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28/04/2024  

Desde la Bahía

Eufemismos arriesgados...

No sabemos fabricar “un pararrayos” que acabe con tantos choques como hemos tenido y ello ha producido quizás un hartazgo

Publicado: 18/02/2024 ·
20:50
· Actualizado: 18/02/2024 · 20:50
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Este país es diferente, lo dicen los spots publicitarios. Por eso pueden vivir en el dos inquilinos de características muy distintas, las conocidísimas “Dos Españas”. Aquello de “España evangelizadora de la mitad del orbe, martillo de herejes y luz de Trento”, tan denostado por una de sus mitades, se ha transformado en “España que tiene que pedir perdón por haber martirizado o esclavizado a más de la mitad del orbe; y aunque sobre él martillea cualquier desalmado; luz roja que nos es precisamente la que se utiliza para clarificar la oscuridad, que comenta la otra mitad”. Viven mezcladas ambas Españas y se entretienen como felino y alimaña, intercambiándose insultos, coleccionando resentimientos históricos y creando muros de incompatibilidad, donde la hiedra de la venganza o el odio llega a cubrir totalmente el inocente blanco de la cal que lo cubre.

Hay sin embargo un aire aislante, moderador o solidario, entre estas “dos naciones” tan crónicamente enfrentadas, que mantiene el equilibrio o relación débil aunque estable entre ellas, pero cuando la carga o el nivel de intolerancia es enorme el aislante se rompe, se destruye, no sin antes sentirse el ruido, la descarga rápida que ello produce, el rayo electrizante que destruye edificios y cuerpos que libres de sangre son ya sólo tejidos inertes, insensibles a la caricia y los sentimientos de tristeza que originan. Dos bloques de entrañas ennegrecidas, embistiéndose con los cuernos del odio, son los causantes del estruendo que da lugar a crímenes que la locura humana permite y justifica y se les adorna con el eufemismo de “naciones o pueblos han entrado en guerra”.

No sabemos fabricar “un pararrayos” que acabe con tantos choques como hemos tenido y ello ha producido quizás un hartazgo que podía explicar la necesidad de independizarse de área de tanto ruido. Es una utopía. Los grupos independentistas son una tercera pieza discordante, interesada, que intenta seguir nutriéndose del jugo español, pero sin labrar sus árboles, sino servidos en bandeja de plata. Son en realidad estos grupos, como rocas desprendidas de una alta montaña, que no tienen capacidad para destruir su estructura, pero que caen en medio de una carretera, cuyo asfalto necesitamos libre para llegar al edificio del poder y, al impedírnoslo, nos deshacemos -para ofrecérselo-  de todo lo que tenemos, incluidos los valores éticos y morales, por tal que nos deje el campo libre para llegar a la meta tan deseada.  Las rocas se adosan de nuevo a la montaña, se limpia la carretera y aquí no ha pasado nada. Ahora el eufemismo se llama indulto y amnistía.

Las noticias no corren, tienen velocidad de satélite y un día te enteras que el pecado y la blasfemia perecieron solos, sin nadie que le atendiese, sin cama donde tenderse para tener una muerte digna y con el simple diagnóstico de “pamplinas de Iglesia y beatas”. Al “purgatorio” lo defenestró el ser un estado intermedio de castigo, una especie de clase media, donde ni el rico, ni el pobre desean estar, dada su condición de esclavitud laboral, oveja pagadora de todo tipo de gravámenes y boca cerrada por el dedo amenazador. El infierno por falta de medios económicos, al no subvencionarle ninguna entidad celestial, no puede conseguir la leña para mantener un fuego eterno y los creyentes comienzan a andar sobre sus cenizas. La Constitución queda preciosa con su excelente encuadernación con letras grabadas en oro, cuya indumentaria exhibe un día al año. Fuera de la efeméride constitucional camina desnuda, exponiendo libremente sus artículos, lo que hace que pueda ser facilmente violada. El eufemismo es: hay que someterla al modernismo y al ficticio progreso.

El Código Penal, sólido bloque de acero, ahora parece compuesto por pequeñas bolitas del mismo metal, que asientan sobre el filtro del poder gubernativo que indicará el diámetro de los orificios, para que, según conveniencia, puedan caer aquellas esferas que no le agradan. El eufemismo toma el nombre de “revisar lo caduco”.

Se intenta borrar las líneas de separación entre jueces, fiscales, abogados y el poder político. El concepto de justicia que no puede sufrir oligohemia cerebral, por el miedo al ictus, comienza a padecer vértigos rotatorios. El eufemismo muy moderno y progresista, se llama “Lawfare”.

Dios ha perdido su cielo que los okupas laicos o ateos se lo han apropiado con total impunidad. El eufemismo es: que con el construirán una “nueva Casa del Pueblo” (que disfrutarán sus gobernantes). Seguiremos siendo diferentes, pero odio y envidia serán el aire a respirar por todos y la guillotina de la sumisión lucirá en las calles y plazas sitiadas por el poder reinante. Y tendremos que aplaudir la insolente sonrisa de quien se siente arropado por una vestimenta tan falsa y tan infame.

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