Pedagogía
¿Será el profesional de la enseñanza un gestor o más bien un idealista sentimental? Ambas cosas no se conjugan.
Ana, que es maestra joven con asegurada afinidad, me recomienda unas revistas profesionales como cauce de mis escritos. Es de agradecer. Pero no sé si sabe que toca el centro sensible de esta diana de la llamemos inquietud educativa. Quiero contestarle porque sé que sintoniza. Es el drama de todo docente oficial, Ana; unos lo saben y otros lo llevan ignorado. No puedo ni pueden sintonizar esas revistas conmigo, así de simple. Ni contigo. A los idealistas de la enseñanza nos mueve promocionar al hombre. ¡Qué espectáculo el patio de recreo con tanta esperanza en ciernes! En la educación tienen intereses los políticos, lo sabes, y en éstos otros poderes en penumbra que son mitad necesidad y mitad egoísmo, mitad economía y mitad negocio. Lo humano es así de poliédrico. Quiero decir que este patio es una horneada más para el mundo laboral y poco más. Lo cierto es, y lo vives, que preparamos mano de obra y el humanismo que pongamos se marcha por los mismos desagües del colegio. ¡Qué triste!
¿Será el profesional de la enseñanza un gestor o más bien un idealista sentimental? Ambas cosas no se conjugan. ¿Y el político cabe ser un iluminado de humanismo? No sé si se puede organizar una sociedad con normas o con sentimientos. Ambas cosas, volverán a decirme. Pero ¿con qué prioridad? Mientras todo esto no se aclare, yo no volvería a ejercer, ¿y tú, Ana? Este galimatías no trae sino conflictos al aula y el chico bien informado de hoy ya no aguanta más unos programas sin contenido humano, se está viendo. Es lo que intento resaltar en mi novela y no hallo destinatario para ella. ¿A los padres, a los estamentos oficiales, a la ciencia pedagógica? ¿Existe una pedagogía libre? El docente educador lleva hoy una idea lacerante: es necesario cambiar la sociedad para cambiar la escuela. La escuela ya se ha visto que es incapaz de cambiar la sociedad.
Esta mañana escuchaba un programa de radio desde Oña (Burgos) y era hermoso oír a un grupo de psiquiatras y sicólogos dispuestos a servir al hombre atascado en los caminos de su desenvolvimiento. Un espectáculo estupendo de preparación y de equipo para restaurar calidad de vida. Me ha emocionado y he pensado una vez más.
¿Por qué no ese humanismo en la escuela? ¿Porque el capitalismo debe ser deshumanizado? ¿Los sentimientos sólo para los débiles? Esto nos lleva al Maestro Gerente, factor de trabajadores, preparador de rendimiento y de eficacia. ¿No hay más? Parece que escondemos al hombre la realidad del trabajo, la alegría de sentirse útil, la garantía de serlo. Es mejor dejarlo sin preparación y que le coja de sorpresa. ¿No recuerda esto el tiempo de los negreros con la caña de azúcar? El trabajo es un castigo, dice la tradición, y la escuela ha de predicar que es una realización humana. Pero entonces sobran los amos y faltan empresarios plenos de esperanza en una sociedad que coopere y respete el milagro de la individuación y una escuela que fabrique la convivencia. Cuántas cosas. No es posible que quepa todo esto en una revista que conserva una sociedad injusta. Unas pocas familias acumulan un patrimonio capaz de anular la libertad del mundo, lo decían anoche. No tenemos sitio, Ana, pero conviene que no desanimemos porque quedamos muy pocas profesiones que sueñen con la esperanza en este mundo de la técnica. Primero el hombre individuo bien diverso para que bien integrado. Mas quién sabe, la humanidad ha superado etapas más duras como pasar del medioevo a la modernidad, por decir algo. Y mírala.
¿Será el profesional de la enseñanza un gestor o más bien un idealista sentimental? Ambas cosas no se conjugan. ¿Y el político cabe ser un iluminado de humanismo? No sé si se puede organizar una sociedad con normas o con sentimientos. Ambas cosas, volverán a decirme. Pero ¿con qué prioridad? Mientras todo esto no se aclare, yo no volvería a ejercer, ¿y tú, Ana? Este galimatías no trae sino conflictos al aula y el chico bien informado de hoy ya no aguanta más unos programas sin contenido humano, se está viendo. Es lo que intento resaltar en mi novela y no hallo destinatario para ella. ¿A los padres, a los estamentos oficiales, a la ciencia pedagógica? ¿Existe una pedagogía libre? El docente educador lleva hoy una idea lacerante: es necesario cambiar la sociedad para cambiar la escuela. La escuela ya se ha visto que es incapaz de cambiar la sociedad.
Esta mañana escuchaba un programa de radio desde Oña (Burgos) y era hermoso oír a un grupo de psiquiatras y sicólogos dispuestos a servir al hombre atascado en los caminos de su desenvolvimiento. Un espectáculo estupendo de preparación y de equipo para restaurar calidad de vida. Me ha emocionado y he pensado una vez más.
¿Por qué no ese humanismo en la escuela? ¿Porque el capitalismo debe ser deshumanizado? ¿Los sentimientos sólo para los débiles? Esto nos lleva al Maestro Gerente, factor de trabajadores, preparador de rendimiento y de eficacia. ¿No hay más? Parece que escondemos al hombre la realidad del trabajo, la alegría de sentirse útil, la garantía de serlo. Es mejor dejarlo sin preparación y que le coja de sorpresa. ¿No recuerda esto el tiempo de los negreros con la caña de azúcar? El trabajo es un castigo, dice la tradición, y la escuela ha de predicar que es una realización humana. Pero entonces sobran los amos y faltan empresarios plenos de esperanza en una sociedad que coopere y respete el milagro de la individuación y una escuela que fabrique la convivencia. Cuántas cosas. No es posible que quepa todo esto en una revista que conserva una sociedad injusta. Unas pocas familias acumulan un patrimonio capaz de anular la libertad del mundo, lo decían anoche. No tenemos sitio, Ana, pero conviene que no desanimemos porque quedamos muy pocas profesiones que sueñen con la esperanza en este mundo de la técnica. Primero el hombre individuo bien diverso para que bien integrado. Mas quién sabe, la humanidad ha superado etapas más duras como pasar del medioevo a la modernidad, por decir algo. Y mírala.
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