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Desde la Bahía

El volcanismo político

El acceso al poder algún día tendrá que tener una variación formal. Exigir un camino previo de formación, conocimiento y saber. Por ahora es una utopía.

Publicado: 03/10/2021 ·
21:03
· Actualizado: 03/10/2021 · 21:03
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La erupción volcánica, no por esperada ha dejado de sorprendernos. Lava arrasadora que huye del seno de su hogar montañoso, buscando una libertad que el mar se encargará de cercenar, pero que como movimiento acéfalo y agitador siembra destrucción y dolor, mientras tiene vida fulgurante y desplazable.

La naturaleza que no es amiga del humano, sino solo compañera de su andadura mundana, tiene guardado sus golpes más certeros para mostrarlos cuando cree que el respeto a la misma se va desvaneciendo. Para ello se alía con seres anárquicos que burlan la “ley celular” - los virus - o con fenómenos físicos - los volcanes - verdaderos Goliat, para los que no tenemos la certera “onda de David”.

Uno de los mayores males o vicios de hombres y mujeres, es la imitación, que además lleva, al menos en este país, varios siglos siendo “pareja de hecho” en el mayor secreto, con la envidia, nuestro regocijo nacional.

Este siglo XXI, que es un siglo con gafe nos está llevando a un posmodernismo y un seudoprogresismo donde la persona individual no sabe a qué atenerse y qué camino será una verdadera vía de acceso para conseguir un futuro más real y prometedor. Estamos viviendo un tiempo en que no sólo no se admiran los valores que hacían excelsas a las personas, sino que parece que el mostrarlos denigra la condición humana. Vemos dar vaivenes con riesgo de caída a los que debían de ser conceptos infalibles de justicia. Se han impuesto apagando cualquier otra forma de comportamiento, el insulto, el odio y el resentimiento. Moderación y respeto son rocas estériles, que la algarabía pisa sin pudor. Las leyes de educación ya actúan con impunidad y su espíritu, su esencia, dan la impresión en algunos de sus puntos, que desdeñan la sabiduría. El lema actual parece ser: Lo que no se sabe es como si no fuera o existiera, lo que lleva consigo el hecho del que nada sabe nada duda o como dijera Voltaire, son tan ignorantes que creen saber de todo.

 Sufrimos de nuevo y no hay quien nos aparte de ello, gobiernos dictatoriales, que caminan al paso del decreto ley y de la fuerza de una mayoría, que tiene en la Constitución su "muñeco polichinela" cuyo baile democrático resulta a veces irrisorio. Somos demócratas de toda la vida por apariencia y espíritus de poder unipersonal por imitación y por conciencia. Acéfalos y agitadores en ocasiones, como la erupción volcánica. Nuestra lava es la crispación. 

El acceso al poder algún día tendrá que tener una variación formal. Exigir un camino previo de formación, conocimiento y saber. Por ahora es una utopía. Seguiremos viendo a los líderes rodeados de asesores y aduladores que le dan el mito de sabio, cuando en realidad son vulgares mediocres entre los que de verdad saben y seguirán siendo homicidas de sí mismos, ante el daño que les produce esas personas que con esfuerzo y estudio consiguieron erudición y saber.

Como aquí y ahora, cada uno hace de su capa un sayo, es decir, “lo que le da la gana”, en nuestra “salada ínsula” podríamos empezar a ver con verdadera empatía nuestras relaciones entre ciudadanos y poder local. Si nos encanta decir como no fuimos doblegados por el ejército francés, no nos dobleguemos tampoco ante la corriente intransigente que estamos viviendo, ni nos durmamos tampoco en memorias o sueños a los que el ronquido del radicalismo, le quita su exquisitez real, si es que la tenían. En San Fernando siempre se ha admirado más al jardinero que cuida las flores, que al agricultor que protege sus raíces.

Pensemos en David. Procuremos tener los que formamos la sociedad civil, la misma precisión en nuestras decisiones, que la que él consiguió con su onda, para que así el Goliat, la naturaleza de nuestras instituciones, sepa que el pequeño también tiene su brazo ejecutor y su lava candente.    

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