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“Ahora soy más feliz que antes. Sé que voy a morir viviendo”

Los pacientes con cáncer de mama metástasico demandan mayor inversión para la investigación de una enfermedad cuya tasa de superviviencia es de cinco años

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  • Pacientes y familiares reivindican mayor visbilidad e inversión en la investigación del cáncer de mama avanzado. -

No, el cáncer no es rosa, es negro. Al menos para Pepi Buitrago y Pepa Cancela, quienes no sólo comparten nombre, también una enfermedad incurable; cáncer de mama metastásico, “el que te mata”. Sin mensajes edulcorados, sin términos bélicos, porque “no somos unas luchadoras, a nosotras no nos han dado opción a vencer”. Así hablan de una enfermedad que afecta al 20% de las personas que padecen cáncer de mama y para las que la esperanza de vida está en cinco años, aunque como explica Pepa, “las estadísticas están para romperlas”.

El cáncer de mama en estadio IV o avanzado es aquel en el que las células cancerígenas se han diseminado hacia otros órganos o partes del cuerpo, siendo las localizaciones más frecuentes de la metástasis los huesos, hígado, pulmones o cerebro. Una descripción de este “cáncer silencioso” que ya tienen más que aprendida Pepa y Pepi. Ambas hablan sin tapujos sobre la enfermedad que padecen, para ellas y sus familiares la muerte ha dejado de ser un tema tabú, les queda reivindicar la vida.

“En 2003 debuté con cáncer de mama, por aquel entonces mis hijos tenían tres y un año, se me vino el mundo encima, pensé que mis hijos nunca me conocerían. A los cinco años me curé, y volví a ser ya persona normal, y en 2017 fue cuando me noté un bulto, sabía que volvía a tener cáncer, esta vez era diferente, era metastásico y me había afectado al tejido óseo de cintura para arriba”. Pepa relata cómo en lo primero que volvió a pensar fue en sus hijos: “Fue un shock muy fuerte, me quedé cuatro días sin levantarme de una silla. Nadie se quiere morir, pero es que para esto no hay salida”.

Pepa tiró para adelante y durante todo este tiempo ha aprendido dos cosas fundamentales: a quererse y exprimir cada minuto que le da la vida. “Estoy muy contenta porque mis células cancerígenas siguen dormidas y me han dado seis meses más”. En julio del año que viene, Pepa romperá con la fatídica estadística de supervivencia. “Todavía voy por la primera línea de tratamiento, me quedan dos más. Cuando la tercera línea no funciona es cuando tu vida se te va”, explica con suma tranquilidad.

Pepa asegura que tiene calidad de vida y que ahora incluso es más feliz porque sabe apreciar cada instante, que con cincuenta años va a morir viviendo, “ya no lloro ni al contarlo, tengo hasta mi sepelio organizado y la frase que quiero poner; no llores porque me voy, sonríe porque viviste conmigo”.

 Pepa hace hincapié en la importancia del tratamiento psicológico: “Soy una persona fuerte, pero la ayuda psicológica es fundamental, tanto para mí como para mi familia”. No cesa de repetir cuantas veces haga falta la necesidad de invertir más en investigación, Pepa que también es presidenta de la Asociación de cáncer de mama de Trebujena, denuncia que “un ínfimo porcentaje de lo que se destina a esta enfermedad va para la investigación y descubrir nuevas líneas de tratamientos, hay poca ayuda pública, y esta parte es crucial”.

La historia de Pepi es similar. En el año 2011 le diagnosticaron cáncer de mama. Tras superar la enfermedad, a los años los marcadores tumorales comenzaron a subir. Después de unas pruebas exhaustivas le dijeron lo que nunca quiso escuchar, “el cáncer me había llegado a los huesos”. Luego le comunicaron los médicos que también tenía afectado el pulmón, y en enero de este año ya le había cogido el hígado.

Aún así, Pepi asegura “estar estable”. Con muchos dolores afirma llevar una calidad de vida razonable. Pepi lamenta que el cáncer de mama metastásico no tenga la visibilidad que debería. “Cuando se habla de cáncer, siempre se quiere dar esperanza, y la realidad no es así, cada vez hay pacientes más jóvenes con 25 y 35 años con cáncer de mama en estadio IV. Perdimos a muchas compañeras por el camino, y aunque formemos parte de ese 20%, merecemos también que se investigue por nosotras”.

La vida de Pepi antes del cáncer avanzado era más monótona, “ahora la veo de otra manera, vivo plenamente el presente, quiero otro día más”.

El Covid no ha dejado de ser otro bache más, aunque para Pepi, “nuestra vida es una pandemia diaria, el miedo que la gente ha sentido con el coronavirus es el mismo que nosotras hemos podido sentir a diario, pero encima para nosotras no sacan ningún tratamiento nuevo”.

 No son el agujero negro que hay que esconder para no dar esperanza, pero ambas coinciden en que “hay que llamar las cosas por su nombre, y el cáncer es la pandemia de este siglo”.

 

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