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Barriada Sierras de España

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Sentado en la terraza de la cafetería Cabsy’s, sita en las cuatro esquinas, de la ladera central de la calle Ancha algecireña, en una soleada mañana de la pasada semana, cuando disfrutaba de nuestra benigna climatología. Observada la ida y vuelta de pastores procedentes de sus corrales, controlando a sus boques y cabras.
Hay quienes por circunstancias diversas crecieron perennemente junto a las enaguas de su barrioY, de repente, me acordé del poema número veintiocho del cuaderno segundo del poemario que publiqué a primeros de año titulado Muro que dice: “Calle ancha,/ ancha calle./ Desierta de noche,/ poblada de día./ Centro de mi pueblo,/ parroquia de mi centro,/ donde los gallos cantan,/ y las gallinas descansan”.
   
Posteriormente, tras un buchito de agua mineral fresca para aclarar mis sentidos, debido a la polución política reinante, recordé que un amigo de la niñez hace varios jueves al pasar por la puerta del bar La Cigüeña de la barriada Sierras de España me dijo: “Pepe, eres nuestro poeta y tienes nuestro apoyo. Sigue escribiendo en tu línea sin que te hagan torcer el camino emprendido, pero si algún día vienen a por ti, nos atrincheramos en el barrio. Y, desde las azoteas les tiraremos flechas, lo mismo que hacíamos cuando jugábamos a los indios cuando éramos chicos. Anda, ¡quédate con nosotros hoy y no te vayas al centro!”.
   
Le hice caso y nos echamos unas risas con varios más de nuestra quinta. Y entre otras cosas nos contó algunos de sus trajines que hacía con los productos que rifaba, para comprar camisetas para los equipos de fútbol infantiles del barrio. Así como cuando su madre, al estar la cosita escasa de aceite, lo vistió de comunión durante 15 días seguidos, para sacar algo de manteca. Pero una mujer se percató de la picaresca y le dijo a su madre: “Si tu hijo hizo ya la comunión, ¡cómo es que hoy también la hace!”. Replicándole la madre: “Tú estás chocheando, lávate las legañas”.
La cosa no quedó ahí, porque mi amigo, un día se reveló contra su madre y le dijo: “A mí no me vistes más de comunión, por mi pare, porque me quean pequeños los zapatos y tengo desollao los pies de tanto andar de aquí para allá con el rosario en la mano, el crucifijo en el cuello y el traje de marinero con más lámparas que la sotana del papa Clemente del Palmar de Troya”.
   
Estimadas-es lectores, hay quienes por circunstancias diversas crecieron perennemente junto a las enaguas de su barrio. Pero otros recorrieron y moraron en diferentes posadas. Siendo servidor de ustedes uno de ellos, porque en más de medio siglo de vida, desde que naciera en la calle Galileo de La Línea de la Concepción, he residido en diferentes barrios o urbanizaciones de ciudades y pueblos andaluces y españoles. Y de todos en mayor o menor medida conservo su canela, azúcar y vinagre.
Pero, de varios barrios guardo mejores recuerdos que de otros, entre ellos en mi niñez en la calle Díaz de Mendoza de La Línea y en el Patio Serranito del Polígono del Tiro algecireño.
Porque me sirvieron de mucho, sobre todo vivir en el patio, debido a la excelente convivencia compartiendo lo mucho o poco que había entre las diferentes familias. Aunque a la barriada Sierras de España de Algeciras, es la que realmente considero mi principal barrio, porque me une bastante a ella a frecuentándola al menos dos veces al día, llevando allí residiendo mi madre y mi hermana más de 45 años.
A la Barriada Sierra de España llegué a principios de los años sesenta procedente del Patio Serranito y apenas existían construcciones a su alrededor. Todo era campo y a escasos metros se encontraba el desaparecido antiguo estadio El Mirador y la emblemática playa de Los Ladrillos.
Y hasta la Feria Real de Algeciras la instalaban en la avenida Fuerzas Armadas y, entre el Parque María Cristina y la barriada Sierras de España. Gente buena, buena gente de todas las clases sociales honrada, trabajadora y luchadora. Ejemplo de civismo, humanidad y vecindad exterioriza mi barrida Sierras de España. A la que deseo siga siendo orgullo algecireño.

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