Desde que este magnifico portal de noticias, que es Andalucía Información, me brindó la generosa oportunidad de colaborar con ellos, he tenido muy fácil encontrar temas económicos de interés que poder analizar para todos ustedes.
La enorme cantidad de datos que genera la actual situación económica y la mayor y constante presencia de esta temática en todos los medios de comunicación de nuestro país, hace que incluso tenga que dosificar la información para no agobiar al lector/a con densos y complejos artículos que no invitan precisamente a su lectura.
En días pasados conocíamos los datos de desempleo de la Encuesta de Población Activa. La cifra superior a 4.000.000 de parados “oficiales”, se califica por sí misma y no admite más comentarios. Ya en este mismo espacio, en uno de mis anteriores artículos, trataba el tema del mercado laboral nacional y su necesaria reforma. Por eso me alegro de que nuestro Presidente haya entrado en razón y esta misma semana haya dejado caer esa posibilidad. Creo humildemente que es un análisis lúcido y acertado sobre un mercado que debería ser mucho más dinámico y flexible para amortiguar la destrucción de empleo y poner las bases de una contratación más ágil, estable y adaptada a la realidad y al cual me remito.
Pero hoy sólo pienso en todos esos hombres y mujeres que están perdiendo sus puestos de trabajo. Las colas de estos conciudadanos a las puertas de los servicios públicos de empleo, que han sustituido al INEM en las distintas Comunidades Autónomas, golpean mi cabeza una y otra vez.
Y es que detrás de cada parado y de estos fríos datos estadísticos, se encuentra una familia que ve mermado enormemente su nivel económico, con todas las consecuencias que eso trae consigo y lo que me parece aún más grave, en esa situación y con el panorama actual, resulta muy fácil caer en la desesperación.
Dice el prestigioso psiquiatra Rojas Marcos que la depresión es la enfermedad más terrible que existe, porque hace algo que no consigue casi ninguna otra enfermedad y es hacer perder la esperanza al enfermo.
Aunque se esté cobrando una generosa prestación por desempleo, el estar todo el día buscando un nuevo trabajo desesperadamente y pasar muchas horas en casa, que antes no se pasaban, crea enormes tensiones individuales y familiares que terminarán por tener su reflejo psicológico en forma de falta de motivación y de valoración personal, que pueden conducir al individuo a una profunda depresión.
Para entender nuestro particular calvario nacional, hay que partir de la base que los economistas y los políticos siempre nos hemos llevado (y nos seguiremos llevando) muy mal, porque el horizonte temporal que manejamos difiere notablemente.
Un político, sea de la ideología que sea, tiene una visión cortoplacista limitada a los cuatro años de mandato y posterior proceso electoral en el que buscará ser reelegido, mientras que los economistas buscamos la tendencia en el largo plazo, el equilibrio y la estabilidad y crecimiento económico.
Las medidas económicas de un político buscan la repercusión inmediata y su pronta efectividad, aunque eso suponga hipotecar el futuro, mientras que nosotros preferimos hipotecar el presente, para despejar el camino hacia ese futuro.
Es la diferencia entre anhelar el poder por el mero hecho de ejercerlo, en contraposición con entregar ese poder al consumidor y al mercado.
Un economista que se precie de llamarse como tal, sacrifica su legítima ideología y forma de pensar en pos de la objetividad y sus fundamentos y conocimientos deben ir dirigidos a fortalecer y garantizar el Estado del Bienestar y hacer partícipe de este logro a la mayor parte posible de la sociedad.
El nombre que decidí poner a este Blog, hace referencia a la más célebre teoría económica de Adam Smith, uno de los también más célebres padres de esta maravillosa disciplina que es la Economía y viene a decir más o menos que siendo todo el mundo lo más egoísta posible y buscando su propio beneficio, existe como una Mano Invisible que interviene para alcanzar el equilibrio y el bienestar general.
Pues bien, creo que en España hemos sido muy avariciosos en estos últimos años y nos ha gustado demasiado vivir por encima de nuestras posibilidades y eso tiene un precio que hemos comenzado a pagar. Esa factura, por tantos excesos, lleva algún tiempo instalada entre nosotros y no tiene intención de irse ni a corto ni a medio plazo y es lógico y entiendo perfectamente, que nuestros políticos de cualquier ideología y cualquier administración, tengan miedo de tomar medidas impopulares que minen sus opciones de reelección. Por eso es necesario un acuerdo entre gobernantes y oposición para un Pacto de Estado, como los Pactos de la Moncloa que tuvieron lugar en 1.977, que acabe con esta auténtica emergencia nacional que está siendo la galopante pérdida de actividad productiva, que está poniendo de manifiesto la falta de competitividad de nuestra economía y la debilidad de nuestro modelo económico, que tiene su más triste y humano reflejo en las brutales cifras de paro.
Es preciso que además, todos los agentes sociales y económicos sean conscientes de que son necesarias medidas de gran calado económico, un plan global y no medidas puntuales y populistas, que cambien la estructura de nuestro sistema productivo y cuanto más tardemos en afrontarlas, más dolorosas e impopulares serán sin ningún género de duda.
No enfrentamos a un poderoso enemigo, al que no le importa el terrible drama social que supone el desempleo y al que sólo podemos combatir con el esfuerzo y generosidad de todos y cuanto más tiempo pase, más difícil y dura será su derrota.
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