Más de 150.000 trabajadores norcoreanos son explotados en países como Rusia, China o Kuwait y sus salarios van a parar al régimen de Kim Jong-un ante la indiferencia de la comunidad internacional, según denuncian organizaciones de derechos humanos y los pocos que han logrado huir.
"Me prometieron 120 dólares al mes, pero nunca recibí nada a pesar de trabajar de 12 a 16 horas al día sin festivos ni vacaciones y con un calor insoportable", relata a Efe el refugiado Lim Il, de 47 años.
Tras cinco meses como obrero de la construcción en Kuwait, en 1997 Lim logró escapar del recinto al que le enviaron junto a 1.800 compatriotas y alcanzar la Embajada de Corea del Sur, país donde hoy reside.
Casi 18 años después de su huida, unos 154.000 norcoreanos siguen engrosando líneas de producción de fábricas chinas, talan árboles en bosques rusos o transportan bloques de hormigón en Kuwait o Catar generalmente sin remuneración, denuncian ONG como Human Rights Watch (HRW) o NK Watch.
Más de la mitad, unos 93.000, se encuentran en China, otros 20.000 en Rusia y el resto se reparten en Oriente Medio, África e incluso Polonia y la República Checa, en el continente europeo, por lo que se reparten en un total de 16 países, según datos del instituto Asan de Seúl.
Los cientos de dólares mensuales que les corresponden nunca llegan a sus bolsillos sino que "se ingresan directamente en las cuentas del Gobierno norcoreano según lo acordado con los países de destino y las empresas", asegura a Efe Ahn Myeong-chul, director de NK Watch, una ONG fundada por refugiados que denuncia los abusos del régimen de Pyongyang.
En algunas ocasiones, explica Ahn, los obreros más afortunados llegan a percibir hasta el 10 por ciento de su sueldo, aunque "desde que Kim Jong-un llegó al poder (diciembre de 2011) no se les paga en metálico sino en cupones de racionamiento para usar en tiendas estatales al regresar a Corea del Norte".
En 2013 el joven Kim vio castigados sus ensayos nuclear y de misiles con nuevas sanciones económicas internacionales; unas sanciones que le han obligado a reforzar las viejas estrategias de captación de divisas, entre ellas el envío de trabajadores al extranjero.
"Creemos que el sueldo que deberían percibir los obreros va a parar a un fondo secreto de Kim Jong-un de más de 3.000 millones de dólares, y con este dinero puede financiar los nuevos proyectos de Pyongyang como residencias, fábricas y colegios", indica el director de NK Watch.
Para mantener la fidelidad de sus obreros a pesar de las pésimas condiciones laborales e impedir huidas, Corea del Norte mantiene un estricto sistema de vigilancia y adoctrinamiento en los lugares de trabajo en el extranjero, según describe Lim Il.
"No nos estaba permitido salir al exterior", recuerda el refugiado, que describe su antiguo espacio de construcción como "un enorme recinto vallado y controlado por vigilantes del Gobierno norcoreano" aunque con ciertas lagunas de seguridad que le brindaron la oportunidad de escapar.
Como complemento al uso de la fuerza, el régimen impone a sus trabajadores sesiones de adoctrinamiento ideológico al final de las largas jornadas laborales que, resume el refugiado, "consistían mayoritariamente en alabar a Kim Il-sung", fundador de Corea del Norte y abuelo del actual líder.
Este sistema de esclavitud amparada por el estado -como lo define el director de NK Watch- permanece vigente desde 1967 con la complicidad de los países que aprovechan la barata mano de obra norcoreana y ante la pasividad de otros gobiernos y organismos internacionales, según denuncian varias ONG.
La comisión de la ONU que el año pasado documentó en un amplio informe los abusos del régimen "no abordó, sin embargo, este asunto a pesar de que los obreros norcoreanos en el extranjero trabajan en condiciones inhumanas", recuerda a Efe Phil Robertson, subdirector de la división de Asia de Human Rights Watch.
Para acabar con esta práctica abusiva, afirma Robertson, HRW ha instado a la comunidad internacional a "presionar a los países implicados" para que "cumplan estrictamente las leyes laborales" y veten la presencia de los supervisores del Gobierno norcoreano que vigilan y reprimen a los trabajadores.