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Patio de monipodio

Las vacunas no curan

La persistencia, el empecinamiento en pensar sólo y únicamente en la vacuna, es lo que escama, sin necesidad de entrar en lo conspiranoico

Publicado: 29/09/2020 ·
22:23
· Actualizado: 29/09/2020 · 22:23
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Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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A ver esa sensatez: el objeto de las vacunas es prevenir, no curar. Puede ser mejor, salvo en el recuerdo al amigo Einstein todo es relativo. En el caso del metabolismo humano, mucho más. Todos los medicamentos pueden tener efectos adversos, en algunos casos muy graves. Las vacunas, más. Y más aún al comenzar su administración; porque por muchos ensayos que se hayan hecho, es imposible comprobar sus efectos sobre todos los organismos humanos. Sería cínico negar que los rechazos pueden ser millones, desde indisposición a efectos mucho más graves, hasta poner su vida en peligro. A apartar la idea de conspiración mundial no ayuda nada la actitud de magnates, gobiernos y laboratorios centrados en la vacuna como único remedio posible. La obcecación da pábulo a la teoría de la conspiración, casualmente lanzada por defensores de magnates y grandes laboratorios. Será para disimular.


La vacuna ayuda a la creación de articuerpos, depende del estado de la sangre, entre otras porque un sobrante de glóbulos blancos puede acarrear más daño, por la escasa distancia que lo separa de la anemia y el exceso en la respuesta del organismo provoca la “tormenta de citoquinas”, causante del 90% de las muertes en la primera fase, según ha reconocido la medicina. En qué se piensa, entonces, al centrar todo el esfuerzo físico, científico y económico en la vacuna? Que al final puede ser inútil según el tipo de futuras mutaciones. Esas mutaciones podrían dejarla sin efecto, obligarían a empezar de nuevo la investigación, sería un no acabar nunca, porque los virus mutan. Todos los virus. Por eso más eficaz que un producto que lleva ya un año de investigación, sería tratar a los enfermos actuales con una medicina capaz de destruir al virus. Algo de más fácil obtención, algo más inmediato, para los enfermos actuales. Y mucho más barato.


Frente a los problemas de la vacuna, una medicina ataca al virus, lo desintegra. Y no es preciso fabricar cientos de millones, porque sólo las precisa quien lo sufra. ¿Qué se gana produciendo y colocando cientos de millones de vacunas, a ciento veinte euros sólo el contenido de la inyección? Otras inyecciones, o pastillas, o píldoras, o cápsulas, resultan más económicas, más eficaces, sus efectos adversos se conocerían mejor y antes, a partir de los ingredientes utilizados, y sólo habría que administrarla a los enfermos. Esto no tiene por qué suponer continuar investigando y madurar la vacuna, pero no para detener estas primeras fases de la pandemia, que no las está deteniendo ni las puede detener, porque todavía no está a punto ni va a estar en semanas. Es posible que ni en meses. Pero podría servir por si se produjeran nuevos brotes en el futuro y se podría administrar con mejor conocimiento de sus efectos positivos y negativos. La persistencia, el empecinamiento en pensar sólo y únicamente en la vacuna, es lo que escama, sin necesidad de entrar en lo conspiranoico.


Si el medicamento es más útil, más rápido, si permite tratar a los enfermos con más eficacia y menos riesgos, y su producción y administración mucho más económica. ¿De dónde parte tanto interés? ¿Qué se gana con la vacuna? O mejor dicho ¿Quién gana con la vacuna?

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