El cuerpo humano tiene, en el caso de un sujeto con una salud correcta, una temperatura interna estable de 37 grados, lo que se traduce en una temperatura superficial del orden de 32 y 34 grados, dependiendo de la zona de piel estudiada, según han explicado a la Agencia Efe fuentes del centro tecnológico Leitat (Terrasa).
Si se aprovecha la diferencia de temperatura que existe entre el cuerpo humano y su medioambiente se puede generar electricidad usando un material termoeléctrico adaptado, según estas fuentes.
Por lo tanto, el principal objetivo de la actuación es aprovechar la energía liberada por el cuerpo transformándola en electricidad mediante el efecto termoeléctrico (se desarrolla electricidad por la acción del calor).
Es en esta hipótesis en la que se ha basado esta investigación de los centros tecnológicos de Leitat y de Asintec (Toledo), ya terminada y que ahora está en fase de “retoques y mejoras”.
Para ello, los investigadores han concluido que para aprovechar esta “nueva energía renovable” la solución más adecuada es la integración de un módulo o dispositivo termoeléctrico “en los elementos que generalmente constituyen la interfase entre la piel y el medioambiente: los textiles que constituyen la ropa”.