Los gitanos fueron desalojados ayer del asentamiento ilegal levantado en la barriada romana de Casal Bruciato. Tras deambular por la ciudad, entraron en la monumental basílica y se alojaron en dos grandes habitaciones destinadas a almacén, cercanas al claustro del templo que alberga los restos del apóstol San Pablo.
La noche transcurrió tranquila, según informó la Gendarmería Vaticana (la basílica pertenece al Vaticano) y hoy comenzaron las negociaciones entre el Ayuntamiento y los gitanos, que se niegan a ser separados, así como a regresar a Rumanía.
Y es que entre ellos se encuentran numerosas familias con hijos pequeños. El Ayuntamiento ha propuesto a los que no quieren volver a su país alojar a las mujeres y niños en el centro de acogida de cara di Castelnuovo di Porto, en la afueras de Roma, y a los hombres en otros centros sociales.
Según fuentes municipales, hasta ahora sólo 16 familias han aceptado esos alojamientos.
El Ayuntamiento junto con el Vicariato de Roma, les ha ofrecido, asimismo, mil euros por núcleo familiar a los que acepten ser repatriadas a Rumanía, siempre que se comprometan a no volver a Italia.
El alcalde de Roma, el derechista Gianni Alemanno, dijo hoy que la oferta municipal es "humanitaria" y subrayó que no pueden ofrecer alojamientos a núcleos familiares completos, ya que todo el que venga a Roma "puede pensar que tiene derecho a un alojamiento" y la situación se volvería "insostenible".
"Roma no se puede transformar en una gran chabola. Estas familias en sus países tienen casa y la han dejado para venir aquí y ganar un sueldo", agregó Alemanno.
Mientras siguen las negociaciones, los gitanos que salen de las dependencias del templo no pueden volver a entrar, al impedirlo la Gendarmería Vaticana, lo que ha obligado a algunas madres que salieron a comprar comida a arrojarla a los familiares que permanecen dentro a través de los barrotes del complejo religioso.