El nacimiento de la tienda supuso “un impacto”, según reconoce Antonio Almuedo, heredero de un negocio que dirigió durante años, y que ahora está en manos de su mujer, Mª Carmen, y su hijo Samuel. “El que un zapatero entregase el trabajo en un día fue un auténtico boom”, dice.
Aunque los veranos han sido “siempre malillos”, no hay crisis que haya podido con las cuatro generaciones que han pasado por la empresa, que ahora comprueba cómo “llegan muchas personas para arreglar zapatos que guardaban sus madres y que cuentan ya con algunos añitos”.
En Rápido Alemán “nunca ha faltado el trabajo gracias a Dios”, aunque hayan decaído en algo las peticiones de arreglo. “Hace 15 años teníamos que trabajar los sábados y los domingos, porque entraban hasta 200 pares diarios”. Ahora, a pesar de que con la crisis han aumentado en algo los clientes, “porque la gente tiene que aprovechar más lo que tiene”, las peticiones se han reducido prácticamente a la mitad. Los precios populares de muchos zapatos “que no son muy recomendables para la salud”, pasan algo de factura a una empresa que innovó hace ya unos 40 años al introducir el fraccionamiento en el pago del trabajo realizado, y que ahora lucha contra su lacra particular. “El 90% de los zapatos no se arregla porque la inversión no merece la pena”.
El negocio, que emplea actualmente a tres personas, incluso ha recuperado la figura del aprendiz. Y todo pese a que antes de la crisis “nadie quería trabajar como zapatero”.
Desde la experiencia que dan unas cuatro décadas al pie del cañón Mª Carmen apunta que el secreto para subsistir está “en guardar en épocas de vacas gordas”, aunque esto no sería posible “si la gente no paga”, se apresura a subrayar Antonio.
El establecimiento, que en 2007 celebró su 75 aniversario, es “una tienda con arte y solera”, afirma un cliente que llega a recoger unos zapatos, y que está unido al Xerez CD y a la Real Escuela del Arte Ecuestre, que también es cliente, por Rápido Alemán. Una garantía de éxito.