¿Cuánto vale defender lo indefendible? ¿A qué precio está el kilo de ruedas de molino, para poder comulgar con ellas? No todo vale en esta vida, sea cual sea el dinero que nos proporcione tener unos principios volátiles.
Lo de la CEOE y su presidente es el caso típico de la viga, la paja y todo lo demás. Representa un colectivo que se niega de forma pertinaz a cualquier reforma en el ámbito laboral que pueda ser considerado un avance en las condiciones de los trabajadores.
Ahí los tenemos, dándole vueltas a la cabeza, buscando las causas por las que las empresas no encuentran trabajadores, mientras que se niegan a que el Ministerio de Trabajo tenga acceso al registro del horario de las empresas, unas horas que vienen marcadas por la ley. Se me escapa el motivo de esta negativa, aunque esa falta de transparencia se convierte en absoluta luminosidad cuando se habla de cifras de absentismo laboral. Cosas que pasan.
Ya en el pasado, nuestro protagonista gritó a los cielos el sinsentido de subir el SMI, mientras era regularizado por su pagador, pasando a cobrar 400.000 euros al año. Ahora, su ínclito presidente nos deleita con unas jugosas declaraciones en las que nos invita a los trabajadores a abrazar la novedosa idea de que sepamos cual es nuestro sueldo bruto, y que de esa manera seamos conscientes de lo que le costamos a las empresas.
No sé él, pero, en mi caso, sé leer mi nómina. No tengo problema en identificar mi sueldo bruto y los costes que supongo a la empresa que me tiene contratado. De lo que estoy seguro es que esa fantasía patronal de que si no pagaran impuestos me subirían el sueldo, es tan falso como la existencia de euros con la cara de Bárbara Rey.
No existe ni una sola medida que haya supuesto un avance en los derechos laborales que no haya sido arrancada de las manos de los empresarios. Ni una. Si por ellos fuese, aún tendríamos a niños de 12 años trabajando en las fábricas, jornadas laborales de 14 horas seis días a la semana, las vacaciones y las indemnizaciones por despido serían un sueño húmedo, y trabajaríamos hasta caer muertos en nuestro puesto.
Aunque, sinceramente, el mayor problema no es este señor ni a quienes representa, sino todos esos trabajadores que defienden intereses contrarios a los suyos. En la CEOE, no gastan en betún para los zapatos.