Los mercaderes abandonaron, al fin, el templo. Y ojalá sea para siempre. La avaricia, la codicia y, sobre todo, las ganas de continuar con el festín, han podido más que la dignidad de apartarse a tiempo. Ésos, que amparados en el racinguismo de salón, aguardan ahora escondidos con la guadaña blandida a la espera de tiempos mejores, para ellos, por supuesto. Otra de las grandes mentiras del racinguismo talibán, los personajes oscuros del amor interesado hacia el
Viejo.
El moribundo no encontró el cariño ni la comprensión en su lecho de muerte, más bien lo contrario, más prisas, más ambición y más deseos de seguir exprimiéndolo una y otra vez. Como lo ha sido siempre. Ni los remordimientos evitaron hacer el ridículo de inscribir y mantener a un equipo sin alma, sin vida y… sin jugadores.
Insensibles al dolor, lo excusaron con la opacidad que da la venida de un ¿Mesías? ¿Un francés? ¿Un grupo salvador? Eso no importó. Ya nada importa. El racinguismo en los últimos años se acostumbró a mediocridades y a duermevelas. Nada nuevo. Si fue capaz de nombrar a un presidente en asamblea sin que éste estuviera presente, ya nada se resiste. Pruebe, pruebe.
A estas alturas de la película pedir vergüenza es como querer curar al Racing a base de aspirinas cuando ya yace sin pulso tumbado y derrotado en la loneta de Valdelagrana. Ilusos. Todos unos ilusos.
Saber estar en funciones
Mención a parte, como no podía ser de otra manera, al único que se ha mantenido en su sitio y dando el rigor y seriedad que la situación se merecía. Ha sido el Secretario en funciones, Fernando Soto. El único. Él se ha ganado para los restos el poder entrar y salir del José del Cuvillo con la cabeza levantada sin tener que edulcorar mentiras y falsedades. Él no.
Otros, por ahora, entran disimuladamente y camuflados entre la maleza. Apartados y en la sombra. Por ahora. Tiempo al tiempo. Al frente, solo, se quedó tragando carros y carretas.
Los que les tocaba y los que no. Y es que en un país donde nadie dimite, mire usted por donde, en el Cuvillo lo hacen todos. Dimisiones en diferido. Eso sí. Don interés.
Septiembre llegó y con él, y a falta de los trámites burocráticos, el levantamiento del cadáver se hará sin testigos. La ignominia certificará la defunción, los motivos son de sobra conocidos. A falta de confirmación oficial, el Racing Club Portuense empezará a ser historia o mejor dicho a formar parte de ella, porque él, el Racing de El Puerto, estará siempre en los corazones puros de los que sintieron a éste como algo más que un club.
Una forma de ser y un sentimiento inmortal. Imperecedero. Aprendan de él.