A diferencia de las anteriores películas de la saga
007, el ciclo protagonizado por
Daniel Craig constituye una pentalogía por sí misma, puesto que toda la trama de fondo, desde
Casino Royale hasta
Sin tiempo para morir, mantienen una unidad dramática -la progresiva humanización de Bond- y de acción -la lucha contra la corporación Spectra-, algo puesto de manifiesto con mayor intensidad en esta quinta entrega en la que repiten
Léa Seydoux, como pareja de 007, y
Christophe Waltz, villano de
Spectre, que aquí ejerce de enlace con su sucesor, Remi Malek, nuevo archienemigo del agente británico.
Los cinco títulos, por otra parte, no solo han supuesto una reinvención del mito cinematográfico, sino que han apostado por el tono autorial, a partir de la elección de directores como Marc Forster (
Monster’s Ball), Sam Mendes (
American beauty) y ahora Cary Joji Fukunaga (
Jane Eyre), que sucedieron al más artesanal Martin Campbell (
La máscara del zorro) tras
Casino Royale-, y del equipo de guionistas que han revalorizado las historias y dado una nueva dimensión a los personajes, desde Neal Purvis a Phoebe Waller-Bridge, pasando por Paul Haggis y Robert Wade.
Todos ellos han recogido el testigo del espíritu original de las primeras películas, así como detalles presentes en la obra de Ian Fleming, y han contribuido a hacer perdurable cada uno de los cinco títulos de esta nueva etapa que tampoco habría sido la misma sin el impresionante trabajo físico y actoral de Daniel Craig, el mejor Bond de la historia junto a Sean Connery. A un lado la excepcional
Casino Royale,
Sin tiempo para morir se sitúa a la altura de
Skyfall -en ocasiones da la sensación de superarla-, y espanta los más vagos recuerdos de
Quantum of solace y
Spectre.
Estamos ante un brillantísimo trabajo que subraya las contribuciones de Craig al personaje -un hombre con vida y emoción propia, por encima de los clichés, aunque algunos de ellos parecen desterrados por cumplir los parámetros de lo estúpido políticamente correcto-, al tiempo que asume el autohomenaje como una perfecta y agradecida constante, en alusión, principalmente, a
Dr. No y
Al servicio secreto de su majestad, de la que rescata la maravillosa canción de Louis Armstrong, aquí correspondida con un muy buen tema de Billie Eilish.
Son casi tres horas de cine y espectáculo, pero sobre todo de buen cine, al que contribuyen no solo el guion y el sentido del entretenimiento, sino la presencia de Ana de Armas, Ralph Fiennes, Naomie Harris, incluso una puerta abierta al futuro: Lashana Lynch -a mí no me convence, pero tampoco lo hizo Craig cuando se supo que era el elegido-.