La celebración de los veinticinco años de la Expo 92 y sus grandes logros, entre ellos la inauguración del tren de alta velocidad entre Madrid y Sevilla, el prodigioso AVE, ha dado lugar el mes pasado a una amena edición de Club+Renfe, en la que podemos constatar lo que ha significado “el tren que lo cambió todo” y que Sevilla es “la gran fiesta continua veinticinco años después”.
Ciertamente, Sevilla es como Manhattan porque nunca nos decepciona respecto a la imagen que nos hemos creado de ella. Famosos arquitectos contribuyen a ello, como los dos que se han encargado de “rehabilitar” una casa palacio de la calle Castelar para convertirla en el hotel más esperado de la ciudad, aunque finalmente ese proyecto haya sido sancionado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía por haber destruido elementos patrimoniales.
Por otra parte, aunque algunos todavía conocen a esa torre por ese nombre que no tiene nombre, la mayoría la llama ya la Torre Sevilla, algo que se puede ver desde cualquier punto de la ciudad y que, obviamente, en 1992 no existía. Esto lo comprueba fácilmente el lector que viaje en el AVE y no conozca Sevilla en la magnífica foto panorámica a doble página en la que se contempla al esperpéntico edificio, alzándose sobre el horizonte del Aljarafe entre los volúmenes de la Giralda y la cúpula de la iglesia de Santa Cruz. O sea, “el desafío a la Giralda”, como reza con mayúsculas en negritas una parte del artículo. Y es que “fue recibida con todas las reticencias (y chistes posibles) en una ciudad en la que nadie se había atrevido a desafiar a la Giralda”. Porque tiene 180 metros y es el edificio más alto de Andalucía. Mucho más que un rascacielos pues crea “un nuevo skyline” y ya sabemos que “la creatividad de Sevilla es tan antigua como ella” y no hace más que sobresaltarnos con sus arquitecturas emblemáticas.
Otra novedad de Sevilla después de 1992 serían las Setas de la Encarnación, el singular monumento de Jürgen Mayer, pero en ese singular edificio no vamos a entrar. Se han llevado a cabo muchas más innovaciones, sobre todo por iniciativa de la industria hotelera. Por ejemplo, en ese magnífico palacio del siglo XVI, ubicado en pleno centro del barrio de Santa Cruz, “a pocos pasos de la Giralda y la Catedral”, en los números 41 y 43 de la calle Abades, que muchos conocimos como “Escuela Francesa” y que al transformarse en “Hotel boutique” fue alterado, perdiendo desgraciadamente su auténtica fisonomía. Acudan a la Arquitectura civil sevillana de Francisco Collantes de Terán los que duden de nuestras palabras.
En fin, podríamos enumerar algunos más de estos Hotels with charm. Collection 2017. Domus Selecta, pero para muestra basta un botón: el que representa la antigua Posada del Lucero de la calle Almirante Apodaca (véase la Arquitectura barroca sevillana del siglo XVIII, de Antonio Sancho Corbacho), en cuyos patios se asoman habitaciones “de estilo moderno y líneas minimalistas” en el que se valora su prístina arquitectura totalmente alterada para destacar su importancia como hotel, señalando además que se trata de “uno de los más emblemáticos ejemplos de la arquitectura popular sevillana clasificado como Monumento Nacional”.