La condena de esta semana al antiguo ministro de Seguridad Pública chino Zhou Yongkang mostró una vez más la a veces poco conocida pero frecuente relación de los líderes comunistas con la superstición, ya que la sentencia desveló fuertes lazos entre él y el "sabio de Xinjiang", un controvertido adivino.
Pese a los intentos de Pekín por que los líderes chinos no caigan en ritos ancestrales como el feng shui, perseguidos por el maoísmo y aún mal vistos hoy por sus herederos, parece que Zhou, el cargo de mayor nivel juzgado en la República Popular desde su fundación, era un acérrimo seguidor.
La cadena perpetua dictada el jueves por el Tribunal Popular de Tianjin -noreste- consideró culpable a Zhou de revelación de secretos de Estado por haber entregado seis documentos confidenciales a Cao Yongzheng, un célebre místico con supuestos poderes adivinatorios.
Zhou solía decir de Cao, de 56 años, que era la persona en la que más confianza tenía, y tanto él como otros personajes de la trama corrupta acudieron a él para pedirle consejo o intentar vislumbrar su porvenir.
Nacido en 1959, Cao se ganaba la vida en su juventud como profesor y editor en la región noroccidental de Xinjiang, según contó en su día la revista económica Caixin, una de las primeras que le siguió la pista durante los dos años del "caso Zhou".
En los años 90 comenzó a estudiar arcanos saberes orientales como el feng shui o el chi kung, y a ganar fama por supuestas habilidades paranormales como la de sanar enfermedades incurables.
En 1994 hasta el oficial Diario del Pueblo, portavoz del Partido Comunista, dedicó sus páginas a promocionar a este presunto maestro de lo sobrenatural, que empezó a ser entonces conocido como el "sabio de Xinjiang", la región donde vivía.
Su fama le acercó entonces a Zhou Yongkang, pero también al hijo de este, Zhou Bin, y a Li Chuncheng, mano derecha de Zhou cuando éste era el principal líder de la provincia central de Sichuan.
Se cuenta que Li pagó 1,6 millones de dólares en consultas a Cao para que le aconsejara sobre un posible cambio de lugar de la tumba ancestral de su familia.
La vinculación entre Zhou padre y Cao, de quien se dice que predijo en 1993 que Pekín organizaría unos Juegos Olímpicos, culminó en la entrega de los mencionados secretos de Estado, de los que, en todo caso, no han trascendido detalles.
Tampoco se sabe demasiado del actual paradero de Cao, una de las figuras de la extensa trama del "caso Zhou" que pasó desapercibida durante más tiempo, ya que no ocupaba cargos políticos de importancia.
Sí se sabe que gracias a la protección de Zhou el "sabio de Xinjiang" obtuvo facilidades para abrir una firma petrolera en 2005, en cooperación con un antiguo alto cargo de la petrolera CNPC, donde su influyente admirador fue director general en los años 90.
En 2013, cuando comenzaron las investigaciones contra Zhou y esa empresa fue intervenida, Cao intentó huir sin éxito a Taiwán y se presupone que está detenido a la espera de juicio.
La vinculación entre Zhou y el místico no es un hecho aislado en un régimen donde según estudios de la Academia China de Gobernancia un 52 % de los altos cargos admite creer en fenómenos parapsicológicos.
En 2013, otro exministro chino condenado por corrupción, el antiguo responsable de Ferrocarriles Liu Zhijun, fue vinculado a otro "mago", el médico tradicional Wang Lin, de quien se decía que le vendió un amuleto para que le protegiera durante su etapa al frente de la red ferroviaria nacional.
También fue famoso el caso de un secretario local del Partido Comunista en Taian (este) al que un experto en feng shui convenció de que ascendería al Gobierno central si construía un puente, algo que obligó a cambiar la ruta de una autopista nacional.
"La superstición tiene todavía mucho espacio en la sociedad china, llena el vacío de la fe religiosa para muchos oficiales, que llegan a ser incluso adictos a ella", señalaba recientemente en unas declaraciones a Xinhua Daily el sociólogo He Xingliang.
Otro estudioso, Ren Jianming, de la Universidad Aeronáutica de Pekín, reflexionaba que la peculiar forma de ascender en el régimen ayuda a que triunfen heterodoxas prácticas.
"La elección de líderes no es una competición abierta, lo que la hace impredecible, da un halo de misterio a los ascensos, y provoca que muchos cargos busquen desvelar ese misterio con superstición", analizó.
Para el analista chino Sima Nan, los políticos corruptos son más supersticiosos que los honrados, y es en momentos en los que se sienten más tentados por poder y riquezas cuando deciden acudir a ayudas ultraterrenales.
Algo que, paradójicamente, en el caso del "zar de la seguridad" Zhou, parece que fue una de las principales causas de su caída.