Silvia Soler, catalana de 52 años, solo duerme cuando el cuerpo le dice basta. El pasado 18 de marzo comenzó a padecer los síntomas más comunes de la infección por coronavirus y, pese a que se desplazó hasta en tres ocasiones al hospital y ha dado negativo por coronavirus en las pruebas PCR y serológicas, su doctora no le ha dado aun el alta.
El primer test, no obstante, se lo hizo a los 75 días. “Somos los enfermos que nos aislamos, los que nos dijeron quédate en casa para ser responsables con la ciudadanía y con la sanidad pública”. Les atendieron tarde y mal. “Hoy no tenemos ni diagnóstico ni tratamiento”, lamenta al otro lado del teléfono con un hilo de voz. Aún persiste la afonía, pero también se queja de fatiga crónica y dolor articular. En estos más de cien días ha sufrido también ahogos, fiebre, dolor muscular y falta de apetito. Perdió el olfato y el gusto. Pero no ha perdido la esperanza. Para ganar la batalla al abandono creó el Colectivo de Afectados y Afectadas Persistentes por el Covid-19, que tiene ya presencia en Andalucía.
Su portavoz comenzó a toser el 23 de marzo y su estado de salud se agravó desde ese día y durante las siguientes tres semanas con dolor de cabeza insoportable y un “carrusel de síntomas” que aún hoy le impiden llevar una vida normal. No fue atendida hasta casi un mes después. Siempre ha dado negativo en las pruebas diagnósticas pero le detectaron “una mancha en el pulmón” de origen incierto y pese a no tener antecedentes clínicos de ningún tipo, y en su historial mantiene el “posible Covid-19” que ha llevado a pensar que “me iba a volver loca”.
El doctor Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), indica que este tipo de casos es relativamente frecuente, detectado en torno al 5% del total de los infectados.
“Han quedado en tierra de nadie en plena pandemia porque se les pedía que se quedaran en casa”, remarca, al tiempo que advierte de que “se les ha sometido a test a destiempo o no necesariamente han desarrollado anticuerpos” y, por lo tanto, no han sido contabilizados oficialmente como afectados por el coronavirus.
En cualquier caso, y ante el desconcierto que sufren, “porque sienten cansancio extremo, estrés emocional” y otros síntomas propios de la infección, la organización que representa se ha ofrecido para colaborar con los más de 1.500 pacientes persistentes existentes en España, un centenar de ellos en Andalucía, para llevar a cabo un estudio que posibilite la valoración de estos casos como una modalidad de la enfermedad y establecer un protocolo de actuación.
Por su parte, José María Domínguez Roldán, miembro del Consejo Andaluz de Colegios Médicos de Andalucía, es optimista. “Aún no hay una historia natural de la enfermedad”, admite, “ni está claro si es posible la recaída o si se generan anticuerpos permanentes”, pero los casos en los que se detectan “restos virales, no completos, trozos de ARN, en pacientes que aún presentan sintomatología inespecífica ni van a desarrollar la enfermedad ni la van a contagiar”.
Y, añade finalmente, lo normal es que acaben desapareciendo de manera definitiva. “No se sabe cuánto tiempo tardarán en eliminarlos pero da la impresión de que acabarán haciéndolo”, concluye.