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La guerra provoca en los niños sirios depresión, trauma y suicidios

Depresión, trauma e intentos de suicidio, los trastornos más frecuentes que deja la guerra de Siria en los niños

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Desórdenes postraumáticos, trauma, depresión y hasta intentos de suicidio. Estos son algunos de los trastornos psicológicos que presentan entre el 70 y el 75 por ciento de los niños sirios que han sufrido una guerra que, a día de hoy, se mantiene viva y que ha dejado ya más de 250.000 muertos y cerca de cinco millones de refugiados.

Así lo explica a Europa Press la psicóloga Fátima al Khatib, del colegio del Servicio Jesuita a Refugiados en Beirut (Líbano), una de las siete escuelas que esta organización internacional ha habilitado para atender a los desplazados por el conflicto en el Líbano, una nación de poco más de cuatro millones de habitantes que acoge a 1,2 millones de sirios.

Niños que han sufrido un tremendo impacto emocional en sus vidas. "Tienen un sentimiento muy fuerte dentro de ellos y no son capaces de expresarlo. Por eso lo manifiestan a través de golpes o de conductas como la hiperactividad o la impulsividad", explica Fátima.

"TE VOY A ENTREGAR AL DAESH"

La crueldad que han visto se revela en sus dibujos sangrientos, en sus conversaciones en el patio -"te voy a entregar al DAESH", se intimidan entre ellos- o cuando se amenazan con el gesto de decapitarse.

El trabajo de Fátima es intentar ayudar a estos niños a elaborar de algún modo ese trauma. Para ello trabaja -entre otras cosas- con las palabras, las conductas y los conceptos que se han ido conformando en las cabezas de estos menores a través de los terribles episodios que han presenciado durante la guerra.

Si en sus dibujos abundan "aviones, proyectiles y gente muerta" y usan los colores rojo y negro, en el colegio procuran que representen imágenes con colores más alegres para que esos "conceptos vuelvan a sus cabezas de una forma distinta".

"Intentamos cambiar los modelos que los niños han aprendido y tienen guardados en su cabeza para que puedan revertir lo negativo que han visto en algo bonito", comenta la pedagoga.

El trabajo de esta escuela a las afueras de la ciudad, apoyada por Entreculturas, busca que las secuelas de las guerra no les acompañen para siempre. Que esas bombas que no caen en Beirut dejen de despertarles por la noche.

https://www.youtube.com/watch?v=aAPCnrVWE0k

NIÑOS QUE NO HABLAN

El subdirector del colegio, Ángel Benítez-Donoso, un jesuita español de 31 años, cuenta que los alumnos que llegan el primer día al centro se encuentran asustados y algunos pasan días y hasta meses en el patio casi totalmente paralizados. Otros no hablan.

"Hubo un niño que no hablaba durante meses y al que todos los días yo le preguntaba ¿cómo estás?, esperando que hablase", pero nunca lo hacía por el colapso emocional que sufría, relata el jesuita. Hasta que un día, después de seis meses de silencio, ese niño pudo responderle, cuenta mientras se le humedecen los ojos.

"QUEREMOS VOLVER A SIRIA"

Cuando hablas con los niños, explican que echan de menos su vida en Siria antes de la guerra: iban al colegio, jugaban tranquilamente con sus amigos en la calle, tenían su propia casa y toda la familia estaba junta.

Porque la guerra también ha acabado con eso: madres, padres, abuelos, hermanos y primos se encuentran ahora dispersos por lugares tan dispares como Alemania, Turquía, Canadá o Jordania.

También quieren volver a su país porque notan que, en ocasiones, pese a la solidaridad de muchos libaneses, no son bien recibidos en este país. "Algunos nos llaman cucarachas", nos cuenta Monser, de 11 años.

Por si fuera poco, estas familias sirias soportan una difícil situación económica. A duras penas pueden pagar la comida y hacer frente al alquiler de la casa y viven con la angustiosa y permanente incertidumbre del 'qué pasará mañana', lo que agrava situaciones de violencia dentro de la familia, explica la psicóloga Fátima al Khatib.

VIOLENCIA EN LA FAMILIA

La psicóloga afirma que si a un niño que ha vivido la guerra se le añade la violencia en casa y ve "cómo el padre pega a la madre", su situación se deteriora aún más y sus posibilidades de recuperación menguan.

Sostiene que aquellos niños que vivan en familias en las que hay "cariño y seguridad emocional" no sentirán que hay guerra en su país. Por el contrario, los niños que tengan seguridad exterior pero vivan una 'guerra' en su casa, "seguro que su forma de comportarse será igual que el niño que hay vivido la guerra de verdad", afirma.

Por eso, el JRS organiza para los padres de estos alumnos talleres sobre cómo tratar a los hijos y cómo ayudarles a manejar el trauma, aunque admite que en muchas ocasiones rechazan esta ayuda porque consideran que el colegio se está "entrometiendo" en la educación de sus hijos.

UN FUTURO CON ESPERANZA

Consciente de la situación de especial vulnerabilidad de estos niños, el jesuita y subdirector del colegio resalta que esta escuela pretende ser, en primer lugar, un sitio seguro en medio de tanta hostilidad.

Para ayudar al crecimiento y recuperación de estos chicos y chicas, su 'receta' es clara: que los niños puedan mantener una relación sana y respetuosa con los mayores de la escuela, que existan una serie de normas básicas y claras, y que se les permita desarrollarse naturalmente como los niños que son. "Es impresionante el cambio que pueden llegar a dar en pocos meses", asegura.

Se refiere, entre otros, a ese momento el que tras comenzar su aprendizaje, los niños empiezan a jugar en el patio con otros, algo que no es tan fácil después de haber pasado años encerrados en una habitación. Dice que vuelven a ser cariñosos, a recobrar la confianza, y las familias sienten cierta esperanza al contemplar cómo progresan en las aulas.

Es allí donde el personal de esta escuela se vuelca para que los niños, mediante la educación, pueden desarrollar su potencial, encontrar un equilibrio emocional y adquirir herramientas y esperanza para enfrentarse al futuro.

Lo que parece una labor de cualquier maestro, en este centro de Beirut se convierte en un trabajo de orfebrería, el de Fátima, el de Ángel y el de tantos otros que en medio del solar de destrozos que deja el conflicto, se empeñan en recoger y recomponer cada uno de los pedazos de estos niños, los niños rotos de la guerra.

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