Para ser barón has de peinar canas, llevar barba y usar gafas de concha a media altura del tabique nasal, para poder mirar por encima de los cristales
De mayor quiero ser barón. No hay que ganar Mundial de fútbol, ni descender de una familia de rancio abolengo. No hay que jugar en la liga de polo, ni llevar sobre los hombros las penurias del mantenimiento de un Lamborghini.
Para ser barón has de peinar canas, llevar barba y usar gafas de concha a media altura del tabique nasal, para poder mirar por encima de los cristales con aires de profesor que te pilla copiando en el examen de Latín, Gutiérrez que le veo.
Para ser barón has tenido que usar pana en el pasado, y haberte movido poco para seguir saliendo en la foto, hubiera o no tortilla, pero sin ser tan sumiso como para que Grey te hiciera ojitos. Has tenido que ganar unas cuantas elecciones, ser de izquierdas pero no mucho, ser rojo pero no demasiado, un encarnado clarito, que no escandalice demasiado a las masas.
Has de saber pontificar desde tu sillón de consejero, o desde la borda de tu yate en la Costa Azul; has de dejar clara tu opinión, aunque sea justamente lo contrario a lo que defendiste cuando llevabas coderas y fumabas negro. Debes defender lo indefendible, tomar cañas con el señor Ibex, rajar de tu secretario general y ofenderte si éste se defiende, qué se habrá creído el advenedizo este, por guapo que sea.
Y ahora, en estos tiempos convulsos para sus cómodos asientos, días de Bahamas, Panamá y barbas a remojo, para ser barón lo más importante es que has de pregonar que lo mejor es que gobierne Mariano, y los demás a oponerse, que nada cambie, no vaya a ser que la gente se dé cuenta de que las diferencias son escasas, que lo viejo tiene todo el mismo color, el mismo moho, la misma capa de polvo que tapa lo azul y lo rojo y lo convierte en gris ceniza.
Yo no lo entiendo porque esas son cosas de barones, pero deberían caer en la cuenta de que a Mariano le va a pasar lo mismo que a Zidane: se le va a llenar el banquillo de figuras.