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Palabras en Libertad

Del 15J a la nación cultural

Votar en el 15J fue un acto de liturgia democrática en paz y libertad y también el inicio de la demolición del franquismo

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El cambio político se hizo efectivo el 15 de junio de 1977. Al primer proceso electoral tras varias décadas de dictadura, concurrieron los grandes y pequeños partidos que habían sobrevivido en la clandestinidad, en el exilio o en el silencio casero del franquismo. Desde la democracia Cristiana de Gil Robles al socialismo, encarnado por un joven y dispuesto Felipe González. Desde el comunismo a la misma extrema derecha que se había pasado por el solar de España con la impunidad de los ganadores. Todos entrando por la ranura de la urna, convertidos en opción electoral, en demanda individual de representación de cada elector, es decir, de cada ciudadano.

Con la libertad, los españoles recuperaron la ciudadanía, o lo que es lo mismo: sus derechos. Votar en el 15J fue un acto de liturgia democrática en paz y libertad y también el inicio de la demolición del franquismo. Alfonso Guerra nos recuerda en Tiempo que del franquismo los únicos vestigios que quedan se encuentran en el nacionalismo. Tiene gracia, y razón no le falta. El comportamiento etnicista, patriotero, simbólico y uniformador del nacionalismo es la réplica de aquél mismo fanatismo que hace ya tantos años marcó el destino trágico de España.

Estar en contra habiendo vivido el 15J es un acto de superación de un tiempo imposible, creado por Mas, que al igual que Ibarretxe, recibió la iluminación de la historia y el compromiso con su patria para erigir un nuevo estado en el que alojar a su nación errante dentro de su propia tierra. El disparate, santificado por el discurso reciente del PSOE que da por bueno que los sentimientos nacionales deben tener traducción operativa. (¿Cómo se singulariza eso? ¿Cómo se evita que sea el cauce lineal para la desintegración de la convivencia? ¿Cómo se defiende la diversidad y la diferencia? ) Acaso el discurso de la pluralidad, precisamente, el de la diversidad, precisamente, y el de la igualdad, precisamente, no se ponen en riesgo cuando se hacen prevalecer los ‘sentimientos’ de unos sobre los de otros.

El PSOE de la transición y el 15J fue modélico, en aquellas fechas del 77 comenzó a fraguar su victoria del 82, el gran salto adelante de la sociedad española. Ahora, suena a chufla de abuelos y sus batallas  según una nueva clase dirigente cuya nadería es solo equiparable a su ignorancia y su desdén por lo pasado  solo comparable con su vacuidad en el presente de sus actos. Defender los derechos de los catalanes fue una prioridad de la izquierda pero dentro del marco de la defensa de los derechos de los trabajadores, las clases populares y las entonces aún incipientes clases medias.

Lo que ahora pasa nada tiene que ver y se inspira en modelos que más parecen recordar a los fascismos de los años treinta.  Ver los desfiles de uniformados, los desfiles de bandera, las marchas ordenados con los uniformes tradicionales del campo… Todo eso alumbró lo peor de Europa. Y aquí se toma como un asunto cultural.

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