Las limitaciones de horarios y aforos, y de movimiento en algunas zonas Madrid, continúan mermando las cajas de comerciantes y hosteleros, que se han congelado más aún con la nieve y el hielo que dejó a su paso la borrasca Filomena, el "remate" en estos tiempos en que son "todo problemas".
Nevó hace dos semanas durante treinta horas sobre la mojada economía en Madrid, pero las consecuencias se dilataron en el tiempo, con establecimientos sin poder abrir y con falta de proveedores tras un temporal que puso en jaque a la región y la capital hace dos semanas.
Eduardo lleva "veintitantos" años con un quiosco en la calle Bravo Murillo, en la capital, y "nunca en la vida" se ha visto obligado a no abrir por la climatología.
Abrió el miércoles 13 de enero porque le fue "imposible" llegar al quiosco antes, viviendo en Alcorcón, y de todas formas el fin de semana no hubo abastecimiento de periódicos porque "los repartidores no pudieron llegar hasta aquí".
"Yo estuve abierto todo el confinamiento y todos los días llegó el periódico, no hubo ningún problema. El problema ha sido con esto, con la nevada", añade Eduardo, que lamenta que "cada vez todo es peor: aparte de la (crisis) de la prensa escrita, es la pandemia, es la climatología... es todo".
El Ayuntamiento de Madrid cifra en al menos 1.398 millones de euros los daños causados por el temporal, y la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM) ha calculado en 2.200 millones las pérdidas provocadas por la borrasca en las empresas de la Comunidad de Madrid.
Según un estudio elaborado entre las empresas y asociaciones empresariales de la región, el 44 % de las empresas madrileñas ha tenido unas pérdidas del 80 % en su facturación; ocho de cada diez pymes alegan que la nieve les impidió abrir y el 74 % tuvieron problemas de abastecimiento por la imposibilidad de acceder a sus proveedores.
Mariano, que regenta un bar en la calle Zaida, en Madrid, lo primero que pensó al ver el manto blanco fue "menos mal que me ha pillado con suministro", ya que el pedido le llegó el miércoles previo a la nevada.
Porque "si esto fue el viernes, empezaron a servir algo el sábado siguiente", más de siete días sin proveedores que en el fondo no le perjudicaron en exceso porque "tampoco hubo mucha gente" esa semana catastrófica.
Como vive enfrente, unos amigos y él se dedicaron el sábado 9 de enero a quitar la nieve de la terraza y la entrada del bar, "con una mesa, porque no había pala" ni derivados, y gracias a eso se convirtió en uno de los "pocos" bares de la zona que abrió en aquella jornada.
Así que ese sábado "se trabajó bien", pero cuando pasaron los días y el idilio inicial de los madrileños con la nieve se dio de bruces con la cruda realidad de apenas poder moverse por calzadas y aceras, la clientela fue mermando "y ya nada", sobre todo por las tardes, en un barrio, además, de "gente mayor en el que a partir de las seis de la tarde no ves a nadie".
"Esto tiene más problemas que un libro de matemáticas", dice Mariano, mientras reconoce que enero de por sí es un mes "malo", pero ahora con la pandemia y sus limitaciones de aforos y horarios, y con la nevada también de por medio más.
La asociación Hostelería Madrid estima que el temporal ha provocado pérdidas de más de 70 millones de euros en el tejido hostelero de la región.
Además, calcula unas pérdidas diarias de 7,2 millones de euros para el sector con las nuevas restricciones para tratar de atajar el coronavirus que estrenará el lunes la Comunidad de Madrid, como el adelanto del toque de queda a las diez y del cierre de locales de hostelería y comerciales a las nueve.
Otros comercios siguen notando "mucho" la crisis del coronavirus, "y luego encima lo de la nevada, el remate", comenta Augusto Álvarez, propietario de una droguería de la calle Gaztambide, en Madrid.
El sábado en el que terminó la descarga de nieve no pudieron abrir, y el lunes estuvieron quitando nieve "con pico y pala" para que la gente "no se escurriera".
"Encima los medios estaban alarmando a la gente para que no salgan" por la climatología y los riesgos aparejados, y si la gente no sale cómo va a haber ventas, se pregunta Augusto, que añade que con el pasar de los días la situación "se ha recuperado un poco".
Mes y medio aproximadamente lleva abierta la tienda de Alicia en la calle Lope de Haro, en Tetuán, un pequeño establecimiento que anuncia con carteles naranjas las rebajas que se frustraron durante el fin de semana de Filomena.
"No pudimos abrir ni el sábado ni el domingo, evidentemente. Pero el lunes yo vine por la mañana, y a partir del lunes pudimos abrir, y sorprendentemente se vendió bastante bien, porque yo creo que la gente que se quedó en casa cuando se aburría salía a dar una vuelta por la nieve y cuando tenían frío entraban en alguna tienda", argumenta.
Piensa que también ha sido así porque su apuesta es "un producto que se adapta a los tiempos que estamos viviendo".
"Es ropa de segunda mano, que está a muy buen precio, y ha tenido muy buena aceptación. Hoy en día todas las personas estamos buscando ahorrar y esta es una alternativa ahorro-calidad".
Alicia "no se queja" porque las ventas "estuvieron bastante bien", también las de formato online, aunque esta semana, con la lluvia, "ha sido un poco más suave".
En su caso mira con algo más de optimismo una situación que para muchos empresarios y trabajadores está siendo una carrera de dificultades.