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Desde la Bahía

Espejos, culturas e iconos en La Isla

La captromancia que poseen los espejos tiene la capacidad de adivinar la demagogia política que nos asiste

Publicado: 23/01/2022 ·
21:48
· Actualizado: 23/01/2022 · 21:48
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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No fue precisamente ayer. Hace 4.500 miles de millones de años que el universo dio a luz al Sistema Solar. Con él llegaron las radiaciones luminosas a nuestro planeta Tierra y la división entre luz y oscuridad de los días.

La “magia” que ahora es ciencia, por creación o evolución un día puso sobre la superficie terrestre al homo sapiens y eéste una mañana luminosa paseando con su amada, al sentir sed se acercaron a unas aguas contenidas en un espacioso estanque y pudieron ver, por primera vez, sus rostros reflejados en aquella extensión líquida. De ahí hasta Anatolia -la actual Turquía- y hace ocho mil años, sus habitantes que habían sufrido como nuestra isla de Palma, la siniestralidad de la lava volcánica, utilizaron parte de sus rocas formadas al enfriarse ésta y tomar color negro o verde muy oscuro -la obsidiana- que al pulimentar su superficie la luz se reflejaba en ellas, dejando ver una imagen exacta a la real. Se había creado el espejo. De ahí y pasando por el cobre, el oro, el vidrio, la plata y el polvo de aluminio, hemos llegado a la perfección de los actuales espejos o lunas. 

A la imagen del espejo se le ha dado vida. Si la memoria hace la historia y la crítica expone a la luz comportamientos sombríos, secretos o de artificial luz política, el espejo al que se le han dado poderes mágicos, artes de brujería y capacidad parlante, ya que se creía que siempre decía verdad, tiene una cualidad especial, lleva en su imagen expresa, la condición real del objeto que se refleja. Los gestos delante del espejo son fugas íntimas de nuestro carácter y condición humana. El narcicismo -de frecuencia brutal- es la malversación totalitaria de los que alcanzan poder y fama, caminando sobre el barro de las falsificaciones. Lo decía con claridad el terceto machadiano: Ese tu narciso/ya no se ve en el espejo/ porque es el espejo mismo.   Cuando se llega a este nivel de vanidad, soberbia y desprecio y sin hacer caso a nuestra imagen verdadera que el espejo delata, aparece en los que ocupan las esferas del poder la tendencia a silenciar las opiniones que se oponen a sus elevados ideales. Éstos se nos presentan como el único bien existente y no permiten discrepancias. A la libertad se le ponen “pasos de cebra” por donde forzosamente hay que cruzar si no quieres sufrir un atropello y hay no solo que boicotear a los disidentes o hacerles que se avergüencen por acciones que se han interpretado como errores por ellos cometidos, sino que además se impone la cancelación de todo icono que recuerde hechos con los que el mando no está de acuerdo. En la condena entra también el silencio, quizás por aquello de “quien calla otorga”. Así hemos pasado del posestructuralismo a la posmodernidad, la Cultura WOKE y la Cultura de la Cancelación.

Esta especie de colonización ideológica y política, que tergiversa y reescribe la historia a su antojo, tiene el gravísimo peligro de llegar al pensamiento único y crea un movimiento de crispación, que le es beneficioso o así parece deducirse de lo que dejó oír en su día un indiscreto micrófono, de la conversación de un periodista y un presidente: “Hay que crispar”. 

La captromancia que poseen los espejos tiene la capacidad de adivinar la demagogia política que nos asiste.

En nuestra “salada ínsula cañaílla” se retira el Monumento al general Varela. Si es motivo de discrepancia y recuerdo de errores que nunca debieron suceder y en los que todos los españoles de la época contribuyeron a la aparición de las lágrimas de tristeza y dolor, no hay que oponerse a ello, a pesar de ser un isleño que desde “corneta” llegó a Capitán General y fue bilaureado. Pero los culpables de nuestro “desastre civil” - TODOS - deben ser enjuiciados por la historia, abandonados y derribados sus iconos y pedestales y esto no está ocurriendo. Hay clara parcialidad.

El engaño nos acosa y los espejos no han sido ajenos a él. En ocasiones éstos toman formas cóncavas o convexas que distorsionan la figura reflejada, pero el ciudadano sabe, aunque calle, que por mucho que quieran decirnos que la imagen proyectada es real, solo es una payasada hilarante de una época de feria.

 

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