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Cádiz

Los ex de Delphi resumen sus primeros cien días de encierro en un video

Cien días de un encierro que parece que no tiene fin. Los nervios están cada día más caldeados yla desesperación lo ocupa todo. Pero “sabemos que unidos podemos lograrlo, y el encierro ha servido para eso, para unirnos porque antes del mismo estábamos solos en nuestras casas volviéndonos locos”

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Andaluc�a Informaci�nPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
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El colectivo de extrabajadores de Delphi que aún está pendiente de una solución al conflicto laboral iniciado hace más de siete años tras la deslocalización de la factoría automovilística, ha cumplido esta semana cien días de encierro en el edificio de los sindicatos de Cádiz. Cien días que se cumplieron este pasado martes y que dejan claro que la protesta de estos seiscientos extrabajadores es mucho más que una pataleta de niño. Cien días encerrados para instar a la Junta de Andalucía a que cumpla con el protocolo firmado en su día, o en su caso, que busca una alternativa que sirva para darles una salida digna. Cien días de encierro para pedir a los partidos políticos que dejen a un lado sus disputas y se sienten para consensuar una solución factible y viable para las cientos de familias que en algunos casos están pasando algo más que miseria. Cien días de encierro para arengar a los sindicatos a que se pongan las pilas y no olviden que el conflicto laboral no está aún cerrado.

Durante estos cien días este medio ha dado voz a muchos de los afectados, los cuales han hablado en primera persona tanto de los inicios del conflicto, en 2007 cuando se cerró la factoría, como del transcurso del mismo y del encierro en sí mismo. La mayoría del colectivo que aún está pendiente de una solución no ha dudado en hablar de frustración, de sentirse engañados, de desesperación y de depresión. Hay quienes sobreviven con la ayuda familiar de apenas 426 euros al mes, otros ni siquiera cuentan con esa prestación. Han hablado de neveras vacías, de familias rotas, de hijos a los que ni siquiera puedan comprarles un simple bocadillo para el recreo. Han hablado de debilidad mental y anímica. Incluso han vivido en el encierro la huelga de hambre de un compañero.

Saben que el apoyo social que tuvieron en los primeros años ya no es tan fuerte, pero saben también que “han sido muchas las mentiras que se han dicho sobre nosotros, sobre todo eso de que somos unos privilegiados”.

Cien días de un encierro que parece que no tiene fin, a no ser que llegue una solución. Por ahora los nervios están cada día más caldeados y poco a poco la desesperación lo ocupa todo. Pero “sabemos que unidos podemos lograrlo, y el encierro ha servido para eso, para unirnos porque antes del mismo estábamos solos en nuestras casas volviéndonos locos”.
 

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