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Mano de obra barata para erigir los lujosos rascacielos de Bangkok

Las extensas plumas de grúas copan allá donde se mire el cielo capitalino, donde el auge de la construcción sigue a un ritmo desenfrenado

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El ostentoso rascacielos MahaNakhon, destinado a convertirse en el más alto de Tailandia con 314 metros, alberga en su interior a miles de trabajadores que dan forma al suntuoso edificio a cambio del salario mínimo.

En turnos de 12 horas, los obreros, la mayoría inmigrantes de países vecinos, erigen la lujosa torre que renovará el horizonte de Bangkok y por cuyos trabajos obtienen un jornal de unos 300 baht (8,3 dólares o 7,5 euros) al día, el mínimo legal.

Las extensas plumas de grúas copan allá donde se mire el cielo capitalino, donde el auge de la construcción sigue a un ritmo desenfrenado.

La vorágine urbanística prosigue con la transformación de la línea del firmamento bangkokiano a pesar de las alertas sobre el descenso de la economía tailandesa anunciadas por los expertos.

Bangkok, que a principios de los noventa era una extensa planicie de casas bajas, alberga en la actualidad centenares de edificios que superan los cien metros de altura.

"Decenas de miles de trabajadores en el sector de la construcción en Tailandia son obreros procedentes de Birmania, Laos y Camboya que buscan un futuro más próspero que el que tienen en sus países de origen", asegura a Efe el activista Andy Hall.

La Organización Internacional del Trabajo señaló en un estudio publicado en 2007 que los trabajadores inmigrantes, incluso aquellos que cuentan con su situación regularizada, aceptan sueldos por debajo del salario mínimo y encuentran dificultades para el acceso a los servicios de seguridad social.

"Generalmente (los obreros inmigrantes) carecen de la regulación adecuada para trabajar en el país", acota Hall para detallar los numerosos abusos a los que los obreros sin papeles se ven expuestos, tales como mayores jornadas y exigencias labores, pagas por debajo de lo estipulado o incluso no llegar a cobrar.

El Departamento de Estado de Estados Unidos sitúa a Tailandia al mismo nivel que Afganistán, Chad, Iraq y Niger, en términos de inmigración ilegal.

Estudios calculan que en el país del Sudeste Asiático hay unos 2 millones de inmigrantes legales y al menos una cantidad similar de irregulares.

Es práctica extendida en el sector de la construcción tailandés que las promotoras confíen en empresas intermediarias para subcontratar a los operarios que levanten las edificaciones.

"Entre otros problemas destacan los numerosos accidentes laborales. Las condiciones de seguridad son increíblemente pobres", apunta Hall.

El actual director general del Departamento de Trabajo, Arrug Phrommanee, sostuvo durante una entrevista con Efe el pasado año que las industrias tailandesas cubren con trabajadores inmigrantes la oferta laboral donde los tailandeses no quieren trabajar por ser "industrias sucias, duras o peligrosas", como la construcción.

Las empresas de subcontrata establecen de manera habitual asentamientos temporales a las afueras de Bangkok donde pernoctan los trabajadores de la construcción.

En uno de estos campamentos, en la vecina provincia de Samut Prakan, al sureste de la capital, los obreros cuentan con un básico habitáculo de 3 metros cuadrados dispuesto dentro de un contenedor para el transporte de mercancías.

El refugio temporal, con una capacidad para 1.000 personas, también cuenta con un pequeño mercado de abastos, una cantina, lugares para la higiene personal, lavadoras comunitarias y hasta un colegio para los más pequeños.

"Las condiciones aquí son mejores que en otros campamentos o empresas", señala la tailandesa Mon, trabajadora en la construcción desde hace años.

Las familias de muchos de estos inmigrantes de países fronterizos con Tailandia dependen de las remesas que sus parientes les envían tras recibir sus exiguos salarios.

"Aquí gano más dinero y hay mucho más trabajo, además las tareas son menos duras que en mi país", comenta el camboyano Sophon, de 32 años, quien trabaja como obrero desde hace dos años en Tailandia, donde el hambre de cemento permanece insatisfecho.

Al MahaNakhon, que abrirá sus instalaciones en el segundo semestre de 2016, le durará poco el reinado como el edificio más alto en un país en el que ya están proyectados al menos cuatro edificios que le superen, uno de ellos de 615 metros de altura.

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