Apenas han pasado unas semanas desde que Jerez supo que uno de los suyos precisaba de una importante cantidad económica para seguir con vida y sin embargo su familia ha empezado ya a hacer las maletas para marchar allí donde dicen que es posible la recuperación de una salud mermada desde hace ya demasiado tiempo.
Los jerezanos se han volcado con la causa de Marcos Carribero, logrando reunir en plena crisis el importe económico necesario para hacer realidad el sueño de sus padres. Queda saber si ese respaldo social hubiera sido el mismo de no ser las hermandades quienes desde el principio abrazaron como propia la causa de esta familia. Si, en caso contrario, los jerezanos hubieran mirado para otro lado.
La aportación de los cofrades va en este caso mucho más allá de la mera contribución económica a la causa, a través de múltiples actividades que han tenido como único objetivo sumar pequeños granos de arena a la gran montaña que debía levantarse. La aportación fundamental de las hermandades ha sido la de concienciar a los jerezanos de que Marcos Carribero merecía nuestra generosidad.
Y ese es quizá el mayor activo de las cofradías, una raigambre social que nadie puede negar y con la que nadie puede, ni siquiera nosotros mismos, empeñados más veces de la cuenta en distraernos con cuestiones que el tiempo termina mostrando como baladíes.
Ojalá la aventura de Marcos Carribero termine como bien merece. De momento, debe servir para que las hermandades aprecien el importante papel que pueden asumir en la sociedad actual, por lo general bastante reacia a hacer propia causas como la de este joven jerezano que en apenas unos días marchará al otro lado del Atlántico en busca de una nueva vida.
Quiera el Señor de la Sentencia que su trompeta suene pronto en la tarde luminosa de un Domingo de Ramos o en el frío amanacer de un Viernes Santo. Entonces, cuando lo haga, las hermandades podrán sentir el orgullo propio de quienes en un momento de crisis económica sin parangón abanderaron una causa a la que terminó abrazándose buena parte de la sociedad jerezana.
Todavía hay gente que se pregunta cómo es posible que las cofradías sobrevivan en pleno siglo XXI. El caso de Marcos es sólo una respuesta.
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