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Entre olivos, los cortijos blancos

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Machado otea. “Desde mi ventana, ¡campo de Baeza, a la luna clara! ¡Montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina! ¡De luna y de piedra también los cachorros de Sierra Morena!”. En Jaén -la misma Jaén cuya piel apenas rasgaba, sobrevolaba, todos los viernes de su dilatada héjira-, el pasado lunes, Gaspar Zarrías se daba de baja temporalmente del PSOE, con todo el dolor de su alma partidaria, la rosa y el puño que desde donde alcanza su memoria anidaron siempre en el seno familiar, pero con la urgencia que requería el momento, solo horas antes de conocer su procesamiento judicial en el marco de la instrucción abierta por el fraude de los EREs. Francisco Vallejo, al unísono, tuvo que hacer lo mismo. Como los ex presidentes Chaves y Griñán y otro puñado de ilustres ex altos cargos de la Junta. En el flash de un instante, sospecho, en la cabeza del otrora virrey se agolparían mil y un fotogramas, desempolvados del arca de la memoria, con las fotos del abuelo labrador de Cazalilla y de su propio padre, Juan, en lugar preeminente. Zarrías, nacido en Madrid por casualidades del destino de represaliado de su progenitor, siempre reivindicó sus raíces cazalilleras y su apego al clan: la pava, la margen izquierda del Guadalquivir, Camino Romanos, Cortijo Matanzas, los secanos, las lechuzas sobre el olivar –volar y volar-, y, sobre todo, el respeto sacrosanto al árbol genealógico del partido, con un tronco reservado a sagas históricas como la suya e infinidad de ramificaciones ocupadas por toda clase de afines y allegados. De aquella estructura grupal, tribal, jerarquizada, coronada por Gaspi, su influencia en cuantos órganos públicos y privados del poder controló durante los últimos treinta años. Subordinados reales y propios supuestos que acostumbraban a hablar en su nombre para construir salidas factibles a iniciativas relativas al progreso de Jaén y Andalucía –modernizaciones, reconversiones y planes de desarrollo a tutiplén-. Tres décadas para alimentar demonizaciones recurrentes y otras leyendas urbanas sobre el personaje  en que estaba atrapado ya, irremisiblemente, el político…


“Campo, campo, campo. Entre los olivos, los cortijos blancos”. Por estos pagos, en general, busquen respuestas a los porqués de la política doméstica entre olivares y cortijos blancos. Finca Tafur. Torreblascopedro. El líder jienense del PP, José Enrique Fernández de Moya, en la hacienda agraria, olivarera, de su familia política, entre el personal de la casa y la estricta parentela, halló cantera de dirigentes y parlamentarios de absoluta confianza y lealtad, como el ex senador marteño Paco Delgado, el único y efímero alcalde pepero que tuvo la Ciudad de la Peña, y la diputada y presidenta de los populares linarenses, Ángeles Isac, corretearon de niños por Tafur. Dejen de buscar tres pies al gato. Las cosas son mucho más simples de lo que parecen. A Ángeles, la subversión de andar por las Ocho Puertas, promovida por su hermano político, Antonio Delgado, secretario general, y el también concejal Javier Tortosa, obligáronla a redoblar presencia en las comisiones informativas del Ayuntamiento, con la complicidad de una suplente de lujo, Ángela Hidalgo. Proveniente del Parlamento de Andalucía, Isac, se convertía hace un año en diputada provincial y tras el 20-D en congresista en la Carrera de San Jerónimo. Semejante acaparamiento de cargos reforzó la crítica del cuñado, que para más inri era el suplente de Ángeles en Diputación. De esta guisa, lo normal habría sido, seguramente, dejar de dar cuartos al pregonero, aligerando de compatibilidades a la prima política, si no fuera porque los dos principales cabecillas de la rebelión interna ya, a estas alturas de la trama, están incursos en sendos expedientes disciplinarios que bien podría poner fin traumáticamente a su militancia. Allanado el camino, así, el relevo de Isac en Diputación podría ser Hidalgo cuando el 26-J se dilucide su porvenir parlamentario en Madrid. Incluso, de correr la lista, si el PP vuelve a formar gobierno y José Enrique accede, como era su deseo, a una secretaría de Estado o dirección general en el área de Hacienda y Presupuestos, en el supuesto de que el paisano Cristóbal Montoro continúe al frente del ministerio.


Sobre el olivar, ya sea en la Campiña cazalillera o adonde el Guadalquivir hace vega por la Torre de Blasco Pedro, el campo relincha y brama. “Los olivos grises, los caminos blancos. El sol ha sorbido la calor del campo; y hasta tu recuerdo me lo va secando este alma de polvo de los días malos”. Este próximo viernes, en efecto, el ulular de la lechuza retornará a nuestro olivo. ¡Uh, uh! ¡Uh, uh! ¡Qué alegría! ¡Qué castigo!

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