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El pobrecito hablador

Teléfono rojo, volamos hacia Ferraz

Que a nadie se le pase por la cabeza... lo que se está cociendo no es más que la defensa de la estabilidad de un buen puñado de sillones

La cosa ya andaba calentita desde hacía meses, y la tensión se podía cortar en el ambiente con un cuchillo de untar mantequilla. Los resultados electorales convertían al PSOE en un puñado de garbanzos dentro de una olla exprés, calentándose a fuego lento, con la presión creciendo sin parar. En esas estábamos cuando Felipe González, por casualidad, ve un micro y coloca a Pedro Sánchez a los pies de los caballos. Curioso ataque de sinceridad de aquel que prometió aquello de que “OTAN, de entrada NO”, pero que al cambiar la pana de la chaqueta a la alpaca del traje de Armani pasó al “OTAN, de entrada NO QUE VA”. Hombre blanco hablar con lengua de serpiente. Y fue como si tocaran a rebato; los que antes dejaban caer indirectas de soslayo se quitaron las caretas, al menos una de ellas, y los afiladores de la zona de Ferraz tuvieron que hacer horas extras. En un abrir y cerrar de ojos, los 17 decidieron abandonar la patera, pensando que sin sus remos se hundiría antes de llegar a la playa. Los mismos que antes auparon a Pedro sobre sus hombros. Sin acritud. Pero, oh sorpresa, el capitán no abandona su puesto, la orquesta sigue tocando y el maltrecho navío sigue en sus trece de darle el poder al militante, y que sea él quien decida que hacer y quién debe hacerlo. A la lideresa del sur no se le dieron bien los números, porque tanta dimisión no sirvió de nada, ni las letras, sin nadie que le subrayara lo importante. En cuestión de horas, pasa de dinamitera a costurera. Que a nadie se le ocurra pensar que todo esto tiene otra motivación que no sea el bien de España y del PSOE. Que nadie piense que un posible pacto con Podemos y nacionalistas pueda poner en peligro las puertas giratorias y los puestos en consejos de administración de tantas y tantas empresas de este país. Que a nadie se le pase por la cabeza la idea de que lo que se está cociendo no es más que la defensa de la estabilidad de un buen puñado de sillones. Mejor aún: que nadie piense.

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