Queridos lectores, nuestra identidad y nuestra cultura nacional se fraguó en el tiempo dentro un crisol de etnias que se fundieron y se fueron mezclando, sumando idiosincrasias, costumbres, ideas, sentimientos, formas de ser, de expresarse e incluso de actuar. Las migraciones en el devenir de la Historia han aportado la dinámica a estos fenómenos y constituyen una realidad presente.
En Cuba la migración fue el factor esencial que pobló a nuestro archipiélago, los aborígenes muy exiguos en su presencia fueron exterminados durante la colonización. Nuestra población es una mezcla de hispanos y africanos, sus motivos históricos fueron disímiles y generalmente crueles. La sangre, el sacrificio y el sudor forjaron al cubano que hoy resulta ser una realidad fuerte y viviente.
La Historia se desenvuelve en etapas con características, improntas y circunstancias correspondientes a la formación económica y social predominante en cada momento. La economía y la política se convierten en causa y efecto en medio de una circularidad recurrente, movida al ritmo del desarrollo de las fuerzas productivas que bullen dentro del ser social. Muy adentro de estos torbellinos viven las personas y las familias, muchas veces atrapadas por una tupida madeja de contradicciones sociales que complican los sistemas socios económicos predominantes.
En mi criterio, es muy importante tener en cuenta estas consideraciones previas en cualquier análisis sobre nuestros ancestros para ser objetivos y consecuentes con nuestra propia historia y muy en especial con nuestras raíces. Somos una nación relativamente joven y los centenarios entre nosotros cobran una especial relevancia; eso es lo que he vivido en los últimos días en el medio en que me desenvuelvo con motivo de la celebración del Centenario del Centro Castellano de La Hababa que agrupó a los emigrantes castellanos y leoneses con el objetivo de desarrollar los principios de solidaridad humana y asistencia social en una de las etnias hispánicas que han formado parte del tronco de nuestra nacionalidad, pero podría escribir de todas en este sentido.
El Centro Castellano de La Habana realizó durante los años de su existencia una fecunda actividad social que por mucho tiempo asistió a las familias en sus necesidades de salud, docencia, ayuda mutua, cultura y recreación, cuando en el país existían pocas posibilidades al respecto. Esa es una realidad innegable que los descendientes castellanos y leoneses han conmemorado en La Habana en una Jornada de recordación, cultura y homenaje a los ancestros que nos legaron sus valores, el amor al trabajo, a la familia y a la tierra que los acogió.
La emigración castellana y leonesa estuvo integrada por hombres y mujeres de trabajo que vinieron a Cuba a establecer familias y a trabajar duramente por el futuro de sus hijos y descendientes. Sus valores sembrados entre nosotros, apoyados por un asociacionismo mutualista muy hispánico en sus esencias, han sido fundamentos de los valores que tanto debemos defender hoy. Honrándolos destacamos los ejemplos y paradigmas que tanto necesitamos en nuestra marcha hacia el futuro. Es necesario partir de las esencias humanas de amor al trabajo, a la familia, a la honradez y rectitud de vida así como a los sentimientos de solidaridad y asistencia mutua de los cuales el Centro Castellano de La Habana ha sido promotor en el tiempo, devenido estructuralmente hoy en la actual Agrupación de Sociedades Castellanas y Leonesas de Cuba. Honor y gloria a nuestros ancestros.
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