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Artículo Primero

Los fundamentos del crecimiento de la ultraderecha

¿Es preciso hacer frente a este ascenso?  Democráticamente, desde luego, pero sin la más mínima duda ni tibieza.

Publicado: 04/03/2021 ·
11:14
· Actualizado: 04/03/2021 · 11:14
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Autor

Rafael Lara

Rafael Lara está en la Asociación Pro Derechos Humanos, antes por las libertades... o donde fuere por los derechos de las personas

Artículo Primero

Modestas reflexiones con aquel articulo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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Las alarmas saltaron hace tiempo en toda Europa: los partidos de ultraderecha gobiernan Hungría y Polonia y su ascenso es evidente en casi todos los países. El asalto al Congreso de los EE.UU. ha marcado, además, una especie de antes y después. En España su creciente influencia se ha vuelto a confirmar en las elecciones catalanas.

¿Es preciso hacer frente a este ascenso?  Democráticamente, desde luego, pero sin la más mínima duda ni tibieza. Porque ya hemos comprobado que allí donde gobiernan o tienen el poder de marcar la agenta política (caso de comunidades gobernadas por el PP y Ciudadanos) promueven iniciativas que no son sino ataques a los fundamentos, que creíamos asentados, de la democracia. Iniciativas con las que siembran el enfrentamiento social y socavan las bases de la convivencia. Su crecimiento y creciente influencia social son una alerta acerca de peligros para la democracia y demuestran la fragilidad de su sustento.

Pero ¿cómo deberíamos abordar una tarea que mucha gente creemos esencial para preservar los derechos humanos? Lo primero desde luego es ser conscientes de los fundamentos de su influencia, relativos a las graves crisis sociales y civilizatorias de nuestro tiempo. Civilizatorias, pues los valores de la modernidad, entre ellos la verdad, han dejado de ser paradigma del horizonte político y social.

Y en esta trayectoria de la posverdad, se está arrasando con el concepto de ciudadanía como actor social para reducirlo al de mero consumidor o receptor de ideologías precocinadas.

Por lo tanto, crisis también cuando la ciudadanía empieza a dejar de ser el factor básico para la inclusión y articulación de la sociedad democrática. Entonces retornan con fuerza identidades de fractura entre “nosotros” y “ellos” (nosotros los que defendemos la caza o los toros, nosotros que somos los verdaderos españoles; nosotros frente a los otros, inmigrantes causantes de todos los males; nosotros los verdaderos cristianos, nosotros defensores de la familia frente al feminismo…). Amin Maalouf calificó a este tipo de identidades como identidades asesinas.

Pero al tiempo, grave crisis de desigualdad.  El neoliberalismo abrazado con entusiasmo por la derecha y la socialdemocracia con la machacona y falsa consigna «ThereIs No Alternative», no hay alternativa, ha provocado una grave fractura social. Crece la pobreza y la exclusión, aumenta la angustia ante un futuro en el que ya nuestros hijos e hijas no van a estar mejor que nosotros, se dispara la desigualdad a niveles insoportables y se ensancha la desconfianza y el desapego respecto a la propia democracia y las instituciones.

Es en este caldo de cultivo en el que se alimentan y se retroalimentan los neofascismos. Hacerles frente de forma democrática es indispensable para la democracia y los derechos. Pero para hacerles frente ha que secar ese caldo de cultivo. Es imprescindible profundizar en la democracia, hoy desde luego con extraordinarios límites. Es preciso restablecer el valor de la ciudadanía como articulador de la misma. Y hay que acabar de raíz con la desigualdad y la desestructuración social.

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