclamado!.
En el duelo  por su hijo,
con el retumbar lejano
de un tambor enloquecido,
sudan ansiosas sus manos.
Va acabando la pasión
Se producirá el milagro
y los lienzos del Señor
en el suelo abandonados
dirán  la resurrección
y todo estará acabado.
La Quinta Angustia acaricia,
al que porta en su regazo,
es la columna más firme
que pudiera sustentarlo.

Ensimismado en su amor,
mi pueblo les va mirando,
¡que pequeño el horizonte,
y que camino tan largo.!
Muerto, el Cristo de las Penas,
y con su madre abrazado
por la plaza de las Aguas
hacia el templo va llegando,
¡la hiriente yaga nos quema
le llevan a amortajarlo!
Que injusta fué la condena
Jesucristo de las penas.


---------- O ----------

 

 

 

 

 

 

IX
LA MUERTE

Cristo de la Buena Muerte, Nuestra Señora de la Soledad y el Santo Sepulcro


Porque te he seguido
absorta, tantas veces,
en aquellos viernes perdidos,
Señor de la Buena Muerte
en ese ataúd guarecido,
sé como este Viernes Santo hiere
con triste luz los olivos,
mustia la plata en los cardos,
y los mimbrales del río,
los mece un viento furioso;
sufren las piedras el frío,
las almenas se entristecen,
la nube en su poderío
vuelve a llover si Dios quiere,
por esquinas, en lo umbrío,
el cristal del cielo tiene
abiertas dagas de frío.
La muerte, de negro viene,
con los labios vacíos,
nuestra Soledad no puede
contener tanto extravío:
¡Tu gracia Señor aliente,
que estos pensamientos míos
se desesperan por verte!


---------- O ----------

 

Estos altos pensamientos,
Virgen de la Soledad,
con esta humana emoción
y Dios en el corazón,
con el brillo de tu fé
y ungido con tu oración,
es la verdad y es la vida
clamando frente a la muerte
con tan desolado amor.
Un oscuro firmamento
de terciopelo y estrellas
va nublando la visión,
resbala desde tu espalda,
blanca azucena del Señor.
Los poetas te prefieren,
Señora de la Soledad,
eres el alba de Dios,
honda sima del dolor,
entrelazadas tus manos,
recogida en tu silencio
ofreciéndonos perdón.
Aún no sabes el destino,
tampoco la resurrección.
Como aire en movimiento,
van sonando y ascendiendo
las campanas de San Pedro
con fervorosa canción.
De negro los penitentes,
de luto por el Señor.
Hay un cansancio tan viejo,
un inflamado temor,
que de lejos contemplada
es triste esta procesión.
Traiga la muerte, el amor
Tú eres mi sola Verdad
Dios contigo en el corazón
Santa Madre Soledad.
---------- O ----------


X


RESURRECCION


De cuando el primer día de la semana, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro.....


Lejos de mi el crujir de la Tierra,
cuerpo sin color, ni sombra ni nombre,
a quién un sepulcro oscuro encierra
y hoy es milagro y libertad del hombre.
Nunca quiso el poder ni la fortuna,
fue un reinado de amor y de esperanza
por una senda hostil como ninguna
donde desfallecer mientras se avanza.
Regalo es de Dios que nos habita
otorgando hermosura a las almas
inflamando el corazón que dormita
para llegar a la perdida calma.
Te liberó tu Padre del reposo
y de las malas lenguas que murmuran.
Apareces ya celestial, gozoso
protegiéndonos tu mirada pura.

 

---------- O ----------

 

 

El Resucitado en Arcos


Por San Francisco te miro,
cuerpecito tan liviano,
tu corazón niño admiro
desnudito y tan humano.
Las campanas van y vienen
con sus falditas de fiesta,
los niños cantan y tienen
una alegría dispuesta.
Niño de brazos abiertos,
que despiertas a tu barrio,
resucitando a los muertos
que creyeron tu presagio.
La Paz sea con vosotros,
nos dijo el Resucitado,
y este pequeño no es otro
que el Cristo ya liberado.
El que nos dió vida eterna,
el que nos ensanchó el alma,
el de la mirada tierna,
el que nos trae la calma.
Dulce nombre, criatura,
la piedra angular de Dios
como mueve tu ternura
como entristece tu adiós.
Día de Resurrección
es la mañana bendita
y tu eres el galardón
eres Dios que resucita.
Calle abajo va mi niño
en Arcos de la Frontera
y te mira con cariño
toda la ciudad entera.

 

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