El Jueves Santo recibo una llamada de Noticias de La Sexta para recabar mi opinión sobre un sketch de la programa El intermedio que dirige y presenta el Gran Wyoming. Se dirigían a mí por ser el presidente de de AEPAA-APRIA, patronal de las empresas productoras de cine y televisión de Andalucía.
El sketch humorístico presentaba a los portavoces enmascarados de una supuesta ETA (Estamos Tan Agustito) andaluza en la que se utilizan, desde el nombre de la banda, casi todos los tópicos y falsedades que marcan negativamente la imagen de los andaluces. Y no me estoy refiriendo a si somos más o menos graciosos (que en ésto nos ganan al parecer Wyoming y sus guionistas), sino a que somos unos pedigüeños, vagos y juerguistas, como poco.
La llamada estaba provocada por la exigencia del presidente del Centro de Estudios Históricos de Andalucía, Rafael Sanmartín, de que el Parlamento de Andalucía adopte las medidas pertinentes para salir al paso de los hechos. Una llamada que, como suele ocurrir en estos casos, pretende recabar opiniones favorables que rebajen la tensión y banalicen las reacciones negativas.Yo no creo que un programa de humor, aunque sea de humor negro, merezca rasgarse las vestiduras y fijarlo como objetivo a lapidar. El humor no dejar de ser una forma de expresión y, como tal, muy respetable. Expresar una opinión es un derecho humano y constitucional del que no podemos privar a nadie, ni perseguirlo por ejercerlo. Pero eso no quiere decir que haya que compartir esa opinión por más graciosa que sea. Y en este caso, como en muchos otros que vemos cada día en la pequeña pantalla, no estoy de acuerdo con la imagen de los andaluces que se presenta. Maldita la gracia que me hace. Y nunca mejor dicho.
Hace bien Rafael Sanmartín en exigir del Parlamento de Andalucía un pronunciamiento. Pero creo que no debería limitarse al programa referido, sino que debería ir al fondo de la cuestión. Hay poner en tela de juicio no sólo ese tipo de programas, sino todas aquellas actuaciones que se producen en el mundo de la política, en los medios de comunicación públicos y privados de España y de Andalucía, y en la propia Administración. La defensa de nuestra identidad merece toda nuestra atención. Nos jugamos nuestro futuro, nuestra prosperidad, nuestro empleo, nuestro desarrollo, nuestra cultura, nuestra opinión…No podemos bajar la guardia, no nos podemos permitir el conformismo.
Tenemos que hacer valer nuestra fuerza, nuestro talento. En cualquier caso, no tiene porqué hacerse desde la crispación, sino desde la capacidad de persuasión, basada en la información, el diálogo y el ejemplo. Y, nada mejor para avanzar, que empezar por nosotros mismos.Recuerdo el lamentable espectáculo que dimos en Madrid con la presentación de Andalucía 10, un proyecto loable en sus intenciones para hacer frente a las maledicencias y los tópicos antiandaluces, con el que exhibir nuestras excelencias, que se quedó en un fracaso propagandístico organizado por una empresa catalana. En aquella ocasión, AACOM, la patronal de las consultorías de comunicación, se había ofrecido para colaborar y asesorar gratuitamente con la organización. Su oferta y posterior denuncia cayó en saco roto. Así nos luce el pelo.
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