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Empoderar a la mujer marroquí, el reto de una joven jerezana

Isabel tiene 20 años, estudia Política Europea y promueve un proyecto social dirigido a jóvenes que no tuvieron acceso a la educación o tuvieron que abandonarla

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Isabel Sánchez, junto a una mujer marroquí.

La joven jerezana es conocedora de la realidad social de Marruecos.

Un encuentro a través de videollamada.

Se llama Isabel Sánchez, nació en Sevilla hace 20 años pero ha vivido siempre en Jerez y ahora estudia Política Europea en Holanda. Esa es la carta de presentación de una joven que ya mostró inquietudes de cooperación cuando con apenas 12 años se decidió a retirar de una playa de Rota los restos del ‘botellón’ de una Noche de San Juan.

Ahora es bastante más ambiciosa y precisamente por eso se ha lanzado a la aventura de poner en marcha un proyecto social que se plantea el reto de empoderar a las jóvenes mujeres marroquíes que no tuvieron acceso a la educación o debieron abandonarla por distintos motivos.

“Creía que a través de la política se podía mejorar la vida de las personas, pero pronto me di cuenta de que eso no es siempre así y de que en muchas ocasiones se necesita una fundación o una iniciativa privada para llevar a cabo proyectos sociales”, explica.

Y en ello está junto a su compañero es David Menguzzato y a una joven abogada -Saf Bens- que conoció en La Haya. Cuentan además con el “valioso apoyo” de la High Atlas Foundation, una organización local del oeste de África que les proporciona estructura legal en Marruecos.

Tras haber visitado en varias ocasiones el país norteafricano y conocer algunas de sus necesidades, entendió que había que trabajar para frenar la desigualdad de género en el ámbito laboral, ya que estamos ante “uno de los países con menos oportunidades laborales para la mujer”. Encontraron para ello una oportunidad en el sector textil, “que aún no está lo suficientemente desarrollado como para exponerse al mercado global”.

Tras la preceptiva lluvia de ideas, llegaron a la conclusión de que querían ofrecer un curso intensivo de tres meses donde las participantes aprendieran desde lo básico de la costura hasta la confección de las prendas más complejas, como kaftanes. Posteriormente, gracias a la colaboración con la High Atlas Foundation, las mujeres recibirían un curso adicional de un mes para aprender a formar y gestionar cooperativas, así como a establecer sus propios negocios online.

Sin tener demasiado claro cómo lo querían hacer, empezaron a contactar con personas a través de email y LinkedIn y gracias a todo ello lograron obtener la colaboración de una organización en Pakistán, que ofrecerá a las alumnas un programa de comercio electrónico al finalizar el curso. “Además, gracias a donaciones de diversas fundaciones privadas, hemos recaudado 7.500 euros para comprar máquinas de coser, que serán entregadas a las mujeres tras su periodo de formación para que puedan continuar desarrollándose profesionalmente desde sus hogares”, añade Isabel Sánchez.

Los materiales necesarios para el curso –fundamentalmente telas- están siendo proporcionados por cooperativas de mujeres marroquíes que comparten el objetivo de reducir la desigualdad laboral de género.

Hasta ahora se han recaudado además 12.000 euros que destinarán a la compra de máquinas de coser y materiales y al pago del alquiler de los espacios necesarios para las clases. “Ahora lo que buscamos son fondos adicionales para pagar a los profesores y cubrir el transporte de las participantes”, añade, y de hecho hay una cuestación abierta en la plataforma GoFundMe, una de las más fiables para recaudar fondos en internet.

Desarrollar un proyecto de estas características a distancia no es fácil. Para ello ha sido necesario hacer un trabajo previo sobre el terreno, que es precisamente el que ahora permite su gestión remota recurriendo a las nuevas herramientas de comunicación, incluidas las videollamadas.

La iniciativa está dirigida especialmente a mujeres “de entre 18 y 30 años” que no han tenido oportunidades de insertarse en el mercado laboral. En sus visitas a Marruecos, Isabel ha podido comprobar que las mujeres de ese país “son luchadoras y mantienen núcleos familiares muy estrechos”. “Mi percepción sobre Marruecos y sus mujeres cambió completamente tras visitar no solo las áreas turísticas, sino también las zonas rurales y convivir con la población local. Marruecos tiene una cultura diferente, pero a la vez muy similar a la española. La gente es cálida, amable y humilde. La idea que muchas personas en España tienen sobre Marruecos suele ser errónea, y conocer de cerca a los marroquíes te demuestra lo contrario”, sostiene.

Las mujeres marroquíes a las que se pretende ayudar “son aquellas que han enfrentado dificultades para continuar sus estudios, ya sea por tener hijos a una edad temprana o por la falta de instalaciones sanitarias adecuadas en las escuelas”. Se da el caso de que “muchas deben abandonar la escuela porque no hay baños separados para mujeres, y la cultura no les permite compartir baños mixtos”. “Además, la región de Marrakech-Safi, sufrió un devastador terremoto el año pasado, dejando a muchas mujeres sin hogar ni empleo”, lamenta.

Además, lejos de lo que pudiera pensarse estas mujeres “no son sumisas ni encerradas”, teniendo por tanto capacidad para “demostrar que son excepcionales” si se les ofrecen “las oportunidades adecuadas”. De hecho, esas oportunidades son “más limitadas” en Marruecos que en España “debido a que es un país más pobre que carece de muchas de las ayudas sociales” que conocemos.

La diferencia más notable entre el papel de la mujer en España y en Marruecos “es la percepción y valoración de la familia”. “En España, aunque el sentido de familia sigue siendo fuerte, está disminuyendo progresivamente. Muchas personas de mi generación desean tener menos hijos y las relaciones de pareja no siempre son estables, mientras que en Marruecos la familia sigue siendo el núcleo central de la vida. La gente es más respetuosa con las relaciones familiares y valora enormemente la unidad familiar”, comenta Isabel.

En definitiva, la mujer “tiene un rol muy enfocado a la familia”, pero también hay “muchas que estudian y trabajan”. “Tienden a ser más tradicionales, pero esto suele ser una elección personal, no necesariamente una imposición de sus padres o maridos”, apostilla. Y precisamente para eso, para que puedan elegir, es para lo que estos jóvenes se han embarcado en esta aventura.

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