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'Operación Camarón': la comedia como inspiración

Detrás de su insostenible andamiaje argumental sobresale un muy competente plantel cómico, lo mejor de una cinta concebida para hacer reír

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El cine español lleva varios años intercambiando propuestas argumentales con otras filmografías en busca del mismo éxito alcanzado en taquilla. Padre no hay más que uno, Hasta que la boda nos separe o Perfectos desconocidos, antes que en España, triunfaron en el cine argentino, francés e italiano, respectivamente. Lo mismo ha ocurrido con otras comedias españolas de éxito que cuentan ya con su versión internacional, caso de Es por tu bien, cuyo remake se estrenó en Italia el año pasado como È per il tuo bene.

Los responsables de Es por tu bien, el director Carlos Therón y los guionistas Josep Gatell y Manuel Burque, coinciden ahora de nuevo en Operación Camarón, que es a su vez la adaptación de la comedia italiana Song'e Napule (2013). Therón ya sabía lo que era adaptar un título ajeno. Lo hizo hace un par de años con Lo dejo cuando quiera, basada en la italiana Smetto quando voglio; y en ambos casos ha conseguido superar al original, bajo el que parece un compromiso irrenunciable: poner la historia al servicio de la comedia. Da igual que el andamiaje argumental carezca de consistencia, como realmente ocurre en este caso. El objetivo es hacer reír al espectador, y es ahí donde sobresale su talento como realizador -su labor detrás de la cámara en Los reyes de la noche era lo mejor de la decepcionante serie de Movistar-, unido al de un muy competente plantel coral liderado por Julián López, Natalia de Molina y Carlos Librado.

López encarna a Sebas, un joven algo alelado y amante de la música clásica, al que su tía, concejala en el Ayuntamiento de Valladolid, ha conseguido enchufar como policía nacional en la Comisaría de Cádiz -eso para empezar-. Cuando la inspectora Pepa (Miren Ibarguren, que provoca risas a guantazo limpio) descubre sus dotes musicales, decide infiltrarlo en un grupo de reguetón que va a actuar en la boda de la hija de un conocido narcotraficante (Antonio Dechent, en una agradecida autoparodia) para proceder a su detención. A partir de ahí se van sucediendo los enredos y las situaciones cómicas, que son la auténtica sustancia de una película que no olvida dar su pellizco con trasfondo social, disimulado entre los diálogos de Natalia de Molina (qué barbaridad cómo domina los acentos, qué bien canturrea por lo bajini y cómo hace grande un papel pequeño), para dar cierta consistencia a tan inesperado divertimento.

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