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La estafa del libre mercado

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El PP no ha podido evitar la tentación de arrimar el ascua a su sardina al afirmar que las conclusiones de Washington coinciden con el contenido de su discurso y sus propuestas para paliar los efectos de la situación económica actual, lo cual supone, en mi opinión, no atenerse a la realidad. Todos los gobiernos representados en la cumbre del pasado sábado desautorizaron las recetas de la ortodoxia liberal para afrontar este período de vacas flacas en el que la economía mundial anda inmersa y, si bien es cierto que no abjuraron del capitalismo, no menos lo es que apostaron por la intervención del Estado, con un martillo, aunque sin hoz, para darle un buen golpe a la mano de Smith, y por la inversión pública, ante el retroceso de la privada, para propiciar la reactivación. Hacer un paréntesis en la evolución del libre mercado, otro más, como proponía por aquí en septiembre el presidente de la CEOE, para poner orden, y permitir que cada país aplique su propio New Deal. También es verdad que la cumbre ha incluido entre las recomendaciones la de recurrir a la política fiscal y reducir la presión impositiva, pero no la inhibición de la iniciativa estatal. Los abanderados en este país de la libertad económica sin cortapisas son los mismos que ponen el grito en el cielo y hasta arman un pitote ante la posibilidad de que una empresa española pueda pasar a ser propiedad de una foránea, gracias al libre movimiento de capitales que tanto defienden, o claman para que el Gobierno le eche un cable a sectores como el bancario, el del automóvil o el de la construcción y, sin dejar de exigir mayor flexibilidad en el despido, incluso que haga lo imposible ante la amenaza de un cierre patronal. Así que lo tengo claro desde hace mucho. No necesitaba ver lo que está pasando con esta crisis de nuevo cuño y diseño para constatarlo. El liberalismo económico, que en la práctica nunca ha existido, sigue siendo la más grande de las estafas, de los que más pueden sobre los que menos, y sin embargo, aunque parezca un contrasentido, reconozco que ha sido clave en el progreso de la civilización occidental, porque en su credo se sustentó el nacimiento de la democracia. De la entrada en recesión de las principales potencias no tienen la culpa, pues, ni la extinta URSS ni la Rusia postcomunista, ni la Cuba casi postcastrista, ni la China postmaoísta, ni, desde luego, la España de ZP.

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