No debe ser supersticioso el “Niño”. Trece años no debe traer mala suerte. Al menos para él. Tampoco debió ser temeroso cuando decidió su regreso. “Hombre cobarde no conquista mujer bonita”. Así comienza la historia. Otra. Antonio Martínez Ares entra de nuevo en el Concurso.
En su Falla. El que le dio su mejor reconocimiento a unos de los grandes del Carnaval gaditano. Éste le espera y lo acoge como si fuese ayer cuando decidió dar el paso al margen. Al frente lo dan ‘Los cobardes’. Nadie escribirá sobre los miedosos, los que no lo intentaron.
Este camaleón se adapta al medio y responde a base de coplas una a una y cambia de colores con osadía. Con valentía.
Pidiendo perdón arrancan en el primer pasodoble porque “el niño había muerto” antes de “profanar el teatro”, justificando su paréntesis. Ilusión y despejando dudas reconoce que vienen para quedarse y “morir en tu Caleta”.
Con un forillo negro, la luz se hace con una agrupación que “ofrece su cabeza” a un Patronato, a los que se suponen defienden al Concurso. “Mafiosos”, “talibanes” y “sinvergüenzas” ante un “cortijo” que deben decir adiós tras 20 años.
Fuerte, sin cobardía, Martínez Ares recupera su versión más crítica y clara, señalando a los males, según él, de la fiesta.
Vuelve y vuelve, los que todos le reclamaban. A eso a “Teo no le pasa”. Camaleón, camaleón. Robando corazones y sustrayendo aplausos en cada cuarteta.
Cerca de 4.800 días después, estos fósiles se quitan el mal sin sabor de los trece años de exilio. La comparsa digiere la sobreexcitación y dignifica su vuelta. El “Niño” se despide… del popurrí.