Europa oye el fanatismo
El referéndum en Suiza en el que se apoyaba la prohibición de las minaretes despierta la voz xenófoba en otros países europeos
Un tratamiento injusto al Islam provocado por la falta de información o el exceso de desinformación. La sociedad europea está dando síntomas preocupantes de xenofobia y la consulta realizada al pueblo suizo, que ha votado en contra de construir más minaretes, no ha hecho más que avivar un fuego latente en Centroeuropa.
La extrema derecha belga, francesa, austriaca e italiana han tomado el referéndum como una victoria y un espaldarazo para sus ideas. Y hoy es el mundo islámico el objetivo. Las grandes ciudades europeas cuentan con barrios de inmigrantes del norte africano, pero son las creencias y las costumbres lo que se ataca desde estas fuerzas racistas. La defensa del crucifijo, como pretende la Liga Norte italiana, o la eliminación de los minaretes como ha votado la mayoría del pueblo suizo, denotan un rechazo religioso. A esto se suma la animadversión generada por las políticas contrarias al mundo árabe tras los ataques terroristas del 11-S. La guerra contra el terror no es sólo combatir en Afganistán o en Irak y la sociedad occidental ha llegado a admitir como enemigo al musulmán, sea su origen cual sea. No es culpa de los suizos votar contra los minaretes, sino de la falta de integración de esta cultura en la Europa actual. Las diferencias son tan tangibles, como el velo o el papel de la mujer, que no se encuentran argumentos para la convivencia sin recelo y miedo.
La extrema derecha belga, francesa, austriaca e italiana han tomado el referéndum como una victoria y un espaldarazo para sus ideas. Y hoy es el mundo islámico el objetivo. Las grandes ciudades europeas cuentan con barrios de inmigrantes del norte africano, pero son las creencias y las costumbres lo que se ataca desde estas fuerzas racistas. La defensa del crucifijo, como pretende la Liga Norte italiana, o la eliminación de los minaretes como ha votado la mayoría del pueblo suizo, denotan un rechazo religioso. A esto se suma la animadversión generada por las políticas contrarias al mundo árabe tras los ataques terroristas del 11-S. La guerra contra el terror no es sólo combatir en Afganistán o en Irak y la sociedad occidental ha llegado a admitir como enemigo al musulmán, sea su origen cual sea. No es culpa de los suizos votar contra los minaretes, sino de la falta de integración de esta cultura en la Europa actual. Las diferencias son tan tangibles, como el velo o el papel de la mujer, que no se encuentran argumentos para la convivencia sin recelo y miedo.
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