Permítanme hoy hablarles aprovechándome de mi profesión, como profesor de Historia en la Universidad, y de mi larga experiencia como investigador del pasado. En la actualidad la Historia se ha revalorizado, más que nunca existe un creciente interés por el conocimiento de lo ocurrido en otros tiempos. El hecho en sí es plausible, pero conviene meditar sobre las formas en las que se lleva a cabo.
Salvo unos pocos estudiosos autodidactas que leen investigaciones rigurosas escritas por historiadores de profesión y formación, la mayor parte de los entusiastas de la Historia llegan a conocerla a través de medios indirectos que la maquillan, alteran o abusan de ella. Tenemos el caso de las novelas, las series de televisión y las películas de contenido histórico, que no debemos olvidar que se trata de relatos de ficción, nos cuentan historias sobre la Historia, una simulación de lo que realmente ocurrió, por mucho que en ellos aparezcan personajes históricos o se indique el consabido “basada en hechos reales”.
Novelas, series y filmes históricos tienen un elemento muy positivo, siempre y cuando sus autores y guionistas hayan realizado un concienzudo trabajo de documentación o estén asesorados por expertos en la materia. Me estoy refiriendo a la potente descripción o visualización que puede hacerse sobre la ambientación, la cual se relaciona directamente con una de las tendencias historiográficas más en boga: la historia de la vida cotidiana. Vestuario, mobiliario, utensilios de trabajo, medios de transporte y una infinita gama de elementos materiales que hoy no existen o han evolucionado pueden ser percibidos en su contexto, con su funcionalidad, todo lo contrario que en la estática vitrina de un museo. Pero esa ambientación no se queda en lo material, también suele incidir en lo no tangible, las representaciones y manifestaciones culturales, las influencias éticas y religiosas, los comportamientos heredados o de nueva implantación. Se trata de un formidable y didáctico trasvase temporal que no debe ser alterado por “licencias” o errores.
Subiendo un escalón en la deformación, tenemos las historietas, que así llamo a los relatos de los hechos del pasado que se adaptan a los gustos o intereses políticos. La Historia tiene como uno de sus principales objetivos permitirnos captar y comprender lo que somos, a lo que hemos llegado, en base a una cadena de pretéritos impulsos y frenos; y a orientarnos en una cuestión crucial: nuestros hechos del presente marcaran el futuro. Frente a estas serias consideraciones muchos solo ven en la Historia una excusa para sus acciones o para verter sobre el adversario anacrónicas imputaciones, de tal forma que quieren hacernos ver una España que reboza de nazis y fachas o de rojos y comunistas.