Llegó 2025

Publicado: 19/01/2025
Autor

José Diego Amores Revuelta

José Diego Amores Revuelta es licenciado en Historia y Archivero con influencia petermanesca

Reflexiones desde el sofá

Columnas de opinión que sólo pretenden invitar a la reflexión del lector sobre temas de actualidad

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Merecemos mucho más que un barco pirata para que disfruten nuestros niños, aunque sus tripulantes sigan en Madrid y Bruselas olvidando nuestro municipio
Iniciamos un nuevo año que nos llena de “ilusión y tranquilidad”… o al menos eso parece, si analizamos superficialmente a quienes llevan las riendas de este carro llamado mundo. Esta semana jura el cargo Donald Trump, un hombre que inspira “sosiego”, especialmente cuando, semanas antes de alzar la mano y jurar el cargo del país más rico y poderoso del mundo, afirma que quiere expandir su dominio a Groenlandia, Canadá y controlar el Canal de Panamá. Además, el rubio de la Casa Blanca es un negacionista de todo: del COVID, del calentamiento global… Lo cual lo hace aún más “interesante”, al considerar que, mientras el planeta se calienta más y más, este señor aspira a conquistar, cual Napoleón, las tierras descongeladas.

En el otro lado, Vladimir Putin continúa con su ejército, y ahora con el de Corea del Norte, a la conquista de una parte de Ucrania que se resiste. Pero él persistirá en su avance territorial, eso sí, sin moverse de la estufa de su casa, porque afuera hace frío.

Intentamos confiar en los líderes de países menos poderosos, como el de Corea del Sur, recientemente detenido por liarla parda en su propio país. ¿Y qué decir del señor Maduro en Venezuela? El dictador demócrata, que afirma que él, y solo él, fue el más votado en sus elecciones. Más al sur, Gabriel Milei, con una motosierra en mano, asegura que arreglará la economía argentina. Mientras tanto, en Oriente, los conflictos de siempre se recrudecen.

En España, tenemos una oposición y un Gobierno que parecen jugar al mismo juego. Si uno propone medidas para la vivienda, el otro también. Si uno detecta un presunto caso de corrupción en sus filas, el otro señala otro caso en las filas del primer acusador. Si uno depende de Junts, el otro ansía caer en los brazos de Puigdemont’```+. No me digan que no es ilusionante.

Estamos en manos de quienes hemos elegido, en parte porque esta sociedad ha tirado la toalla. Ya no hay proyectos políticos que busquen el bienestar general; se han cambiado por el interés de mantener las poltronas para vivir cómodamente en viviendas de lujo. Se ha perdido la objetividad. En el caso de que haya críticas internas, inmediatamente sacan a relucir los trapos sucios del crítico para que no vuelva a hablar. Ya ni siquiera es necesario dar explicaciones, solo atacar con un “tú más y peor”. Qué importa si lo que se dice es cierto o no. ¿A la ciudadanía? Eso ya no cuenta. Y a quienes hagan más ruido se les comprará con promesas o, de vez en cuando, con realidades.

Si se acusa al fiscal general de haber filtrado información, la respuesta será que se trata de información de alguien que ha cometido un delito. Pero estamos hablando de dos cosas muy diferentes: el delito y la filtración de datos por parte de quien debe ser justo y objetivo, lo cual también es un delito. Discutir cuál es más grave, para mí, es irrelevante.

Feliz 2025 a todos, y mucha suerte, porque me temo que vamos a temblar mucho con lo que se nos viene encima. Hemos construido una sociedad cada vez más personalista y egoísta, donde lo trascendente es acumular poder y dinero, sin importar a quién se deba hundir para lograrlo. Por eso, cada día pienso más en los municipalismos, porque es desde la localidad donde debemos pelear por conseguir lo que merecemos.

Merecemos mucho más que un barco pirata para que disfruten nuestros niños, aunque sus tripulantes sigan en Madrid y Bruselas olvidando nuestro municipio. Esos niños, cuando se bajen del barco, se encontrarán con un paraíso que no puede garantizar los servicios necesarios: sin un centro de salud adecuado, sin un teatro para disfrutar de eventos de calidad, y con calles llenas de agujeros.

Es hora de que Barbate sea considerado un municipio más del Estado español y pueda disponer de los servicios y del dinero que tienen otras localidades de igual población. Los de fuera ya se matan solos, pero nosotros debemos caminar de la mano.

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