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El Puerto

Monasterio de la Victoria

Artículo de opinión de Esaú Fernández Vicesecretario de Cultura, Deportes y Acción Política de NNGG-El Puerto.

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  • Monasterio. -

“Mejor quisiera estar muerto, que verme pa toa la via, en este Penal del Puerto, Puerto de Santa María”. Así comenzaba la famosa copla de Antoñita Peñuela llamada “Carceleras del Puerto” en referencia al Penal de nuestra ciudad, conocido mayoritariamente como Monasterio de la Victoria.

Dicho inmueble, construido a principios del siglo XVI por orden de los duques de Medinaceli representa una de las grandes joyas arquitectónicas de nuestra ciudad. A lo largo de sus 400 años, dicho edificio ha sido sede de diferentes actividades.

Desde el inicio de su construcción en 1504 financiada por los duques, su uso como monasterio por la Orden de los mínimos de San Francisco que lo mantuvieron durante tres siglos y medio, sirviendo también como seminario y noviciado jesuita durante el s. XIX, y sobre todo, su uso que le ha hecho ser conocido mayormente como Penal de la ciudad portuense entre 1886 y 1981, albergando a personalidades de gran relevancia nacional pertenecientes a la II República y el franquismo, caso de Ramón Rubial, presidente del PSOE o Lluís Companys, expresidente de la Generalitat de Cataluña, así como delincuentes de gran popularidad caso de Eleuterio Sánchez, popularmente conocido como “El Lute”.


Así mismo, el edificio ha pasado por diferentes incidentes, como es el expolio sufrido durante la invasión francesa, así como la secularización de todo el conjunto como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.

Dicho monumento se decide construir en la zona de extramuros de la villa de El Puerto de Santa María, en el camino entre Cádiz y Jerez de la Frontera. La iniciación de su construcción data del 7 de junio de 1504 por orden de D. Juan de la Cerda, duque de Medinaceli, ya que en un principio el papel originario de dicho inmueble no iba a ser otro que el de servir como panteón ducal de la familia, por lo que sería financiado por la misma.

En octubre de 1517 sería entregado como donación a la Orden de los Mínimos de San Francisco. Con el transcurso de los primeros años, se lograría construir un magnífico edificio que no iba a representar la mezcla asfixiante de diversos estilos, tal y como era común en los edificios de la época, dando como resultado un bello inmueble de estilo gótico tardío, aunque con ciertos retoques de carácter renacentista.

En esta primera fase, de estilo visiblemente gótico, se levantarían la iglesia con sus portadas, la torre campanario, así como el sector sur de la parte baja del claustro. Ya bien avanzado el siglo XVI, se llevaría a cabo la construcción del segundo cuerpo del claustro, así como la portería y las dependencias domésticas.

A día de hoy, lo conservado enteramente del plano original se resume en la iglesia, la torre campanario, así como la sacristía con su oratorio y las salas capitulares, conformando un conjunto constructivo con cierta unidad espacial al quedar todo englobado en una misma edificación. Del mismo modo, es difícil poder resaltar una única parte de todo el conglomerado inmobiliario, pues el mismo en sí constituye un auténtico diamante arquitectónico.

Desde su iglesia de una sola nave con ocho capillas laterales y el coro, hasta su portada en la que subyace la gran riqueza y variedad decorativa ojival típicamente gótica mezclada con numerosos motivos geométricos y vegetales. Portada en la que podemos observar desde el escudo nobiliario con las armas del duque de La Cerda, el castillo y el león rapante de las armas reales de Castilla y las tres flores de lis de Francia, hasta una hornacina en la que en algún momento pasado se debió ubicar la imagen de Nuestra Señora de la Victoria, titular del Monasterio.

Del mismo modo, destaca su magnífico claustro, conformando un gran patio que consta de dos plantas, formando cuatro grandes frentes donde puede apreciarse las bellas galerías con bóvedas de crucería, sus ricos contrafuertes y pasajes interiores. Dicho claustro es un claro ejemplo de la unión de diferentes estilos artísticos, pues puede apreciarse desde un gótico tardío hasta detalles renacentistas y barrocos.

Por otro lado, tampoco podemos obviar el gran refectorio con las actas capitulares, además de la gran torre campanario que corona el lugar, dando una sensación de autoridad y magnificencia sobre todo el bello entramado arquitectónico. Sí es cierto que el edificio no presenta una conservación adecuada en concordancia con la importancia histórica y artística que encierra un inmueble de este tipo.

El uso del edificio como centro penitenciario, unido al desgaste de la roca caliza y otros factores han hecho que a día de hoy sólo podamos observar una muestra no lo suficientemente extensa de lo que un día debió representar dicho conjunto en su totalidad.

En el año 2008 se catalogaría todo el conjunto del Monasterio como Bien de Interés Cultural, y el pasado 7 de octubre de 2014 se convertía en “Lugar de Memoria Histórica” en recuerdo a todas las víctimas que sufrieron la represión franquista durante su funcionamiento como penal portuense.

Una vez más, podemos volver a concienciarnos de la gran riqueza inmobiliaria y artística que brilla en nuestra localidad, belleza que se hace una constante en todos y cada uno de los edificios del Centro Histórico portuense, edificios como este Monasterio que nos muestra una pequeña visión de la importancia que tuvo nuestra ciudad en siglos anteriores, sirviendo además como ejemplo y recuerdo de todas y cada una de las victimas que perecieron injustamente encarcelados en sus rincones más intrínsecos durante épocas pasadas.

Artículo de opinión de Esaú Fernández Vicesecretario de Cultura, Deportes y Acción Política de NNGG-El Puerto.

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