El tiempo en: Conil

El pobrecito hablador

Por amor

Él evade impuestos, hace trampas, crea sociedades fantasma, por amor a los abogados

Oh, el amor, ese sentimiento cuasi divino que nos cría mariposas ombligo adentro, nos hace suspirar como asmáticos ante cualquier recuerdo, nos dicta al oído versos almibarados. El amor, en todas sus formas, el viento que mueve todas las velas.
Él le parte el labio porque la ama, la atosiga, la agobia, la persigue, le pinta los ojos de morado y negro, le amarga la vida porque la quiere con locura. Le quita la alegría, la esperanza, hasta la vida. Por amor.
Él pontifica desde el púlpito, por amor a sus semejantes, aconsejando sobre lo que es amar o simple zoofilia, alejándonos de la tentación de querer a otro de nuestro propio sexo, para así evitarnos la furia del infierno y un asiento de primera fila al lado del mismo Belcebú. Por amor.
Él ama tanto a los trabajadores que les señala el camino a seguir, invitándoles a cobrar menos y trabajar más, porque el trabajo es salud y dignifica al hombre; les marca la moda, usad tirantes y no cinturón, porque así el pantalón rueda a los tobillos con más facilidad. Por amor.
Él evade impuestos, hace trampas, crea sociedades fantasma, por amor a los abogados, a otros países, a otros impuestos, o a la ausencia de ellos. El amor le hace merecedor del paraíso, aunque sea fiscal.
Ellos, sacrificados, se enroscan a su poltrona o a la que le conceda el giro de una puerta, por amor a su país, a la labor desinteresada que nos regalan a nosotros, desagradecidos, insensatos, por el cariño que le tienen al cuero que mantiene sus posaderas. Por amor.
Yo admiro a Rita Barberá, el referente de cualquier político, la imagen que todos los aspirantes a seguir el camino del servicio público han de tomar como modelo.  Me asombra su capacidad ganadora, su labor como motor del que otros se han servido para llegar a sus puestos. Me maravilla su resistencia, luchando contra la prensa canalla, los dedos acusadores, los mentirosos y falaces rojos extremistas. Me fascina su renuncia a renunciar, su capacidad adhesiva al escaño. Yo la amo, por amor al cemento.

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