Mariano Rajoy afronta "con ganas" y "con fuerzas" las nuevas elecciones del 26 de junio. Lo confesó él mismo esta semana consciente de que cuenta con una segunda oportunidad para seguir como inquilino de La Moncloa después de unas semanas en las que el PSOE ha llevado la batuta en las negociaciones para formar gobierno y en las filas del PP algunos ya ponían en duda la estrategia pausada del jefe del Ejecutivo, basada en la espera y ver pasar el 'cadáver' de sus rivales políticos.
Sin embargo, en este momento la mayoría de los cargos del PP admite que la estrategia de Rajoy, al que definen como un "corredor de fondo de la política", ha vuelto a situar al partido en primera línea y con posibilidades ciertas de seguir gobernando en la XII legislatura, según pronostican casi todas las encuestas publicadas.
Tras lograr 123 escaños el 20 de diciembre (60 escaños y 3,6 millones de votos menos que cuatro años antes), Rajoy planteó una gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos para afrontar las principales reformas y lanzar un mensaje de seguridad en el exterior. Ésta oferta ha estado encima de la mesa los cuatro meses que ha durado la XI legislatura y ha sido el hilo argumental de todas sus intervenciones públicas.
Sin embargo, el socialista Pedro Sánchez dijo desde el primer momento que no apoyaría ni a Rajoy ni a ningún candidato del PP. "No es no. ¿Qué parte del 'no' no ha entendido?", manifestó, una frase que se ha convertido en unos de los principales 'latiguillos' del PSOE en estos meses.
EL 'NO' DE RAJOY AL REY
Rajoy sorprendió el 22 de enero a propios y extraños al declinar el ofrecimiento del Rey para presentarse como candidato a la investidura, con el argumento de que no contaba aún con apoyos suficientes. Con esa decisión, muy aplaudida en ese momento en el PP, desbarató la estrategia de la oposición que, según fuentes 'populares', buscaba convertir el debate de investidura en una embestida contra el presidente del Gobierno en funciones.
Pedro Sánchez advirtió entonces a Rajoy que si no desbloqueaba la situación presentándose a la investidura, debía dejar paso a que se intentara un Gobierno "progresista y reformista". Para esas fechas, y tras verse con Felipe VI, Pablo Iglesias ya había dejado caer públicamente su propuesta para una alianza de PSOE, Podemos e IU, en la que reclamaba una Vicepresidencia reforzada y al menos cuatro ministerios.
El PP se lanzó entonces a una campaña para desacreditar ese posible pacto "a la portuguesa" --el propio Sánchez había viajado a Lisboa el 7 de enero-- entre "el PSOE, el pablismo-lenninismo y la izquierda comunista" como llegaron a definirlo en sus argumentarios internos.
EL "ABRAZO" DE SÁNCHEZ Y RIVERA
El 24 de febrero, una semana antes del debate de investidura, Pedro Sánchez y Albert Rivera sellaron en el Congreso un acuerdo de 200 medidas con el cuadro 'El Abrazo' de Juan Genovés como telón de fondo. Lo presentaron como "el primer paso" para el cambio político".
Desde el Gobierno y el PP se afanaron entonces en denunciar un pacto que, a su entender, tenía como objetivo principal derogar las leyes y reformas del Partido Popular en la pasada legislatura. Ése fue una de sus principales críticas a Sánchez en el debate de investidura del 2 de marzo: "La razón fundamental para negarle la confianza es que el eje central de su programa no es otro que la contrarreforma de la política económica y social de la última legislatura".
Rajoy se preparó a fondo esa intervención, en la que acusó a Pedro Sánchez de "engañar" a todos. "Yo no engañaré a nadie, ni al Rey ni a esta Cámara ni al conjunto de los españoles", proclamó, en una dura invectiva contra el líder socialista con la que contentó a los diputados 'populares' que habían caído en el desánimo tras el protagonismo mediático de Sánchez y Rivera.
De hecho, algunos cargos del PP empezaron a cuestionar en privado si era correcta o no la estrategia de Rajoy basada en el "inmovilismo" y estar "esperando" al fracaso de sus adversarios. Su tesis era que Rajoy podría haberse atraído el apoyo de Ciudadanos, presentarse al Congreso con una mayoría de 163 diputados y exhibir su perfil de hombre de Estado presentando un paquete de reformas para el país.
LOS ATAQUES DE CIUDADANOS A RAJOY
A raíz del pacto entre PSOE y Ciudadanos, los 'populares' se convirtieron en diana de los ataques de Albert Rivera. Sus críticas se han centrado en Mariano Rajoy, cuyo liderazgo han puesto en cuestión por no haber actuado con contundencia ante los casos de corrupción que han afectado al PP.
La investigación de los concejales del PP en el Ayuntamiento de Valencia por un caso de presunto blanqueo de capitales --en el que el Supremo también podría imputar a Rita Barberá-- o la renuncia del ministro José Manuel Soria por su aparición en los 'papeles de Panamá' han dado munición al partido naranja para acentuar sus arremetidas contra Rajoy y el PP.
El propio Rivera afirmó hace unos días --una vez constatado que habrá nuevas elecciones y dar por "caducado" su pacto con el PSOE-- que estaría dispuesto a negociar un acuerdo de gobierno con la "gente joven y limpia" del Partido Popular, lamentando que el PP "actual" no apueste por la "regeneración".
Los 'populares' consideran que si Rajoy logra un resultado aceptable el 26 de junio, Ciudadanos no podrá exigir la cabeza del actual presidente del Gobierno, algo que, según fuentes del partido consultadas en este momento, el PP no está dispuesto a permitir.
EL CONGRESO DEL PP, SIN FECHA
El PP afronta la campaña con optimismo, convencido de que estos meses han "retratado" a los partidos emergentes y con la esperanza de que podrán recuperar algunos de los votos que se quedaron en casa el 20 de diciembre o que apostaron por el partido de Albert Rivera.
El congreso nacional del PP, pendiente desde hace 15 meses, tendrá que esperar hasta después del verano y será seguramente más abierto que los anteriores a la vista de las demandas de más democracia interna que ya reclaman muchos militantes. El resultado del 26 de junio marcará si Rajoy guiará o no ese cónclave.