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El jardín de Bomarzo

Un pulso a la vida

Protegernos del contagio desde el confinamiento era duro pero sencillo porque solo había que quedarse en casa, lo complicado será hacerlo midiendo

Publicado: 29/05/2020 ·
13:55
· Actualizado: 29/05/2020 · 13:55
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar". Madame de Sévigné.

 A medida que avanzan las fases, se zanjan prohibiciones, podemos ir de tiendas y bares, chapotear en el mar e, incluso, nuestras fronteras tienen fecha de apertura para el turismo internacional, el control epidémico va quedando en manos de la gente y en la gestión que hagamos de esta crisis una vez que ha llegado el momento de encontrarnos en la calle sin horarios y con las únicas barreras que suponen la distancia de seguridad y esas mascarillas obligadas que levantan fronteras entre unos y otros. Protegernos del contagio desde el confinamiento era duro pero sencillo porque solo había que quedarse en casa, lo complicado será hacerlo midiendo ese metro y medio o dos en los bares, qué lugares, tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar. ¿Amor? ¿Está prohibido besar en los tiempos del Covid-19? Si nos alejamos de esas partículas invisibles contagiosas y para ello es obligatorio el uso de mascarilla, qué calor, cómo hacer cuando el instinto sexual se empecine en besos que no ha dado. Combatir la soledad en tu metro y medio, o dos, será de común obligación; es verdad que hay grandes superficies abiertas, casi sin probadores y con rebajas sin bulla, bares, sin barras a codazos y sin besos de bienvenida -nos saludamos más tristes, desde lejos o ese horrible gesto del codo-, restaurantes, sin platos al centro, calles con gente asomada a sus ojos sobre mascarilla que trasladan el temor al contagio, que vigila al otro fruto de la precaución necesaria y, también, de ese otro virus encubado en la cabaña y que llevado a las calles nos hace rozar lo neurótico; ser precavido está bien y es prudente y necesario, pero lo conveniente es normalizar la convivencia y activar la vida, la producción, el consumo, el turismo cercano que nos permite disfrutar de tantas cosas a mano que antes, por precisamente lo mismo, no se valoraban en su justa medida.

En todo caso, las personas que toman de nuevo el pulso a la vida son de largo lo mejor de esta crisis y más comparados con una clase política que en general ha demostrado una ineficacia, falta de empatía para llegar acuerdos y un desmedido interés partidista que llama todavía más la atención al tratarse de una generación de políticos jóvenes y formados de los que se esperaba otra capacidad a la hora de gestionar un estado de crisis desde un mayor entendimiento por el bien común. Y han hecho justo lo contrario, todos.


Lo grave de esta frivolidad política es que no es consecuente con lo que viene y nada más hay que prestar atención a los expertos para tomar conciencia del delicado momento económico que se avecina, de hecho esta misma semana la presidenta del BCE ha pronosticado una contracción de la economía en la zona euro para el próximo año del doble de lo que lo hizo la crisis financiera en 2008 y 2009 y, lo que es peor, especialmente aguda en aquellos países cuya economía dependa principalmente del turismo. Es decir, una vez lleguemos al punto de manejo de la crisis sanitaria porque nos hemos educado, sabemos confinarnos, mantener las distancias e, incluso, salir a la calle y comportarnos de manera serena -la gran mayoría al menos-, llegará lo siguiente y es que ni el estado tiene dinero para repartir a todos, ni hay turismo, ni hay voluntad política para consensuar un escenario productivo, ni hay administración pública ágil porque la gresca política  la ha judicializado aún más y eso la convierte en soporíferamente lenta e ineficaz. Además de cara. ¿Qué funcionario/técnico se va a pringar más allá de lo justamente necesario si esta crisis uno de los temas estrella ha sido el comité de expertos, que no dejan de ser técnicos y que ha sido usado por el gobierno para parapetarse tras ellos ante cualquier decisión equívoca y vilipendiado por la oposición al no conocerse sus nombres? Y aún peor con el uso de querellas criminales como arma arrojadiza política y que aún contraerá más a una administración regida por técnicos. 

La intervención mínima del derecho penal era una doctrina del Tribunal Supremo que desde hace unos años ha sido aparcada, pasando a procesos penales cuestiones administrativas que de diez años atrás se sustanciaban en los juzgados contenciosos. Con la pandemia en España se empieza a vivir una preocupante escalada de denuncias criminales. Sólo hay que consultar en Google y el asombro es mayúsculo porque ni en los medios de comunicación se están dando a conocer el reguero de denuncias penales interpuestas contra miembros del gobierno y sus técnicos y contra miembros de comunidades autónomas y sus técnicos: querella criminal contra el delegado del Gobierno de Madrid, contra Pedro Sánchez, contra el ministro de Sanidad y varios técnicos del ministerio, contra la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, contra su consejero de Sanidad y varios técnicos de la consejería, contra la consejera de Sanidad de la Comunidad autónoma Valenciana y varios de sus técnicos, contra directores de centros de mayores de Madrid, contra el consejero de Salud de la Junta de Andalucía y directores de centros de mayores andaluces y suma y sigue y sigue en una situación que parece imparable. Una locura. Cuando siendo sensatos, ¿podemos pensar que los miembros del gobierno y de los gobiernos autonómicos y sus respectivos cuerpos de técnicos han venido actuando en la gestión de la crisis sanitaria con una deliberada negligencia criminal? Esto no está pasando en ningún otro país en donde, por lo general, los pueblos asumen que el gobierno de turno lo hace lo mejor que puede porque nadie estaba preparado para el virus y distinto será después dirimir responsabilidades cuando toque consulta electoral. En España la judicialización de la gestión pública viene produciéndose desde hace unos diez años como instrumento de ataque al gobernante, llevándose por delante siempre a técnicos y la mayor y más grave consecuencia ha sido la ralentización de la burocracia administrativa porque los técnicos viven en estado de pánico. Con el actual espectáculo de desfile de querellas se da una vuelta de tuerca más en el sendero de la muerte de las administraciones públicas. 

Las caceroladas en los barrios llamados pijos de las ciudades, con paseo en coches caros descapotable adornados con bandera roja y gualda, organizadas por Vox y secundadas por el PP, son otra muestra del comportamiento humano ante una situación de vulnerabilidad  psicológica muy bien manejada. Dos meses mandando cientos de mensajes a móviles de un pueblo temeroso y confinado con la finalidad de infundir miedo y crear odio al gobierno llegando a llamarle criminal, omitiendo la corresponsabilidad de las comunidades autónomas y confrontando a unos con otros cuando una mayoría de ciudadanos quiere paz y no un sucedáneo de guerra civil.

La esperanza llega porque a medida que avanzan las fases es la gente quien vuelve a tomarle el pulso a la vida y demuestra, pese a imágenes de aglomeraciones, que son los auténticos héroes de esta crisis y que merecen ese café o caña con amigos a los que llevaban meses sin ver, ir de tiendas, perderse dentro de una ola o por un sendero en la montaña, disfrutar de una excursión a un sitio cercano que tiene el doble valor que le da los meses recluidos en confinamiento. Resituar nuestra escala de valores. Hacerlo en paz y, mientras, que aquellos políticos de baja talla prosigan tanto con su pelea como con esta descerebrada escalada judicial que a nadie beneficia y que solo refleja la absoluta incompetencia de quienes no entienden que lo inteligente, también lo difícil, es ponerse de acuerdo. La gente se puso de acuerdo y se confinó, ahora lo hace para darle latido y sentido a la vida.

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