El 25 de noviembre es el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres. Es necesario reflexionar acerca de lo que el término violencia significa y visibilizar las situaciones cotidianas en las que ésta es ejercida. Los asesinatos son frecuentemente la culminación de un proceso en el que las violencias más sutiles se han ido sucediendo cotidianamente.
Las propias instituciones que deben implementar medidas para la erradicación de todas las violencias contra las mujeres, ejercen en muchas ocasiones distintos tipos de violencias machistas.
Antes de emplear el término “la punta del iceberg” en un manifiesto institucional, convendría que los y las representantes públicas tomaran en cuenta los mecanismos de poder que poseen las instituciones. Este término, hace referencia a la parte mas visible de las violencias estructurales. Que las y los representantes públicos no sean conscientes del papel que juegan las instituciones a la hora de invisibilizar a las mujeres es profundamente preocupante. Y además, no son capaces de entender que la invisibilización y el silenciamento de las mujeres son parte del sistema patriarcal.
Cada año, desde las instituciones se pronuncian durante este mes discursos en contra de las violencias machistas sin que sus representantes sean conscientes de lo que el término implica en su totalidad. Esto sucede porque las instituciones también forman parte del sistema patriarcal, algo que se hace patente tanto en sus medidas como en su propio funcionamiento.
No podemos permitir que se desactive la carga política de lo que implica hablar del patriarcado y denunciar sus violencias. Son las prácticas concretas las que validan los discursos, algo que las instituciones tienen serias dificultades de entender.
En el Pleno del Ayuntamiento de Rota del día 16 de noviembre un punto a tratar fue el manifiesto de condena a las violencias machistas en el que podemos leer, “muchas veces las instituciones reproducen este carácter patriarcal, concediendo el poder a la autoridad masculina” y que la violencia de género es “un problema estructural que se produce debido al desequilibrio de poder”. Con estas afirmaciones, se podría pensar que la institución desde la que se da este discurso es consciente de las dinámicas de poder que se reproducen en espacios como el Pleno al que asistimos. Sin embargo, lo sucedido ese día muestra que lo que se dice en el manifiesto está totalmente desvinculado de las prácticas concretas más inmediatas.
Como Colectivo Feminista Roteño, acudimos al pleno al que desde la Delegación de Igualdad se nos pidió asistir y en el que solicitamos intervenir, ya que creemos que es fundamental que las mujeres ejerzamos nuestros derechos y obligaciones ciudadanas. En nuestra intervención buscábamos plantear la ampliacion del concepto de violencias machistas como en su intervención hicieron algunas personas tanto del equipo de gobierno como de la oposición.
En nuestra intervención quisimos aludir no sólo a la punta del iceberg, sino a toda la estructura que la sostiene. Para señalarla, aludimos a la solicitud de información que hemos hecho al Ayuntamiento para conocer los criterios de rotulación de las nuevas calles, que no se dieron a conocer cuando se aprobó la moción en pleno. De esto hace meses, no se nos ha respondido y no se ha llevado a cabo la moción aprobada por unanimidad en el Pleno. Actualmente, la Villa de Rota, cuenta con 17 calles que tengan el nombre de alguna mujer frente a 251 con nombres de hombres. Esto responde a la constante invisibilización y silenciamiento a los que las mujeres nos hemos visto sometidas a lo largo de la historia. Estamos hablando del espacio público. El mismo espacio público en el que somos violentadas, acosadas, violadas. Tanto simbólica como físicamente se busca que las mujeres no ocupemos el espacio público. Por eso una de nuestras principales luchas es hacer la calle nuestra, tanto de forma simbólica como de forma cotidiana y palpable. Decir que la exclusión del espacio público de la mujer no es violencia es cometer otro tipo de violencia que fortalece al primero porque al negarlo lo invisibiliza. Cuando reclamamos nuestro derecho de ocupar las calles, tanto en su callejero como en la posibilidad de caminar sin miedo, se nos dice que nuestros reclamaciones son frívolas. El menosprecio de nuestras realidades es también violencia. Y probablemente quien le quita importancia es quien en realidad frivoliza. Acusarnos de frivolizar al intentar ampliar el marco que engloba las distintas violencias es no entender la urgente necesidad que como sociedad tenemos de ello.
Hablar de la punta del iceberg sin entender que todas las violencias forman parte de un mismo sistema de opresión y de exclusión, es condenar formalmente las violencias pero no entender que tanto la invisibilizacion y subalternizacion de las mujeres, como el silenciamiento histórico que a lo largo de los años hemos sufrido, son violencias simbólicas que refuerzan ese sistema de opresión que termina asesinando. El excluir del espacio público a las mujeres tanto de forma física, como simbólica, manteniendo un callejero con nombres en mayoría masculinos, es parte fundamental del patriarcado. Decir que llamar la atención sobre los mecanismos de exclusión patriarcales es frivolizar acerca de los asesinatos de las mujeres, constituye una falta de respeto hacia la lucha que las mujeres emprendemos día a día contra el patriarcado, del que, lastimosamente, el Ayuntamiento de Rota y su Alcalde Javier Ruiz Arana también forman parte.
Habría convenido, quizás, que en el Pleno se proyectara un gráfico del iceberg de la violencia de género (por ejemplo, el realizado por Amnistía Internacional) en el cual se ve cómo en la base del mismo, se encuentran la invisibilización, la anulación o el lenguaje sexista (tema del que, por cierto, también se habló en el Pleno). Es normal que quien tiene privilegios tenga dificultad para percibirlos como tal, por lo que es recomendable ser conscientes de nuestro lugar de enunciación. Quizás el señor alcalde no fue totalmente consciente del lugar desde el que enunció su respuesta y, por lo tanto, no haya percibido que su acusación hacia el Colectivo de frivolidad partía del lugar de poder que le confiere ocupar un cargo público.
Como ciudadanas, lo acontecido en el pleno nos deja la comprensible duda de que la respuesta a las violencias machistas puedan emprenderse desde unas instituciones que desvinculan de una forma tan radical los discursos de las prácticas. Es bastante preocupante que un colectivo ciudadano se aproxime a una institución para expresar su disenso con determinado manifiesto o política y que sea acusado desde esa institución de frivolidad.
Paradójicamente, lo que sucedió en el Pleno del día 16 de noviembre es una muestra perfecta de las violencias institucionales machistas que las mujeres experimentamos a diario. Es por eso que si las instituciones y sus representantes se quieren sumar a la lucha contra el patriarcado, deberían previamente analizar críticamente tanto sus propias prácticas, como las respuestas que se les da o, como en el caso del Colectivo Feminista Roteño, se les niega a las ciudadanas. Esa coherencia debería ser una prioridad antes de enunciar cualquier discurso, ya que de lo contrario, éste se ve fuertemente en contradicción con el propio actuar de la institución y de sus representantes. En el Pleno del día 16 de noviembre, además de expresar nuestro disenso con el manifiesto institucional contra las violencias machistas, comprobamos que en las instituciones queda mucho trabajo por hacer. Y no únicamente en cuanto a normativas y partidas presupuestarias, sino en las prácticas cotidianas que se dan dentro de las instituciones y en las formas en las que éstas responden a la ciudadanía.