El Gobierno ya no solo nos va a subir los impuestos, sino que ya también incluso nos anuncian que nos van a subir las impuestas. Sí señor (bueno o sí señora o sí señore) los impuestos y las impuestas. Este lapsus de la recién ascendida vicepresidenta Yolanda Díaz (una vez fue ungida como heredera por el dedo del líder) en una entrevista televisiva días atrás no es un lapsus ingenuo propio de quien tiene que hablar mucho y, claro está, en ocasiones yerra. No.
Estamos ante la consecuencia de la hiperbólica contorsión del lenguaje español por parte de una minoría para sostener una ideología que, mucho me temo, en realidad no va de esto. Creíamos que con aquel famoso “miembros y miembras” que la entonces ministra Bibiana Aído pronunciara habíamos alcanzado el cénit de la estulticia feminista y del mal llamado lenguaje inclusivo.
Pero no, la propia ministra de Igualdad actual, Irene Montero, aparecía hace unos días en la campaña electoral madrileña para hablar de “niños, niñas y niñes” (aún no entiendo muy bien por qué se deja fuera a niñis y niñus) llevando ella misma al absurdo una determinada lucha feminista que bien lejos, en realidad, está del feminismo. Y mucho más lejos aún del buen uso del español.
Aunque en varias ocasiones la RAE haya recomendado la economía del lenguaje y el uso del genérico para referirse tanto a lo femenino como a lo masculino, para algunas parece irles la vida en justificar la necesidad de usar el “a”, “o”, “e” para así justificar sus funciones y la necesidad de su existencia.
Llamamos inclusivo a un lenguaje que lo que realmente hace es duplicar o triplicar el tiempo y el espacio en la comunicación, cuando lo inclusivo es un concepto mucho más amplio y que debería también tener en cuenta otras necesidades de otras personas, más allá del género que tenga el receptor de ese mensaje. Y entre tanto inclusivo y tanto feminismo, no olvide que el Gobierno, la Gobierna y el Gobierne le va subir los impuestos. Y hasta las impuestas.