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Hablillas

Lectura de verano

Recordar a Celia es ver a alguien de más edad leyendo uno de los textos donde vive

Publicado: 28/07/2024 ·
18:12
· Actualizado: 28/07/2024 · 18:12
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Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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La hablilla estaba inquieta por repetir título. Convendrá, estimado lector, en que se ha convertido en costumbre, un obligado cumplimiento que calma y aviva a la vez el deseo de recomendar esos títulos que han gustado por motivos concretos. Y esta vez rescata a los clásicos, cuyos textos deconstruyen los escritores contemporáneos para desarrollar y mostrar obras de orfebrería. Sin embargo, las dejamos a un lado para volver a títulos como La Regenta, la Sonata de estío, Misericordia y tantas en las que siempre descubrimos algo nuevo. Es el caso de Celia, la niña de siete años creada por Elena Fortún. Penguin Random House ha editado en un volumen las cinco primeras novelas de quien impresionó a pequeños y mayores.

Recordar a Celia es ver a alguien de más edad leyendo uno de los textos donde vive, componiendo renglón a renglón la historia con la voz junto a una criatura escuchando por los ojos, viendo a esta niña por las palabras del adulto, mientras el lector reflexionaba sobre la sociedad que acabó sufriendo una guerra y sus consecuencias, sin que estas circunstancias pudieran detener ni alterar la espontaneidad infantil, su lógica aplastante, las reacciones, las salidas y las trastadas que tanto hicieron reír, suspirar y llorar en algunos casos. La dificultad del texto estaba en este detalle, en encontrar, conocer y sorprenderse con esta niña, con las cosas de Celia, creyendo la real, olvidando a Elena Fortún, la mente y la mano de quien la hizo crecer a trazos de pluma.

Es la magia de la literatura, el poder de la lectura y cómo alimenta la capacidad de imaginar. Celia, cuya imaginación desbordante auguraba un futuro como escritora, comprendió al crecer que debía dejar a un lado esta ilusión para hacerse cargo de sus hermanos tras la muerte de su madre. Este era el espejo donde se reflejaba la sociedad de esos años veinte, alocados y nuevos después de la gran guerra, mientras el mundo se preparaba para otra, aunque faltaran unos años.

Celia sobrevivía paseando su adolescencia por las calles del Madrid triste y revolucionado de la posguerra, quedando en la novela que Elena Fortún escribió en 1943 y no vio la luz hasta 1987. En ella se nos cuenta “el drama sin distorsión ni idealización de lo vivido”, escribió Andrés Trapiello. Una novela que leímos quienes cumplimos los años con Celia, los admiradores infantiles que la oíamos por los mayores hasta que aprendimos a leer solos.

Si se decide, amigo lector, por esta sugerencia, la disfrutará mucho más que durante su infancia.

 

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