SER PONTÍFICES
Aunque siempre se ha asociado la palabra pontífice al Papa, pontífice significa “constructor de puentes” que es lo contrario de constructor de fronteras o de barreras. Por ello, tenemos que ser todos constructores de puentes, de puentes de ida y vuelta e ir quitando las barreras.
Este fin de semana ha sido el propio Papa Francisco quien ha hablado de abrir las puertas de la Iglesia a la gente, de no cerrar esas puertas, de no convertirlas en barreras, en fronteras. Ha hablado, en definitiva, de ser pontífices, constructores de puentes. Y lo ha hecho en el comienzo del Sínodo de los Obispos sobre la Familia.
Francisco, reforzado en su autoridad moral tras su viaje a Cuba y USA, y se ve aclamado por el pueblo como líder global, mientras algunos lo rechazan en su propia casa. Bergoglio sabe que el eje izquierda-derecha se ha quedado viejo y el de progresistas-conservadores no responde a lo que busca: una Iglesia cada vez más evangélica.
Entre su más alta jerarquía, unos son partidarios de una Iglesia maestra, que mira al mundo desde la atalaya de su doctrina, mientras otros apuestan abiertamente por otra Iglesia más madre, con entrañas de misericordia, que pase, de una vez por todas, de ser aduana a ser hospital de campaña.
El Papa, por su parte, quiere una Iglesia hospital de campaña pero sumando. Quiere una Iglesia maestra y madre. O maestra con entrañas de madre. O madre que, con misericordia, ama y educa a sus hijos, y los acompaña por los caminos de la vida, especialmente en los momentos de las heridas y las amarguras.
Estas dos posturas encontradas se van a encarnar en el Sínodo: los conservadores y los progresistas. Dos corrientes que, en vez de caminar hacia la síntesis que el Papa quiere, se polarizan cada vez más.
Los conservadores son un buen número (más de 15 cardenales) y hacen piña y presión con libros y artículos. Entres ellos se encuentra Antonio María Rouco Varela, ex presidente del episcopado español.
La decisión última está, por supuesto, en manos del Papa, tras escuchar atentamente a los más de 400 cardenales y obispos (y algunas familias). Terminado el Sínodo, Francisco tendrá que tomar medidas. Y no le resultará fácil contentar a las dos sensibilidades eclesiales. Pero es su gran momento, nuestro gran momento, el que todos los cristianos de base estamos esperando, esperando tanto como que expulse a los mercaderes del templo.
Algeciras a 6 de octubre de 2015
Patricio González