La luz de la arquitectura andaluza

Publicado: 02/07/2014
La silueta de los castillos andaluces destacando en el azul del cielo de una noche estrellada o los calizos volúmenes de nuestras blancas ermitas, pletóricas de barrocos arabescos, se nos presentan como espléndidos logros de la iluminación eléctrica.
La exposición “Patrimonio iluminado, 25 años de la Fundación Endesa”, que se exhibe en las salas de la Diputación Provincial de Sevilla, invita a una reflexión acerca del significado de la luz en la arquitectura y su función a través del centenar de fotografías en color que ilustran la iluminación eléctrica que el patrocinio de la Fundación Endesa ha dispensado desde hace veinticinco años en numerosos monumentos artísticos de Andalucía y Extremadura, “consiguiendo así, a través de la luz, reforzar el valor estético y elevar notablemente la categoría de la percepción visual del patrimonio iluminado”.


Ciertamente, dicha iluminación eléctrica ha revitalizado alrededor de trescientos edificios que abarcan desde la antigüedad romana al medievo islámico y cristiano, pasando por el esplendor del renacimiento y barroco hasta llegar a la modernidad de los siglos XIX y XX.
Todo ello ha sido posible gracias al apoyo no sólo de expertos peritos en electricidad sino también de capacitados técnicos en patrimonio que valoraran la importancia histórica y artística de los monumentos escogidos.


No dudamos de la buena intención de los técnicos en ambas vertientes, industrial y artística. Ahora bien, la arquitectura es un bien cultural muy complejo que requiere de mayor estudio si se pretende elevar la categoría de la percepción visual del patrimonio iluminado. Porque si dicha arquitectura tiene unos valores estéticos indudables no hay necesidad de reforzarlos y la categoría de la percepción visual es cuestión de educación en el que contempla la arquitectura pero no del edificio en sí.


Por otro lado, la historia del arte desde el punto de vista de la luz es una tarea tan difícil que ojalá surgiera alguna vez el historiador crítico que la escribiera cabalmente.


Obviamente, hay que distinguir entre el orden lumínico del espacio exterior y el espacio interior. La silueta de los castillos andaluces destacando en el azul del cielo de una noche estrellada o los calizos volúmenes de nuestras blancas ermitas, pletóricas de barrocos arabescos, se nos presentan como espléndidos logros de dicha iluminación eléctrica.


Sin embargo, la iluminación del espacio interno es más complicada, sobre todo cuando se trata del espacio gótico, donde interviene no sólo una simbología muy apartada del mundo actual sino también la metafísica de la luz que, a través de la visión de la Jerusalén Celestial en la estructura arquitectónica, pretendía aproximar nuestros sentidos por medio de la magia de los vitrales a lo que el ojo humano no verá jamás.  


Aunque contemplamos magníficas imágenes del Alcázar y la Colegial del Salvador, sin embargo no aparece la Catedral de Sevilla, que fue iluminada en 1992 por la “Fundación Sevillana de Electricidad”.


En aquella ocasión, la máxima autoridad patrimonial catedralicia loaba en una octavilla la calidad lumínica de Sevillana de Electricidad, que ayudaba a mostrar los valores arquitectónicos de nuestra catedral como jamás pudieron soñar los visionarios del siglo XV que la crearon.


Falacia histórica evidente, que no tiene en cuenta la mentalidad de aquellos hombres, ya que hoy día si queremos contemplar la auténtica luz del gótico hemos de visitar la catedral a primeras horas de la mañana, cuando inician su salmodia los canónigos y el templo no es todavía un museo iluminado.


Al exterior todo es diferente y el potencial lumínico esclarece en la nocturnidad los errores restauradores. La Puerta del Perdón, puerta del Paraíso islámico de la mezquita aljama nos muestra con grima en sus batientes de bronce la autenticidad almohade reducida y rebajada a un estilo “neoalmohade”.

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