La iglesia de Santa Cruz se estableció como ayuda de parroquia del Sagrario de la Catedral de Sevilla en una de las sinagogas desafectadas tras el pogrom de 1391. Este edificio consagrado al culto cristiano fue una de las tres mezquitas donadas por Alfonso X el Sabio a los judíos llegados a Sevilla después de 1248 para que las convirtieran en sinagogas y ocupaba la que hoy conocemos como plaza de Santa Cruz, cuyo centro está constituido por la hermosa Cruz de la Cerrajería.
Este curioso templo, donde recibieron sepultura algún converso como Baltasar de Jaén y también el famoso pintor Bartolomé Esteban Murillo, se conservó en sus viejos muros que se remontaban a los tiempos del emirato cordobés hasta 1810, en que ya ruinoso fue derribado por los franceses para abrir allí una plaza. La parroquia se trasladó entonces a la próxima iglesia de los clérigos menores, que habían sido expulsados. Allí estuvo hasta 1812, en que por orden real fueron devueltos los conventos a sus respectivas órdenes. De modo que en 1814 se trasladaría a la iglesia del Hospital de Venerables Sacerdotes hasta que finalmente, en 1840, al ser suprimido el convento del Espíritu Santo de los clérigos menores, volvió la parroquia de manera definitiva a este templo, donde reside hasta la actualidad.
Esta iglesia comenzó a construirse en 1655 sobre el solar del célebre corral de comedias de Don Juan en la calle de la Borceguinería, actual de Mateos Gago, y no sería consagrada hasta 1728, siguiendo las trazas del arquitecto José Tirado. Desde que traspasamos el rico cancel de madera taraceada nos introducimos en un grandioso espacio barroco clasicista, atenuado asimismo en su perspectiva por el bellísimo templete neoclásico de Blas Molner que cobija a la renacentista Virgen de la Paz, atribuida a Jerónimo Hernández.
Los testeros del crucero de la iglesia están ocupados por sendos retablos barrocos que no se advierten hasta que caminamos al presbiterio. El situado en el lado del Evangelio es un magnífico retablo de estípites que enmarcan la imagen del Cristo de las Misericordias, crucificado atribuido a Pedro Roldán, y titular de la cofradía de Santa Cruz. Aun cuando dicho retablo procede del derribado convento mercedario de la Asunción, parece como si el Cristo de las Misericordias hubiera estado siempre allí flanqueado por los frondosos estípites: no cabe mayor adecuación de una imagen a una estructura arquitectónica.
Pues bien, corre la noticia de que pretenden desmontar la imagen del crucificado de su retablo barroco para colocarla en el presbiterio, donde luce perfectamente el edículo neoclásico armonizado con la virgen renacentista. No sabemos de quién haya sido la peregrina idea pero si la imagen del crucificado Cristo de las Misericordias pertenece a la parroquia, los feligreses no han sido consultados; y si la imagen del Cristo de las Misericordias es la titular de la hermandad y cofradía de nazarenos de Santa Cruz, los hermanos deberían expresarse al respecto.
Siguiendo los avatares de la historia, resulta curioso que tras destruir el retablo barroco que ocupaba el presbiterio calificado de “monstruoso” por el gusto neoclásico, ahora en el siglo XXI queramos corregirle la plana a quienes en 1792 colocaron el armonioso templete. Todo es posible en Sevilla cuando se trata de cofradías. Qué diría de semejante desafuero estético el sabio don Santiago Montoto, vecino enamorado del barrio y uno de los antiguos hermanos de Santa Cruz; qué dirían los viejos hermanos que consideraron que aquel retablo barroco del crucero era el mejor lugar para su Cristo de las Misericordias.
No sabemos si el arzobispado y la comisión diocesana de patrimonio están informados de semejante proyecto. Si está informados y no paralizan su realización, podría causar, tal vez, más escándalo que la desgraciada modificación de la sacristía de la parroquia de la Magdalena.